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 Tus escritos: Más anécdotas (III).- Dionisio

100. Aspectos sociológicos
Dionisio :

Hola amigos:
Os envío más anécdotas que son continuación de las que habéis publicado el 23 y el 24 de junio...



ANÉCDOTAS (III)

Cap.3 de 'Anécdotas en el Opus Dei'
Enviado por Dionisio el 27-6-2004



Anécdota 7.
Volvamos a D. Traca, protagonista de la anécdota 1, pues este curita da para un libro entero. Este señor tenía un estilo de predicar que enervaba a la mayoría del personal. He de reconocer que a algunos pocos les gustaba, pero eran realmente muy pocos. Las meditaciones de D. Traca eran una mezcla de rayos lanzados por Júpiter tronante a modo de corrección fraterna colectiva, en la que no quedaba títere con cabeza, junto con un torpe conjunto de tópicos. La verdad es que la primera vez te podía llegar a impresionar, pero a partir de ahí era algo simplemente molesto cuando no abiertamente chocante y desagradable. A tal punto llegó el asunto que en mi centro nos quejamos y la comisión regional le restringió sus meditaciones a los numerarios. Ya solamente nos predicaba cuando era imprescindible y no había otro cura disponible. No así los supernumerarios que tuvieron que seguir tragándole en una y otra sección, a pesar de que se quejaban y estaban tan molestos como los numerarios.

Anécdota 8.
Siguiendo con el inefable D. Traca, recuerdo que confesarse con él era particularmente interesante. Si no te aplastaba como a una cucaracha pensaba que no lo había hecho bien, tal era la paternal ternura con la que recibía a los hijos pródigos. En consecuencia, la gente hubiera preferido confesarse con Torquemada resucitado que con este delicado pastor. Resultado: muchos retrasaban la confesión cuando era él quien estaba a cargo de ella. Una vez una cooperadora, bastante audaz, me contó que ella no le tenía miedo a D. Traca porque le plantaba cara en el confesonario y le discutía sus paternales amonestaciones. Más de una vez me vi obligado a reconstruir en la charla fraterna a algunos hermanos míos cruelmente heridos por D. Traca en la confesión. Gracias a Dios había otros sacerdotes para buscar el sacramento de la misericordia divina. Lo que nunca entenderé es como los directores regionales y centrales permitían a este señor seguir machacando almas permanentemente.

Anécdota 9.
El caso es que visto a la distancia este D. Traca me da pena. Su soberbia merece un monumento. Tenía las agallas de decir que a él le habían hecho muchas correcciones fraternas sobre los temas que expongo anteriormente, pero que él no les hacía caso porque sabía que hacía lo correcto. En cambio, él iba por la vida haciendo correcciones fraternas sin consultar a nadie, sobre la marcha, convencido de ser el guardián de la ortodoxia contra los enemigos externos e internos. En las conversaciones más normales, en las tertulias, hablando sobre temas sin trascendencia, que nadie osara decir lo contrario que D. Traca, porque el debate se encendía hasta que sus interlocutores quedaran callados (cosa que muchos hacíamos para evitar la violencia de la escena) o se largaran (algunos lo hacían, dejándole con la palabra en la boca.) Pobre hombre, pero en el fondo le estoy muy agradecido, porque con su comportamiento fue uno de los que me llevó con más firmeza a la puerta de salida. Yo pensaba que si en el Opus Dei hay sitio para una persona así, no puede haber sitio para mí. No quise saber nada con una organización que aceptaba semejante personalidad y comportamiento.

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Publicado el Sunday, 27 June 2004



 
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