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 Correos: Comentario a unas declaraciones de Julián Herranz a El País.- Josef Knecht

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josef knecht :

En una reciente entrevista elaborada por la periodista Lola Galán y publicada en el diario El País el martes 19 de febrero de 2013, el cardenal Julián Herranz, del Opus Dei, realiza unas declaraciones de cierto interés, que no estaría de más comentarlas en esta página web. Dos son los puntos que podríamos analizar.

El primero se refiere al agravamiento de las “limitaciones psicofísicas” del Papa Benedicto XVI como causa que le motivó a renunciar el ejercicio del ministerio petrino. En mi opinión, la expresión “problemas psicofísicos” se refiere a lo mismo que el portavoz Lombardi explicó el lunes 11 de febrero ante los periodistas, poco después de que el Papa anunciara su voluntad de renuncia. Lombardi también aludió a un envejecimiento del Papa, es decir, un deterioro de su salud en los últimos meses, a la vez que excluyó una grave enfermedad física (un cáncer terminal, por ejemplo) y también una depresión. Es verdad que la terminología empleada por Herranz, que en la entrevista recuerda su condición de médico y psiquiatra, es más fuerte o impactante que las explicaciones de Lombardi, pero, al parecer, ha aludido a lo mismo: la depauperación provocada por el envejecimiento. No creo que Herranz haya querido decir con lo de “PSICOfísico”que Benedicto XVI esté mal de la cabeza ni que tenga una personalidad tendente a rarezas excéntricas de comportamiento. Tampoco creo que se deban leer las declaraciones de Herranz a la luz del artículo, penoso y desafortunado, de Yago de la Cierva, Taición a la Tradición, como si los miembros del Opus Dei lanzaran el mensaje subliminal (no explícito) de que Benedicto XVI está algo demente, a modo de sutil campaña de desprestigio del Papa. Además, Herranz, en cuanto cardenal, no tiene más remedio que atenerse a la versión oficial de la Santa Sede al respecto y, aunque se haya expresado con una terminología médica que puede sonar desagradable a los oídos de profanos en materia psiquiátrica, no se desmarca de esa versión oficial: Benedicto XVI ha hecho un acto de humildad y responsabilidad reconociendo que se requiere un nuevo Papa con plenas facultades físicas y espirituales para afrontar los graves retos de la Iglesia Católica.

 

Más preocupantes, desde mi punto de vista, son las declaraciones de Herranz cuando pretende quitar hierro y gravedad a las corruptelas del IOR (Instituto para las Obras de Religión) y a los otros problemas de gobierno en el Vaticano, por él conocidos de primera mano. Aplica el principio conformista que dice «mal de todos, consuelo de tontos», ya que –según él– en los Gobiernos de los demás países del mundo el grado de corrupción y los graves asuntos reservados son mayores y peores que en el Vaticano. Con ello está dando a entender claramente que el Gobierno del Vaticano también se topa con ese tipo de problemas en su propia casa, pero, como son de menor entidad, entonces no pasa nada, y Herranz se queda tan pancho. ¿Cómo no va a ser de menor entidad ese tipo de problemas, si la Ciudad del Vaticano es el Estado más pequeño del mundo? Al mismo tiempo, Herranz desvía astutamente la atención de la periodista que lo entrevista –y de los lectores– comentando la situación injusta de tantos católicos que en el mundo actual son perseguidos en países en que falta libertad religiosa. Esta injusticia, que es legítimo denunciar y combatir, es usada aquí por Herranz como cortina de humo para no entrar a fondo a lo que la periodista le pregunta y a todos nos interesaría saber.

 

El desenfoque de Herranz es claro: no se trata de la cantidad ni del tamaño de los problemas, que en un Estado pequeño han de ser necesariamente más pequeños que los problemas de los Gobiernos de otros países, sino de la cualidad moral de los mismos. La Ciudad del Vaticano está intrínsecamente ligada a la Santa Sede Apostólica Romana, y su Jefe de Estado coincide con que es el Obispo sucesor de San Pedro, cosa que no pasa en otros países: el Reino de España no es a la vez la Sede Apostólica de Santiago, y nuestro Rey no ejerce el ministerio jacobeo. Por tanto, si lo pensamos bien, la gravedad moral de lo que pasa en el Vaticano es cualitativamente mucho mayor y peor que las corruptelas de los demás Estados del mundo. ¿Cómo es posible que Herranz, que no tiene un pelo de tonto, no aprecie este matiz tan importante? En la curia vaticana, el Evangelio debería ser el criterio, absolutamente transparente, de actuación y a día de hoy no lo es.

 

No se equivoca Herranz, en cambio, cuando comenta que el principal reto de la Iglesia –y de sus gobernantes, incluido el próximo Papa– es la nueva evangelización. Ahora bien, ¿cómo se va a evangelizar el mundo actual, comenzando por Europa, donde el proceso de secularización está ya muy avanzado, si un cardenal como Herranz, carente de vigor profético, se conforma con el vergonzoso status quo del Vaticano o, al menos, lo trata con paños calientes? Antes de evangelizar a las gentes del mundo, habría que comenzar evangelizando a los evangelizadores: he aquí la condición sine qua non para que la nueva evangelización sea fructífera.

 

Josef Knecht




Publicado el Wednesday, 20 February 2013



 
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