El año en que me salí del Opus Dei plante dos palmeritas en mi jardín. Entonces las saltaban mis hijos. Hoy alcanzan los 12 metros de altura y las tengo muy limpias y cuidadas.

Algunas tardes de cielo azul, me tumbo bajo su sombra, respiro hondo, bebo agua fresca y disfruto viendo los reflejos del sol en sus hojas movidas por una suave brisa que parece mecer a Teilhard. Unas veces estoy solo y otras en compañía de mi familia y de mi perrita.

Mi perrita, que pesa 3,300 kg, es Doctora Honoris Causa en Fidelidad Fundamental por la Universidad Universal. No tuvo que hacer para ello ni admisión ni oblación. ¿Cómo pueden haber en ciertas instituciones personas menos fieles que una perra?... No sé cómo sera el paraíso pero tiendo a pensar en que debe ser algo muy parecido a lo que siento en esos momentos de extrema sencillez casi biológica, de quietud y placidez, donde la carga de las diatribas humanas habituales me parece tan insignificante y lejana... Dios es sencillez... todo lo complicado, lo enrevesado y lo tenso no es de Dios.

Orange