Leo las palabras de Josef Knetch y me pregunto sobre su tesis del “fraude de la vocación”. Ciertamente, para los fieles de la Obra que leen esta Web, la convicción de tener una vocación sobrenatural parece algo evidente. Creo que sí, es evidente que cada cristiano es llamado por Dios para una vocación particular. Me quiero centrar en la vocación al Opus Dei, aquello que nos vendieron cuando “pitamos” y dice así Escrivá en “Conversaciones”:

- ¿Cuál es pues el elemento común que caracteriza la vocación a la Obra? ¿Qué compromisos asume cada socio para realizar los fines del Opus Dei? (…)

-“Voy a decírselo en pocas palabras: buscar la santidad en medio del mundo, en mitad de la calle. Quien recibe de Dios la vocación específica al Opus Dei sabe y vive que debe alcanzar la santidad en su propio estado, en el ejercicio de su trabajo, manual o intelectual (…)”

Ahora bien, ¿Qué fiel del Opus Dei se cree esto teniendo ya unos años dentro de la Obra?, ¿De veras se ven a sí mismos como personas que están inmersos dentro de su propio estado, trabajo y su mentalidad es laical? Seamos sinceros: no. Los fieles del Opus Dei coagulan una estructura mental que los distingue de los demás cristianos; tanto… que una persona que ha sido del Opus Dei puede toparse en la calle con otra persona y adivinar casi a un 95% que la otra persona es de la Obra, ya sea por la forma de vestir, pensar, hablar, moverse… Este “estructuralismo” propio de la exposición intensa a la normatividad interna y medios de formación generan el mismo efecto que hace que las historias de las personas que hemos abandonado la Obra sea muy semejante y se sufran los mismos traumas psicológicos post Opus: ansiedad, dolor de cabeza, insomnio, pesadillas, etc., me refiero a los que salen pensando que “traicionan su vocación” no los que escapan felices.

Entonces, ¿Qué es ser del Opus Dei? Creo, sin temor a equivocarme, es “la vocación de buscar seguidores”. A “engendrar hijos e hijas” (Escrivá). Sólo así puede entenderse aquella semejanza ideada por Escrivá respecto a la diferencia entre un cristiano corriente y otro de la Obra: “uno es como un farol que está apagado de día y se enciende de noche, el otro está permanentemente encendido. El que está siempre encendido es el de la Obra” (con su respectivo gasto energético innecesario). Y es verdad, la única diferencia está en que los fieles de la Obra tienen que centrar su cristiandad y caridad al proselitismo, la esencia de su vocación. Ése es el modo cómo se entiende la vocación al Opus Dei: la llamada a engendrar nuevos fieles del Opus Dei, ni siquiera cristianos, sino nuevos seguidores.

Nicanor Wong Ortiz
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