El tiempo se va volando y más el actual en que los acontecimientos se suceden a ritmo de vértigo. Siempre estoy con el propósito de comentar sobre esto o aquello y las actividades cotidianas me desbordan, no obstante, sigo periódicamente las publicaciones de OpusLibros sin perder detalle. Aprovecho para regocijarme por el éxito de esta página; que desde Villa Tevere emitan un instructivo fechado en abril del 2012 contra la misma explica muchas cosas.  

Cada año en esta fecha comparto con todos el aniversario de mi salida de la Obra, mañana se cumplen 8 años los cuales se dicen pronto pero han sido maravillosos en la reconstrucción de mi vida, una existencia normal, como la de todos, como toda persona de a pie, con sus alegrías, con sus tristezas, sus preocupaciones, sus satisfacciones, la de todo el mundo, la cotidiana, la del día a día...

No me canso de dar gracias a Dios por haber salido con salud mental del Opus Dei. A mi mente vuelve constantemente esa escena de mi vida en la cual frente al mar, en el Malecón de La Habana, lugar al que llegué por casualidad, en un momento de desesperación, cuando me sentía sin rumbo, sin sentido, con un agobio constante porque lejos de sentirme en paz en la presencia de Dios me daba cuenta que me alejaba constantemente de Él; en ese momento de la noche sin saber qué hacer, escuché, así como se lee, escuche en mi alma de una manera que no puedo describir, que la solución a mi sin vivir era salirme para conquistar, ahora sí, el mundo, mi mundo. Mis oraciones constantes eran así respondidas por Nuestro Señor.

No fue fácil, ya lo he contado acá, tres meses de interrogatorios que son para la mayoría de lectores conocidos por haberlos padecido, que me dejaron totalmente aniquilado, con un dolor de cuello agudo, sin poder dormir, unas ojeras que se me veían desde lejos, en fin, ¡qué les voy a contar! totalmente deshecho, me presenté al director y dije que o me dejaban ir como la gente o que yo daba un portazo y fin todo.

Ese día fue el 21 de marzo del 2005, fecha que se me ha quedado grabada a fuego en mi alma, así como aquellas cosas que debía grabar de igual forma, pues ésta quedó sin tanto protocolo, con sencillez, como la vida misma.

¿He sido feliz después? Sí lo he sido y lo sigo siendo. Llevo aún mis batallitas de adaptación porque algunas cosas quedan, pero gracias a Dios lo voy superando. Gracias a los amigos y amigas que he ido haciendo en estos años y sobre todo, gracias a esta página que fue la plataforma que me ayudó a salir del abismo en que me dejó el Opus Dei.

¿Tengo rencor? No, ni mucho menos, pero tampoco siento simpatía hacia el Opus Dei al contrario, espero que pronto llegue el día en que les pongan en su lugar y no sigan dañando tantas vidas, sometiendo a tanta gente a ese infantilismo, a esa aniquilación de sus personalidades, aspiraciones y dones. ¡Y pido a Dios por ello!, porque sigo siendo católico, no por el Opus Dei, sino porque en casa de mi familia “de sangre” se me inculcó con el ejemplo y no con tanta charla y criterios.

¿Llevo una vida torcida o disoluta? Para los de la Obra sí porque decido por mí mismo, tengo criterio propio, voy a Misa porque quiero, rezo –ya no encomiendo- lo que nace en mi alma, voy a fiestas, voy al cine cuando se puede, me compro caprichitos cuando el presupuesto lo permite, Ah y leo, leo de todo y mi vida no se ha deformado, no soy el sicópata que anda promoviendo contra cruzadas anarquistas o cosas similares. Mi vida es ordenada, pero para ellos ha de ser de candidato al infierno de cabeza, tal como me lo predijeron al momento de intentar convencerme para romper la carta en la que solicité la dispensa.

Y sobre todo disfruto el día a día, el instante al instante. Quiero a mis amigos y amigas, formo capillitas, vamos catedrales si me apetece. En síntesis, lo de todo ser humano con el mínimo de coherencia con su existencia, sin tanto tiquismiquis, con verdadera libertad.

Me despido manifestando mi alegría por el nuevo Papa, rogando a Dios que los cambios que emprenderá implique poner en su sitio a organizaciones como el Opus Dei que con su posición sectaria olvidan el verdadero sentido del Evangelio.

¡Un cordial saludo a todas y a todos!

Ángel Valdés Estrada