guillaume :
El derrumbe del mito Escrivá-Portillo (y VII)
Documentos originales de los reglamentos del Opus de 1941
Conclusiones
Guillaume, 27/06/2014
En esta séptima y última entrega, me parece necesario extraer algunas
conclusiones de todo el material aportado en las entregas anteriores.
Leyendo estos Estatutos del 41 se aprecia la monstruosidad de esta
organización, supuestamente secular pero con un estilo férreamente controlador,
en la que se pretende conseguir cotas de poder mundano y político.
A quienes desde la segunda mitad de los años 60 nos empujaron a asegurar
que la Obra no tenía ni había tenido que ver nada con la política, y nos
creímos el discurso de Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, nos
resulta especialmente irritante leer que el espíritu de la Obra es conquistar
cargos públicos...
También indigna conocer que, ya desde el año 41, la idea de Escrivá era montar una trama de sociedades totalmente controladas por el Consiliario pero que no figurasen como de la Obra, engañando así a todo el mundo: empezando por los propios miembros de la Obra que trabajan en ellas y que se creen que los Directores no son quienes los van a echar o contratar, utilizando para ello las informaciones confidenciales que obtienen a través de la dirección espiritual. Ante esas cosas tan graves, me he planteado dos cuestiones. Ante todo, que cómo es posible que la jerarquía eclesiástica no se diera cuenta de esta monstruosidad. E indagando, he caído en la cuenta de que la única persona de la jerarquía, a la que Escrivá confió abiertamente su proyecto fue el obispo de Madrid, Mons. Eijo y Garay: pues como éste decidió que los reglamentos quedaran en su archivo secreto, nunca más desveló Escrivá a la jerarquía eclesiástica sus verdaderas ideas y procedimientos, presentando –en 1943, en 1947, en 1950 y en 1982- unos estatutos eclesialmente ya maquillados. Por tanto, mi primera pregunta es: ¿Por qué Mons. Eijo y Garay no supo discernir eclesialmente estos dislates y permitió que quedaran ocultos en el archivo secreto de la diócesis matritense? Para responderla, adjunto un artículo sobre sus tensiones con el Nuncio en España, Mons. Tedeschini, que muestra el perfil de un hombre más político que sobrenatural, poco apto para avizorar el daño que supondría para la Iglesia la organización que estaba gestando Escrivá y cuya alma estaba perfectamente reflejada en los Reglamentos de 1941. Son 18 páginas, pero vale la pena mirarlas. Pero hay otra responsabilidad aún más grave: la de Álvaro Portillo. ¿Cómo pudo entregar su vida a un personaje como Escrivá, a quien él veía escribir lo contrario de lo que hacía; a quien veía negar el pasado fabricando una nueva historia; a quien veía ocultar a la Sede Apostólica la verdadera praxis de la Obra y esconder a los miembros de la Obra que las praxis no habían sido aprobadas por la Iglesia? ¿Cómo Portillo pudo estar idealizando ante los fieles de la Obra al mismo personaje al que había obligado a retirarse de la vida pública de la Iglesia, para que no se pusiera aún más en evidencia su carácter desequilibrado e insoportable? Y, ¿cómo ocultó a los miembros de la Obra la obsesión de Escrivá por ser obispo y le permitió que cambiara el estatuto jurídico del Opus tantas veces como le plugo para facilitar sus aspiraciones episcopales?: ahora, en el 43, Sociedad Sacerdotal (mientras enredaba para el Vicariato Castrense); ahora, en el 47, Instituto Secular (para tener más fuerza, con una fundación que fuera universal); ahora, en el 50, la excusa de que tenía que dejar la Obra para fundar lo de los sacerdotes diocesanos, cuando lo que pasaba era que había conseguido que Ibáñez Martín convenciera a Franco de que lo propusiera, primero para arzobispo de Vitoria y, después, para obispo de San Sebastián, y esperaba que aquello tuviera éxito; ahora, en el 55, al ver que no salía para obispo residencial, a hacerle curriculum convirtiéndolo en Doctor en Teología (con el libro que le escribieron de La Abadesa de las Huelgas, que había servido para su doctorado en Derecho), a ver si cuajaba su promoción como obispo titular; ahora, en el 62, ante el fracaso de todos los intentos anteriores, a cambiar de nuevo el estatuto de la Obra, pidiendo a la Sede Romana la Prelatura nullius, para que al convertirse en prelado fuera más fácil que lo nombraran obispo; y, finalmente, en el 65, una vez que consiguieron que nombraran a Portillo Secretario de la Comisión sobre Disciplina del Clero y del Pueblo Cristiano del Vaticano II, a forzar que el Concilio aprobara la artificial figura de las Prelaturas Personales (tan artificial que hasta ahora no hay ninguna más que la Obra), sin importarles que quedaran fuera de la Obra, como meros colaboradores orgánicos, los laicos, que supuestamente eran los principales destinatarios de la fundación de Escrivá. Por muy fanático que fuera Portillo, no consigo entender que perdiera la conciencia hasta esos extremos. Y me parece lamentable que ahora nos lo propongan como modelo de vida cristiana, y encima avalado por un milagro que no tiene nada de extraordinario (hay adultos que han estado en paro cardíaco y se han recuperado sin secuelas después de más tiempo que ese bebé, bien entendido que los bebés pueden aguantar más tiempo que los adultos en ese estado). El pasado miércoles 25 de junio, aniversario de la ordenación presbiteral de Portillo, se escuchaba en el evangelio de la misa el pasaje de Mateo en que Jesús habla de los lobos con piel de cordero. Inmediatamente, me vino al corazón la figura de Portillo, bonachón en apariencia pero peligrosísimo en sus actuaciones: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis” (Mat 7, 15-16). Guillaume Hispania Sacra, LXIV Extra I, enero-junio 2012, 205-222, e-ISSN: 1988-4265 doi: 10.3989/hs.2012.030 LA BATALLA ECLESIAL POR MADRID (1923-1936) LOS CONFLICTOS ENTRE EIJO GARAY Y FEDERICO TEDESCHINI POR JOSÉ RAMÓN RODRÍGUEZ LAGO Universidad de Vigo, Profesor Asociado RESUMEN: Las relaciones entre los dirigentes de la jerarquía católica se ven condicionadas por sus propias cosmovisiones teológicas y sus diferentes estrategias pastorales, pero también por las ambiciones de poder y las expectativas de promoción en el “cursus honorum”. Los conflictos suscitados de 1922 a 1936 entre el Nuncio Pontificio en España, Federico Tedeschini, y el Obispo de Madrid, Leopoldo Eijo Garay, son una excelente prueba de ello. Leer artículo completo Reglamentos. Documentos originales. Entrega I Reglamentos. Documentos originales. Entrega II Reglamentos. Documentos originales. Entrega III Reglamentos. Documentos originales. Entrega IV Reglamentos. Documentos originales. Entrega V Reglamentos. Documentos originales. Entrega VI
Publicado el Friday, 27 June 2014
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