luciana :
Querida Sinfonía:
¡Qué pena
me ha dado leer tu correo! Transmites mucho dolor detrás de tus palabras.
Créeme que siento mucho lo que estás pasando.
Me he
decidido a escribirte estas líneas porque lo que planteas respecto al estado de
salud de tu hija me ha inquietado, y considero importante a la hora de intentar
ayudarla, que te interiorices sobre algunos aspectos tales como: ¿Tú sabes qué
medicación está tomando? ¿Quién se la recetó? ¿Bajo qué diagnóstico? ¿Sabes el
porqué de la necesidad de aumentar la dosis?
Mucho se
habla en esta web del llamado “empastillamiento”; aparentemente un método
habitual entre los miembros de la Prelatura para “ayudar” a quienes tienen
dudas de vocación a perseverar. Yo las llamo “pastillas de la perseverancia”, y
dando crédito a los testimonios aquí disponibles, la forma en que se
administran resulta en muchos casos absolutamente irresponsable, quebrantando
todo código ético por parte de los profesionales de la salud que las prescriben.
Es más, en algunos casos esta forma de actuar (por acción u omisión) hasta se
puede considerar un delito –pero no me meto en ello ahora, no viene al caso. Por
esto te sugiero que te informes sobre el tema, en especial el diagnóstico y
tratamiento. Yo en tu lugar intentaría que tu hija se deje examinar por un
profesional (médico psiquiatra) de tu confianza,
absolutamente neutral y ajeno a la Obra.
Por otro
lado me resulta llamativo que la hayan dejado pasar tanto tiempo en casa de sus
padres. Que las directoras hayan aceptado eso es un toque de atención, tómalo
en cuenta. No pase que luego de esta crisis ellas decidan que tu hija “no tiene
vocación”, y a la culpa que ya siente se le sume una sensación de frustración,
un sentirse fracasada por no haber podido estar a la altura de lo que Dios le
solicitaba, y se empeore su estado.
Pues bien,
ahora me gustaría hablarte como madre: las mamás en general (por una especial
gracia de Dios) sabemos lo que pasa por el corazón de nuestros hijos con solo
mirarlos a los ojos. Aunque nos quieran engañar, la mirada de una madre
atraviesa el cuerpo y es como si leyera directamente en el alma. No es para
menos ¡si en nuestro cuerpo se gestaron! Pues bien, tú nos cuentas que a tu
hija no la ves bien, y yo te digo: si TÚ no la ves bien, es que NO LO ESTÁ. Te
digan lo que te digan. Confía en tu instinto, reúne fuerzas y actúa con
decisión. Así como le has dado la vida, tienes el derecho a devolvérsela si
unos desalmados se la están quitando.
Mi
consejo, asegúrate bien de su estado de salud antes de dejarla volver a su
centro, y si tú crees –por lo que te he dicho antes- que tu hija no está en
condiciones de tomar esta decisión en este momento, pues busca los medios de
retrasar su regreso. En esto cuentas con ventaja, pues ya la tienes en tu casa.
Algo que ayuda muchísimo es HABLAR. No me canso de decirlo. Aconséjale que
hable, que hable mucho contigo, con sus hermanos, con gente que la quiere de
verdad. También sería bueno que trate el tema con personas que han estado en su
lugar y han superado el trance. Intenta que escuche la otra campana. Aquí en
Opuslibros hay mujeres que estarían encantadas de hablar con ella y seguramente
le den una visión muy diferente de la que ha escuchado hasta ahora. Y sobre
todo la tranquilizarán, que es lo que está necesitando especialmente.
Y a ella
demuéstrale que la amas –díselo muchas veces, pues las palabras son
importantes. Mírala a los ojos, abrázala, intenta infundirle esperanza e
ilusiones. Explícale que mucho de lo que siente ahora es consecuencia de esas
“pastillas para no soñar” que está tomando. Invítala a escribir una lista de
todas las cosas que le gustaría concretar en su vida, y hazle ver que muchas de
ellas sí son posibles. Tu hija, como tantos otros en la Obra, lo que necesita
más que nada es “una FAMILIA”. Necesita personas que la quieran
desinteresadamente, que la quieran como es, con sus virtudes y con sus
defectos; necesita sentirse valorada y acompañada, en las buenas y en las
malas. Y cuando las palabras ya no bastan, pues la presencia es suficiente. Tu
caricia de madre no pasará nunca desapercibida para tu hija. Como te dijeron ya
antes, dale mucho amor, que lo necesita, y yo agrego: en nombre de ese AMOR
también ponte firme y decídete a luchar por ella. Ella tal vez ahora no tenga
la voluntad para hacerlo, y como cuando era niña y la debías cargar porque sola
no llegaba a ningún lado, tal vez ahora la debas cargar de nuevo –por un
tiempo- hasta que se encuentre fuerte nuevamente para poder hacer pie por sí misma.
Es muy joven para darlo todo por perdido; tiene muchos años por delante, solo
que ahora no los ve porque su voluntad está adormecida. De a poco irá cobrando
confianza y esa culpa que ahora siente se irá yendo poco a poco.
En fin, si
algo no debes perder es la esperanza. Recuerda que “allí arriba” (como diría mi
abuela) hay un Dios que todo lo ve, y tu esfuerzo no caerá en saco roto. Ten
paciencia y confía. Por mi parte estaré rezando por ambas.
Un abrazo,
Luciana
PD: si
quieres contactarme pide mi correo a Agustina; estaré encantada de serte útil.
Publicado el Monday, 05 May 2014
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