Se ha vertido la acusación genérica por quien acudió a este foro en busca de apoyo y comprensión, hacia quienes bebemos de sus limpias aguas, de que nuestra única aspiración en ella es la de una “mera” terapia personal, minusvalorándola al contraponerla con inacción, pasividad y cobardía. A principios del año pasado reflexioné sobre cuáles podrían ser las poderosas razones por las que muchos caíamos atrapados en esta web al descubrirla de improviso en la fauna virtual, impresionados e impactados por tan peculiar comunicación de sentimientos, ese modo de tratar de sanar con análogas terapias para cicatrizar tan hondas llagas del alma, de afrontar la tarea de reconstrucción vital. Alabé esta gran ocasión que se nos brindaba para ser reconfortados con tan excelsa catarsis colectiva...

Fue entonces cuando propuse la música como parte de la terapia, como ayuda a dar a nuestro dolor su debida dimensión y afrontarlo con cierta positividad. Compartí las inspiradores letras de Ella Baila Sola, dúo musical español que triunfó con sus modernas baladas sobre desamor, identificables con la historia en la Obra. La letra de “Lo echamos a suertes” evoca la crisis anterior a la salida, viendo el gran ideal reducido a mera teoría sin vida, prácticas rutinarias, preguntas sin respuestas, ausencia de afecto. Cuantas renuncias durante tantos años que de repente se rebelan como un sinsentido. Ese “horror vacui”, no saber cómo ni a dónde marcharse, tan costosa decisión una vez detectado el naufragio del proyecto vital que parecía tan mágico al principio. Explicaba cómo nos impactó la lectura de testimonios análogos tras largos años sin saber de la Obra, “volvemos a oír su voz” como lo canta “Cuando los sapos bailen flamenco”, verificando que el inconsciente sigue marcado por tan particular “modus vivendi”. Tras nuestro desmoronamiento interior dolió mucho ser tirado a la basura en horario de limpieza como un juguete roto, cuando de recién pitados fuimos recibidos en el centro al modo de entrada triunfal en Jerusalén, rodeado de hojas de palma como regalo caído del cielo, savia nueva que ignoraba su futuro e irremediable agostamiento. 

Tan buena terapia al escribir y describir la propia historia personal causa el benéfico efecto de desahogo sobre esos años perdidos, en la imprescindible etapa del proceso de reconstrucción personal. Sacar a la luz este grave conflicto emocional de una vida desorientada, no es más que el primer paso para irse desprendiendo de esa densa capa de escamas superpuestas que configuran el síndrome de la “Indefensión aprendida”, que impide defenderse al principio, y con tiempo y esfuerzo hace que la víctima reúna fuerza para pasar a la acción y plantear la batalla de reclamar justicia, mediante denuncias ante la Iglesia, medios de comunicación o los Tribunales. Como vemos, muchos tardan largos años en este proceso.

La teoría de la indefensión aprendida nos ayuda a comprender procesos en que la víctima de presión psicológica (mobbing, violencia doméstica) es incapaz de reaccionar ante situaciones injustas sobre su persona: la persona se inhibe mostrando pasividad cuando las acciones para modificar las cosas no producen el fin previsto. Seligman experimentó con dos perros encerrados en una jaula a los que daba choques eléctricos, teniendo uno de ellos la posibilidad de cortar la corriente con un golpe en el hocico y el otro no. El primero mantuvo la alerta y la energía, mientras que el segundo vivió asustado, nervioso y cayó en la depresión; con actitud de completa indefensión consecuencia del desgaste psicológico provocado por la exposición a un proceso continuado de violencia moral y desprecio.

A la indefensión se llega cuando se expone a la víctima a presión continua, se le sobrecarga de trabajos, o de repente sin explicación se le priva de todos ellos, se le somete a continuos traslados de puesto, se le culpabiliza haciéndole pasar por torpe, descuidado, ignorante, soberbio, pretencioso. Así, la víctima aprende a creer que está indefensa, que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil (rendir la voluntad, el propio criterio, el espíritu crítico, quemar las naves, obedecer o marcharse). La incapacidad para reaccionar es consecuencia del deterioro psicológico que produce la violencia moral de imponer a otra persona vivir y actuar de forma contraria a los dictados de su propia conciencia, agravada por la falta de afecto, añadiendo la repetición y prolongación de actitudes despreciativas.

Cambiando de tercio a asuntos más terrenales, Esquivias expuso que lanzó la campaña en los medios de comunicación reclamando sus años de cotización laboral al Opus Dei consciente de que era inviable ante los Tribunales. Es cierto que legalmente no es indiferente el paso del tiempo en la reclamación de los derechos, pues hay acciones que prescriben tan solo a los seis meses o al año de haber sufrido el daño (negligencias médicas, accidentes de tráfico), y hasta los delitos más graves como el asesinato, no son perseguibles transcurridos 25 años sin haber descubierto a su autor. El instituto de la prescripción castiga la propia desidia del perjudicado en efectuar su reclamación, por exigencias del principio de Seguridad Jurídica. Graves delitos cuyos procesos judiciales llevados con parsimonia tardan muchos años hasta la condena final, obliga a una rebaja considerable en la pena (atenuante de dilaciones indebidas), pues como ya dijo Séneca, no hay mayor injusticia que la justicia tardía.

Las personas dedicadas en exclusiva a labores internas en el Opus Dei, no pueden por ley cotizar a la seguridad social al no ser trabajo por cuenta ajena. La obligación de cotizar tiene un marco legal de cotización tan solo para sacerdotes por el régimen especial del clero. Y aún por este periodo y en este caso, la obligación de afiliarse y cotizar pueden y deben ser solicitadas por el interesado, pues su tal negligencia no puede premiarse por la doctrina de la “compensación de culpas”. Dicha campaña en los medios se rebela pues contraproducente para lograr el objetivo, pues ya sabemos que ellos nunca negocian bajo presión mediática, su primera condición es no hacer ruido, y si ya estaban dispuestos a un acuerdo para regularizar cotizaciones por la etapa como sacerdote (lo que es acorde con la legalidad española), no se entiende por qué se renuncia a la solución más práctica para el fin pretendido, que es el de lograr el periodo de cotización exigido para la pensión de jubilación.

Por eso me pregunto si no será mayor el desgaste de esta guerra mediática tras largos años de inacción, consciente de que carece de amparo legal, cuando tampoco sirve en absoluto como aviso para navegantes, pues quien permanece dentro no se plantea exigir el alta laboral por pertenecer a un consejo local, pues aceptan que va incluido en tan peculiar vocación que les exige “quemar las naves.” Es cierto que lo optimo sería logra la implantación de un código de transparencia que obligase a todas las instituciones eclesiales a regular en sus normas internas la necesaria equidad en la salida de sus miembros, que al salir expidan certificado con los años de pertenencia especificando centros y cargos; y en este caso, copia del compromiso contractual con la prelatura y de la dispensa de los compromisos. Pero ciertamente dichas pretensiones tan solo pueden y deben instarlas quienes allí permanecen.

El abrupto final de esta historia puede resumirse con la expresión que refiere haberse “pegado un tiro en el pie”, que define a quien realiza una acción agresiva equivocada, pues finalmente produjo un daño a su autor al errar en el golpe. En Derecho se denomina “aberratio ictus” (error en el golpe) cuando dirigiendo la acción hacia un objetivo, se ataca a otro diferente del que era inicialmente su enemigo. En definitiva, sin pensarlo demasiado se ha producido un golpe desviado del objetivo, causando un daño a su emisor, siendo su resultado haber “echado el muerto a otro”, refrán cuyo origen está en lo sucedido en ciudades medievales en las que se cobraba una multa por cada asesinato cometido dentro de sus muros, dando lugar a la costumbre de echar a las ciudades vecinas muertos ajenos provenientes de otras.

Acabo dulcificando mi relato con la canción “Mejor sin ti”, como evocación del alivio experimentado al superar el duelo tras la marcha de la Obra, dejando atrás el desengaño, la tristeza, la zozobra y la soledad del periodo de crisis que precedió a la salida. Muy bien expresa el estado de vernos perdidos como un perro sin dueño, como un quinto en día de permiso, solos como un actor sin escenario, tristes como un ciprés en un campo de flores, como un torero al otro lado del telón de acero. Y de forma paradójica, a algo que se quiso tanto, no se le puede odiar de un día para otro, lo que demuestra la importancia del transcurso del tiempo para sanar heridas con la adecuada terapia... aunque quizás pueda ser muy tarde para determinadas batallas.

PINSAPO