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 Correos: Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida (X).- Ana Azanza

125. Iglesia y Opus Dei
Ana Azanza :

 

“Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida” (X)

Ana Azanza

 

Va tomando cuerpo la tesis del “patronazgo” dentro del santoral católico que el numerario López Rodó se ganó a pulso. Lo sugerí en el capítulo anterior y tras escribir y leer este otro me parece difícil que se encuentre una persona más a propósito para ejercerlo.

 

Pocos días después de la visita de Casaroli el ministro López Rodó llamó al cardenal Tarancón: necesitaba hablar urgentemente con él. Ese día el cardenal está citado con Carrero Blanco y dejan la charla para el día siguiente. Dice que la conducta de López Rodó es desconcertante después lo que había pasado...



López Rodó le comunica que quiere informarle detalladamente de las conversaciones que ha tenido con Casaroli porque él es el presidente de la Conferencia Episcopal y conviene que esté al tanto de todo. Tarancón reaccionó así a este repentina amabilidad:

 

“Perdone señor ministro, pero no tengo más remedio que decirle que no acabo de entenderle. Usted ha subrayado públicamente el alejamiento de la Conferencia Episcopal y de su Presidente de todo este asunto. Incluso ha censurado personalmente la noticia de la visita que me hizo a mí monseñor Casaroli antes de acudir el día 1 de noviembre al ministerio. Yo no tengo nada que alegar. Sé que las conversaciones concordatarias deben llevarse a cabo entre las dos altas partes contratantes –Santa Sede y Gobierno-. Pero francamente, no acabo de entender con un criterio realista, el afán de hacer ver que saltan por encima de la Conferencia Episcopal –del criterio de la mayoría de los obispos de España- para que la Santa Sede les diese la razón a ustedes en contra de ella. Esto como usted comprenderá es un absurdo.

 

El no sabe nada de nada, me dice con toda tranquilidad. Y yo sabía, incluso, que él había rectificado de su puño y letra alguna noticia para televisión en ese sentido. Insiste en que es necesario que yo esté al corriente de todo lo que se haga y me da incluso el texto de los resultados de las conversaciones habidas. Por cierto, que en las conversaciones no se había adelantado nada; tan solo –y este detalle me alarmó- constaban como puntos a tratar en ulteriores conversaciones los cinco principios basilares, condiciones sine que non, que constaban en la carta que le había escrito el cardenal secretario de Estado. Ya no se trataba de condiciones previas para empezar las conversaciones tal como había aceptado monseñor Casaroli, sino de puntos iniciales en las conversaciones, lo cual era una cambio sustancial en el planteamiento.”

 

López Rodó tenía excusas para todo lo que había hecho. Se había procedido así con la visita de Casaroli porque consideraba que ese era el mejor camino para llegar a una rápida inteligencia.

 

Tarancón se sorprende de que en esa conversación López Rodó no aludiera a la sentada que hubo en la nunciatura ni a la intervención de tres obispos auxiliares de Madrid. El ministro quiso dar a entender que Tarancón les podría ayudar mucho:

 

“Se había empezado el camino, me dijo, y nos hemos puesto de acuerdo las pospartes sobre los puntos principales de la negociación. ‘Una actuación de usted en Roma, me dijo, apoyando esta postura, podría ser decisiva.

 

La verdad es que yo salí de esta entrevista más desconcertado que había entrado, ya que no entendía esa aparente amistad del señor ministro cuando tenía pruebas evidentes de que desconfiaba positivamente de mí y de la Conferencia Episcopal…

 

Me dí cuenta de que esta entrevista lejos de aclarar la situación y aminorar el clima conflictivo, suponía que el conflicto iba a ser mayor en lo sucesivo. Y que el ministro estaba dispuesto a poner toda la carne en el asador –empleando todos los medios aunque no fuesen los correctos- para conseguir su propósito.”

 

Las cosas se estaban poniendo cada vez más tensas y más difíciles. Había otros problemas en España aparte de los manejos del ministro con la santa Sede. Eran los tiempos en que sacerdotes, religiosas, seglares se encerraban en el Seminario de Madrid y en la nunciatura para protestar por diversas actuaciones dictatoriales del gobierno. El clima no era óptimo para iniciar unas conversaciones de cara a un nuevo concordato.

 

Visita a Roma (noviembre de 1973)

 

Tras la poca oportuna visita de Casaroli a España se imponía un viaje del cardenal Tarancón a Roma para exponer el clima que se había creado, las reacciones que la visita había suscitado en los distintos sectores y de la apariencia de desaprobación por la Santa Sede de la Conferencia Episcopal.

 

Tarancón se fue a Roma con un amplio dossier de todo lo que había salido en la prensa, caricaturas y chistes incluidos. Entregó sendas copias a Casaroli, Benelli y al propio Pablo VI. Dice Tarancón:

 

“Benelli estaba francamente indignado y me dijo claramente que Casaroli había procedido por su cuenta, sin que la Secretaría de Estado supiese nada del carácter de la visita. El mismo insinuó que se había preparado en detalle mientras estuvo Casaroli en Norteamérica, en donde había, por cierto un representante de la Santa Sede que también era del Opus.

 

El Papa creyó en principio, que aquella visita de Casaroli –casi protocolaria- iba a ser tan sólo un gesto de buena voluntad y aun estaba convencido de que yo había dado personalmente el visto bueno a la misma. Lamentaba lo ocurrido, pero insistía en que era conveniente que la Santa Sede diese algunos signos de buena voluntad porque en España creían que el Papa era enemigo de España y les había de convencer con hechos de que no era verdadera esa apreciación. Le insistí en que los políticos eran los que propagaban esa animosidad de Pablo VI hacia España. La inmensa mayoría del pueblo español quería al Papa y estaba convencido de que el Papa quería lo mejor para nuestro pueblo. “

 

Podemos afirmar que Tarancón quedó muy afectado por estas maniobras del católico fiel que era López Rodó. Hay que decir que en sus Confesiones narra con pelos y señales el antes y después de la visita de Casaroli a España por dos veces. Señala que después de tanto hablar de la dichosa visita no sirvió para nada. Casaroli mantuvo firme la posición de la Santa Sede que era la de la Conferencia episcopal española. Pero Tarancón no se llama engaño y escribe:

 

“Las apariencias tienen su valor en estas cuestiones. Por ellas juzga la opinión pública. No es extraño que esa visita se convirtiese en el detonante de una serie de conflictos que nos amargaron la vida durante algún tiempo.”

 

Lo que Tarancón quiere decir es que en la iglesia española no estaba sólo el Opus Dei, perdón, los miembros del instituto secular proporcionando dolores de cabeza a la jerarquía. Había una mayoría de curas jóvenes y laicos, movimientos sociales cristianos que si habían entendido el concilio y querían que España fuera hacia delante saliendo de las sombras de un régimen arcaico. Estos manejos de los poderosos alimentaban las sospechas de que los obispos no querían cambiar y seguían al lado del régimen. Y todo eso exacerbaba el clima, las exageraciones, las posturas violentas.

 

Los extremos político-religiosos en España siempre se han caracterizado por calentarse los cascos mutuamente. Este asunto de los ministros franquistas y concretamente López Rodó queriendo marcar la agenda de la iglesia fue un caso paradigmático. No fueron hombres de paz sino encizañadores, echando leña al fuego de los conflictos, en lugar de suavizar. Se caracterizaron por una posición doctrinaria de imponer su punto de vista desde el poder a espaldas de la mayoría.

 

Sigue el cardenal:

 

“Yo pasé un par de días muy malos. Me llamaban alarmados los obispos. Me interpelaban –airadamente algunos- grupos de sacerdotes y de cristianos comprometidos. Incluso algún ministro me manifestó su desconcierto porque creía que el ministro de Asuntos Exteriores (López Rodó) se había preparado un triunfo personal, por lo que estaban molestos los miembros del gobierno.

 

No era suficiente que yo asegurase a los obispos y sacerdotes que la Santa Sede no tomaría ninguna decisión sin contar con la Conferencia Episcopal. Yo estaba convencido de ello. Me lo habían repetido una y otra vez en la Secretaría de Estado y el mismo Pablo VI. A ellos les molestaba el clima de escándalo que esta visita producía, existiendo problemas tan graves como el de los sacerdotes encarcelados y el de la presión inadmisible de la policía sobre los dirigentes de ciertos movimientos del apostolado seglar”.

 

En la entrega VII de esta serie expliqué el rocambolesco episodio sólo posible en España de la cárcel para curas en Zamora. Para informarse sobre el apostolado seglar, la Acción Católica, la HOAC y otras organizaciones católicas, hay que leer el resto de las memorias de Tarancón. El cardenal estuvo al frente de la Acción Católica desde los años 40. Desempeñaba un puesto privilegiado que le permite describir con solvencia digna de crédito lo sucedido. Los seglares españoles de Acción Católica a diferencia del López Rodó no intrigaban desde la alta política, sino que buscaban un camino de vivencia de la fe cada vez más separado de lo que había sido la tradición de sumisión del seglar a la jerarquía. Esa evolución empezó en los años 50 y fue mucho más clara en los 60.

 

Es muy significativo como Tarancón explica que no se quiso entender que los tiempos pedían una mayor independencia de los seglares y cómo el excesivo celo controlador acabó por ahogar in nuce unos movimientos renovadores nacidos de la base. No por inspiración divina. Nos aleja del tema Opus Dei y no nos aleja, puesto que es útil observar qué diferente era lo que hacíamos nosotros cuando formábamos parte de la estructura Opus. Trabajábamos para un grupo, no para la iglesia universal. En todo caso nuestros esfuerzos iban dirigidos a que un grupo se hiciera con el poder en la iglesia, pero eso no se puede confundir con el bien de la iglesia. Somos los mejor situados para explicar que el Opus Dei al frente de la iglesia católica no es una buena opción.

 

Tarancón resume los resultados de la traumática visita:

 

“El Gobierno tiene un primer momento de euforia. Cree que ha ganado la partida a la Conferencia y a la nunciatura y que, desde ahora, se podría entender directamente con la Santa Sede sin intermediarios molestos. Esta euforia duró poco, no sólo por los conflictos que llegaron a continuación sino porque se dieron cuenta de que todo había sido un “bluff” sin ningún avance práctico.

 

La Hermandad sacerdotal y con ella grupos católicos colaboradores íntimos del Régimen- echan las campanas al vuelo: la Santa Sede ha dado su merecido a la Conferencia Episcopal que está dilapidando la herencia secular española.

 

Los sacerdotes y grupos de cristianos contestatarios también están contentos. Creen que les han dado un arma poderosa para oponerse a la jerarquía: tanto a la Santa Sede como a la Conferencia Episcopal.

 

La mayor parte de los obispos, sacerdotes, religiosos y cristianos comprometidos están tristes. Temen que va a venir una época de contestación violenta y desaforada, como así aconteció, y que quedaba un tanto mal parada ante la opinión pública la autoridad y hasta el prestigio de los obispos españoles.

 

Lo cierto es que, después de esta visita y haciendo referencia explícitamente a la misma, empieza una etapa difícil y extremadamente conflictiva en las relaciones Iglesia-Estado en España.”

 

En esto acaban las intrigas.

 

Ana Azanza

 

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Publicado el Wednesday, 06 June 2012



 
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