Hola,

En primer lugar quisiera responder a Ana Azanza sobre los libros canónicos y las traducciones de la Biblia.

No soy biblista, pero lo que he leído es que los libros del canon se eligieron cuidadosamente rechazando versiones heréticas. Las primeras comunidades y los Padres de la iglesia estaban muy atentos a lo que pudiera desviarles del buen camino. Jesús no escribió nada, los discípulos no eran intelectuales, y era muy fácil perderse en laberintos gnósticos, helenísticos o misteriosos. Los evangelios y cartas apócrifos con frecuencia presentan importantes desviaciones en esa dirección. En ciertos casos pueden contener fragmentos que podrían estar en los evangelios, pero desde luego las obras en su conjunto no contaba con la aprobación de las comunidades. El evangelio que tenemos es mucho más radical e interrogante...

Otro tanto puede decirse de las traducciones, en especial la Vulgata: se trata de una edición oficial "para la divulgación". Al contrario de nuestros tiempos, no había una Inquisición que castigara a la gente, así que la tradición dice que el ángel dio de latigazos a San Jerónimo hasta que hizo una versión sin florilegios latinos.

Es evidente que posteriormente cada uno ha arrimado el ascua a su sardina con el asunto de las traducciones, pero los primeros cristianos tenían muy claro que Jesús era "verdadero Dios y verdadero Hombre", que fue asesinado por defender a los marginados y que Dios lo resucitó. Y no se dejaron sacar de ahí. Es evidente que algunos fragmentos se han exagerado: lo de tú eres Pedro (cuando es evidente que Roma no fue prepotente hasta el siglo IV), lo que Dios ate que no lo desate el hombre... Pero el Espíritu es mucho más fuerte, y periódicamente le crece a la iglesia un reformador como San Ambrosio, o San Francisco, o Santa Teresa, o John Wycliff, o Jan Hus....

Hoy día sabemos que Lutero tenía razón al 1000/1000 en todo lo que decía, e incluso la iglesia de entonces sólo le pedía retractarse de un 10% de sus tesis. Ojalá que hubieran entrado en razón ellos y no él.

No creo que podamos responder a las afirmaciones de Josef K del lunes. Sin embargo, creo que como otros muchos que aprecian de corazón a la Iglesia, caen en el defecto de confundir la parte con el todo.

Dice Josef K (y tiene razón) que sin el cristianismo no habría hoy día doctrina de los derechos humanos. Ahí es donde reside el fallo de su argumento: el cristianismo no es lo mismo que la iglesia católica, y casi se puede decir que la doctrina de DD. HH., sobrevivió a la misma. Es cierto que en los DDHH hay una profunda huella cristiana, pero también podemos decir que el protestantismo ha sido tanto o más influyente en esta doctrina que el catolicismo. Por no hablar del papa que pidió el voto para Mussolini o el silencio estrepitoso de la Iglesia ante Hitler o el apoyo a dictadores como Franco, con el Opus Dei a la cabeza.

Otro ejemplo: a mí me da cierta vergüenza mencionar la escuela de Salamanca y el derecho de gentes. Hicieron una reflexión muy buena, pero al final el imperio español hizo lo que le dio la gana (porque había sacrificios humanos), destruyó la civilización precolombina, y les dejó una sociedad amorfa, patriarcal, feudal y estamental que todavía padecen. Está visto que la reflexión es lo nuestro, ahora, la práctica es cosa de anglosajones y alemanes. Otro tanto se puede decir de la esclavitud: a los católicos se nos llena la boca con San Pedro Claver, pero los que de verdad se pusieron manos a la obra para abolir la esclavitud fueron los cuáqueros, y anglicanos reformados. Que también, fueron vilipendiados en sus países. Es famoso el caso de Johns Hopkins de Baltimore que no sólo liberó a sus esclavos, sino que les dio todos sus bienes porque consideró que se los debía. En cambio, cuando en el católico Brasil el emperador liberó a los esclavos, fue depuesto.

También en el ambiente católico o cristiano integrista (caso extremo: Cesar Vidal) se habla mucho de que los cristianos fueran los primeros en atender la miseria de los obreros durante la revolución industrial. Eso es falso, o como mucho gravemente exagerado, como si no fueran también cristianos quienes creaban aquellas terribles condiciones de vida. El Manifiesto Comunista se escribe en 1848, y las condiciones eran ya horribles. León XIII responde con la Rerum Novarum ¡50 años después! Es más, el socialismo (sin entrar si es acertado o no) dio esperanza y elementos teóricos, pedagógicos y prácticos a las clases pobres no sólo para aliviar, sino cambiar radicalmente las formas de vida. Me parece eso más radical y razonable que la caridad entendida como opio del pueblo, o entretenerse pensando que "era necesaria una correcta pronunciación del latín como nos pide el Santo Padre" (sic. 1931).

Me llama la atención que el evangelio sea muy claro sobre los destinos del rico y del pobre, o sobre la violencia, y sin embargo el problema según Josef K (tan habitualmente acertado en todo) sea la falta de "teología moral". Cómo es posible que los cristianos estemos más a gusto con el neoliberalismo feroz del IESE, que con los desahuciados y parados de larga duración.

Y quisiera responder a Dionisio: vivo en una ciudad que es puerto de mar, con un barrio pesquero de gente solidaria, espléndida, generosa, bruta, todo corazón y menos pensamiento. Quizás eso era lo que quería Jesús. Tengo claro que si El volviera, estaría a las orillas de algún río de África donde se sufre tanto, donde la explotación del poderoso llega al extremo, pero donde tanta gente ama, quiere salir adelante y "vivir la vida". Dios se ha valido de gente tan improbable como San Agustín (pagano, ateo, gnóstico...), San Francisco (príncipe de la juventud de Asís), San Vicente de Paúl (convertido gracias a un luterano), San Ignacio de Loyola (un militarote desalmado), etc etc etc.

Muchos no tenemos ningún problema en creer en la Iglesia como "esposa de Cristo" "cuerpo místico", pero nos cuesta creer que la caricatura que tenemos sea eso. Si alguien pone en peligro la estructura saldrá trasquilado, ahí está el caso de Monseñor Romero, Rutilio Grande, la Teología de la Liberación. Pero también es cierto que ese Espíritu se manifiesta de mil formas, y que los que queremos que algo cambie no hacemos nada significativo porque lo haga.

Que Dios os guarde

Ramón