EL OPUS DEI SE ENCUENTRA EN UNA SITUACIÓN DELICADA

Romarí, 26/09/2012

Es notorio que los problemas que atraviesa el Vaticano son más amplios que los que conciernen al opus dei, y que hasta el momento no ha dado señales públicas de haber corregido los desmanes de esta institución. Pero eso no significa que no haya hecho nada. Es evidente que las denuncias al Vaticano han surtido efecto en lo referente a la dirección espiritual, pues así lo demuestran la esperpéntica Carta del prelado, de 2 de octubre de 2011, y las ambiguas “aclaraciones” que se han ido produciendo en los medios internos de formación. Aunque la rectificación interna no sea definitiva mientras no se reconozcan errores y se dé la doctrina correcta, sin embargo, los de dentro han percibido que algo estaba mal y ya no se sinceran indiscriminadamente. En cualquier caso, el opus dei ya no tiene una imagen impoluta ante el Vaticano y los obispos. Los cambios de prefecto de las congregaciones de Obispos y de la Fe han supuesto una pérdida notable para la seguridad de la institución. Por esta razón hay que seguir denunciando ante el Vaticano y los Nuncios Apostólicos los abusos del opus dei.

En otro orden de cosas, las denuncias públicas de las irregularidades del opus dei en materia laboral y de seguridad social, con el punto álgido del “asuntoKaiser”, les ha obligado a ir dando de alta en la seguridad social a los empleados en la burocracia interna, que son muchos, y a un buen grupo de sacerdotes. En este terreno, como en lo referente a la organización jurídico-económica, han dado algunos pasos positivos, aunque todavía se encuentren al margen de la estricta legalidad.

Pero todo esto no me parece lo más importante. La realidad es que la institución está cosechando ahora los amargos frutos de una actuación gravemente abusiva sobre las personas, la Iglesia y la sociedad en general, perpetrada desde sus comienzos debido al desquiciamiento del fundador. El sentir general de la gente es que el opus dei es una secta. Son ya tantos los perjudicados moral y económicamente en nuestra sociedad, que la peligrosidad de la institución es patente, a pesar de que todavía tenga capacidad de engañar a los incautos. Los mismos supernumerarios temen que sus hijos sean abducidos por la organización, y recelande las constantes movidas recaudatorias y del destino de sus aportaciones económicas.

Además,la situación interna es crítica. Los miembros desconfían de la nomenclatura fanática que los gobierna, protegiéndose de su dañina acción a base de disimulos y obrando de forma independiente. Los abandonos son superiores a las incorporaciones, y éstas duran cada vez menos. Los centros de mayores están cargados de gente con trastornos psicológicos, de personas damnificadas y críticas; los de jóvenes, bastante vacíos. En prácticamente ningún país del mundo la institución se está desarrollando con normalidad.

La cultura actual es contraria a los planteamientos integristas y antimodernistas de la organización. Este es otro frente adverso, junto con el de la tecnología que favorece la libertad de comunicación y de información, que está destruyendo su dictadura y totalitarismo ideológico.Y en este campo pueden controlar cada vez menos.

Las personas que se han hecho del opus dei movidos por sinceros sentimientos de amor a Dios y de servicio a los demás, ahora se encuentran desengañados por la realidad de una institución de poder cuyos fines son altamente egoístas, de exaltación fanática del fundador y, como consecuencia, de destrucción de la persona en todos los órdenes. Han descubierto que la organización engaña sistemáticamente, que su realidad no se ajusta a su doctrina, y que funciona con unos reglamentos opacos para la mayoría de los miembros y para la Iglesia. Bastantes directores y sacerdotes, a todos los niveles, van siendo conscientes de estos engaños. El problema no es sólo de gobierno: toda la estructura institucional, ideología y praxis, es dañina y está levantada sobre una falsedad.

La consecuencia de todo ello es una pérdida de vitalidad de la institución, que se ha convertido en una estructura de poder burocrática y sin alma, con una vida de familia formalista que no puede satisfacer las necesidades del corazón humano. La falsedad se puede mantener por un tiempo, pero a la larga se paga.

Así pues, todos los que han trabajado y trabajan en aras de la justicia y de la verdad, no deberían desanimarse, así como aquellos que se han entregado en servicio sincero a los demás. Nada de eso se pierde.

Romarí