josef knecht :
Paso a responder a la primera pregunta o perplejidad
que Daneel
manifestó en su nota del 10.03.2014: ¿por qué se transformó el Opus Dei de
instituto secular en prelatura personal? En continuidad con lo que ya se ha
dicho varias veces en esta página web, la razón de fondo que mejor explica el
esfuerzo de ese cambio jurídico se halla en la megalomanía del fundador del
Opus.
Por un lado, sabemos el deseo inmenso que tenía
Escrivá (o Escriba) de llegar a ser obispo (ver Guillaume [28.09.2012]: Desde
1942 Escrivá intentó ser obispo). El derecho canónico no permite
que el presidente general de un instituto secular –o el dirigente de una orden
religiosa– llegue a obispo en el ejercicio de ese cargo. En cambio, estando al
frente de una estructura jurisdiccional de la Iglesia, como eran en aquellos
años las “prelaturae nullius”, Escrivá ya hubiera podido ser consagrado obispo
al frente de la prelatura.
Por otro lado, en los años 50 del siglo XX había
comenzado, impulsada por la teología católica centroeuropea, la así llamada
“teología del laicado”. Un megalómano como Escrivá no podía permitir que otros
le hicieran sombra; por tanto, alegó a comienzos de los años 60, como explica
Estruch en su libro Santos
y pillos, que él ya había visto la “teología del laicado” el 2 de
octubre de 1928 por inspiración divina, de modo que sólo él era el auténtico
precursor de esa novedad teológica. Permanecer en la figura jurídica de
instituto secular, fundamentada en la espiritualidad del “estado de perfección”
de los laicos consagrados, no estaba a la altura de la novedosa “teología del
laicado”, más bien fundamentada en la “santificación del trabajo”, “autonomía
de las realidades temporales”, “mentalidad laical” y otros conceptos más
modernos que los consejos evangélicos del estado de perfección. De ahí que,
abandonando el vetusto ropaje jurídico de instituto secular y revistiéndose de
un lustroso traje a medida del megalómano, el Opus Dei respondía bien a los
parámetros de la “teología del laicado”, tal y como los estableció el Concilio
Vaticano II (1962-1965), en el que, por cierto, se creó la nueva figura
jurídica de “prelatura personal”.
Es cierto, como dice Daneel, que los planteamientos de
la teología del laicado resultan atractivos a una persona creyente. Muchos
ingresamos en el Opus Dei atraídos por ese ideal evangélico, hasta que nos
dimos cuenta de que la realidad de la vida interna del Opus iba por otros
derroteros, muy distintos a los señalados por las apariencias de su versión
oficial y muchas veces en contradicción con esta. En el fondo, a los gerifaltes
del Opus no les interesa la teología del laicado para nada, como bien ha
mostrado E.B.E.
en su monografía analizando la teología subyacente a los “documentos
internos” de la Obra de Escrivá. Me rectifico: sí les interesa la
teología del laicado a la hora de conseguir cotas de poder político y a la hora
de acumular dinero procedente de profesionales como banqueros, altos empresarios
y otros laicos montados en el dólar o en el euro. Ahora bien, si analizamos la
espiritualidad latente en los “documentos internos” de la Obra de Escrivá, no
encontraremos ahí para nada la teología del laicado; en ellos se plasma el
auténtico espíritu de Escrivá y aún palpita con vigor su megalomanía, con la
que Álvaro del Portillo se identificó al cien por cien; y no olvidemos que los
documentos internos –y no la hermosa doctrina de la versión oficial– son los
que de veras reglamentan la praxis vital y cotidiana de los miembros del Opus,
que en muchos aspectos sigue funcionando internamente como el instituto secular
que fue años antes.
Josef Knecht
Nota:
Publicado el Friday, 14 March 2014
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