En primer lugar expreso mi más profundo dolor por el fallecimiento de Víctor. Que en paz descanse.

Aún estoy muy consternada por tan triste noticia y, sumida en duelo, no me atrevo a comentarla de momento. Sólo quisiera hacer una sugerencia en la línea de lo que ya propuse el 25/05/2007 sobre el fallecimiento de don Antonio Petit, aunque entonces mi sugerencia no se llevó a cabo. Esta noticia debería divulgarse en distintos medios de comunicación, porque la opinión pública española tiene derecho a saberla. Una sociedad no puede ignorar el daño que las prácticas sectarias del Opus pueden causar a algunos de sus ciudadanos. Una sociedad tiene derecho a estar informada de ello y a defenderse.

Lógicamente, no todas las personas damnificadas por el Opus Dei acaban suicidándose. El de Víctor es un caso muy extremo, si es que realmente se suicidó, pues aún no tenemos pruebas ni certeza de ello (lo correcto sería hablar, por el momento, de “presunto” suicidio). Ahora bien, daños psicológicos, traumas o frustraciones morales y crisis religiosas de distinta gravedad son causados por el Opus en muchos de sus miembros y ex-miembros: muchos miembros soportan dentro del Opus y muchos ex-miembros arrastran ya fuera de él, durante largos años de sus vidas, las secuelas del sectarismo sociológico y del integrismo teológico de esa institución (recordemos el artículo de Oráculo sobre El integrismo teológico del Opus Dei, del 14/05/2007, publicado tras el fallecimiento de don Antonio Petit). Por eso, informar a la sociedad de ello es un imperioso deber moral.

En este caso, además, la carta de “despedida” de Víctor persigue esa finalidad. Aunque esté dirigida a una sola persona, don Antonio, al mismo tiempo Víctor quería que se publicase en opuslibros, es decir, su voluntad era que la carta por él escrita y suscrita tuviera la máxima difusión posible. No es una carta íntima entre dos personas, sino un texto redactado según el estilo literario de una carta personal, pero con voluntad de máxima difusión (algo así, salvadas las muchas distancias, como las cartas encíclicas que el Papa escribe a los obispos, sabiendo que las va a leer todo el mundo, y por eso la Editorial Vaticana las publica como si se tratara de libros, y también se cuelgan en la página web del Vaticano). Divulgar la carta a través de medios de comunicación y de la Red responde a la expresa voluntad de Víctor, y creo que esta voluntad suya debería cumplirse.

Giovanna Reale