Se acerca el 19 de marzo. Y como cada año, en el retiro mensual anterior a esa fecha, te sugerirán, recordarán, indicarán, recomendarán, (o cualquier otro de sus verbos favoritos para evitar la palabra "obligarán") a meditar sobre tu permanencia allí dentro.

Supongo que si estás leyendo esto y tienes que renovar (o seguir con la fidelidad o la admisión, etc.) es porque tienes dudas. Tal vez te has planteado abiertamente empezar una nueva vida. Liberarte. Soltar esa carga pesada de normas, indicaciones, criterios, listas y demás, que más que acercarte a Dios y a los otros, te separa de Él y de ellos. Esa carga agobiante que como guante de acero más que adaptarse a tu mano, sientes que la destroza lentamente, con ese peso que después de muchos años quizás puedas sólo llevar a base de pastillas o, tal vez, de una conciencia tan "destrozada" que te permita decir que es blanco lo que los demás ven negro.

En fin, no importa. Ahora sólo querría que soñaras por un momento, que las cosas no son como son.

Imagina que el 19 de marzo no es lo que es. Imagina que la libertad existe, la de verdad. Imagina que uno puede marcharse en cualquier momento sin tener que dar cuenta a nadie. Que el director o la directora, los numerarios o numerarias y demás de tu centro se alegran de que te vayas porque saben que lo quieres y esperan que seas muy feliz. Imagina que en esa meditación del retiro mensual el sacerdote dice que los que se marchan también pueden ser muy felices, igual o más que los que se quedan. Imagina que una vez fuera todo sigue como antes porque nadie se atreve a juzgar una decisión que tú y Dios habéis tomado juntos. Y que puedes volver al centro a saludar cuando quieres. Y que la gente queda contigo. Y te saluda y te quiere igual o más que antes. Imagina que todo eso es posible.

Si eso fuera así, pregúntate: ¿Te irías?

Si tu respuesta es no, la respeto completamente.

Si tu respuesta es no lo sé o sí, lo más probable es que simplemente tengas MIEDO. Sí, es normal. Nos pasa a todos ante las decisiones importantes. Fíjate que "alguien" decía que si al plantear la vocación uno tenía miedo, ése era un síntoma de tenerla. Bueno, pues te animo a ser consecuente: si ante el 19 de marzo tienes miedo, seguramente es un síntoma de que quieres marcharte o de que no tienes vocación. O los dos ;-)

Pero de todos modos, yo no creo en el miedo. Yo creo en el amor. El miedo es el enemigo del amor. O al menos del amor en el que yo creo. ¿De verdad piensas que Dios quiere que le seas fiel por miedo? ¿Quién podría decir que ama a sus padres si sólo lo hace por miedo? El amor destruye el miedo. Y el miedo destruye el amor.

¿Y sabes qué te digo? Que la mayoría de los miedos que tenemos son infundados. Muchos de ellos son simplemente fruto de nuestra imaginación. El miedo a lo que podrá pasar. Incluso se podría decir que el futuro es básicamente imaginación. ¿Por qué? Porque sólo podemos controlar el presente. El futuro se puede preparar, planear, orientar. Pero nada más. El futuro es una posibilidad. Lo que tenemos es el presente. Y cuando en el presente amamos, los miedos desparecen.

A veces nos gustaría tener una seguridad perfecta y completa que nos permitiera no tener que preocuparnos por el después, por el mañana, pero eso no existe. La inseguridad es parte de nuestra vida. Tenemos que vivir con ella. Pero inseguridad y miedo son cosas diferentes. Para ser feliz mañana hay que serlo hoy. ¿Quién puede asegurarnos que mañana seremos felices? Nadie. Eso sí, si hoy somos felices, es más probable que mañana también lo seamos.

Termino.

Si tienes miedo, habla. Habla con la gente que te quiere. Con tu familia, con tus mejores amigos. Con aquellos que te seguirán queriendo igual independientemente de las decisiones que tomes. Porque eso es el amor. Querer a los demás como son. Sin categorías. Sin prejuicios. Sin etiquetas. Dentro o fuera ¿qué más da? Lo importante es amar y ser feliz. Porque... ¿qué tipo de Dios querría que no fuéramos felices?

"Ama y haz lo que quieras" (San Agustín)

novaliolapena@gmail.com

Nota de Agustina.- Para quien no lo haya leído, recomiendo la lectura del testimonio de su paso por la Obra, de Novaliolapena.