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 Tus escritos: Minucias (VII).- Mientras haya hombres sobre la tierra.- Simplicio

010. Testimonios
simplicio :

Monseñor Escrivá, hoy San Josemaría, solía decir que el Opus Dei respondía a una voluntad específica de Dios y que existiría "mientras haya hombres sobre la tierra".

Esta afirmación se ha convertido en un postulado institucional. Por ejemplo, en la introducción de la publicación interna (y hoy secreta gracias a las maniobras judiciales de SCRIPTOR SA) Cuadernos-7 se dice "Han pasado más de cincuenta años desde la fundación de la Obra: pocos, para una institución que ha de durar mientras haya hombres sobre la tierra".

En mis primeros tiempos en el Opus Dei, a finales de los años 70 del siglo pasado, era algo que se repetía mucho...



 En una convivencia o curso anual que tuvo lugar, según creo recordar, antes de empezar el centro de estudios participé en una "tertulia pirata". La tertulia pirata era un reunión o tertulia fuera de programa, aparentemente clandestina pero en realidad tolerada e incluso fomentada por los directores, en la que se transmitían determinadas tradiciones orales del Opus Dei, adornadas de múltiples sucesos "sobrenaturales" y de criterios dogmáticos sorprendentes, que la institución no se atrevía a proponer de un modo oficial, pero que le convenía que circularan oficiosamente entre los recién llegados. O sea, una especie de "código rojo" para principiantes pero en positivo.

 

Las tertulias piratas solían tener lugar durante el "tiempo de la noche", pero la que refiero tuvo lugar durante el "tiempo de la tarde". Nos reunimos varios numerarios jóvenes, algunos recién salidos de la adolescencia, en torno a un numerario "mayor", buen profesional, que además era profesor en uno de esos colegios que son, pero que no son… Este hombre, J, tenía para nosotros el atractivo de ser un inconformista y de proponer habitualmente en su campo profesional teorías científicas heterodoxas que suscitaban nuestra curiosidad.

 

En esta tertulia pirata se habló, como no, de lo mal que estaba la situación de la Iglesia después del Concilio; en palabras de Escrivá estábamos en "el tiempo de la prueba". De ahí se pasó a divagar de la necesidad de recristianizar el mundo, de la oposición de las fuerzas del mal y de que parecía que estaban llegando los tiempos de la "apostasía general" de las naciones. Toso muy apocalíptico, como corresponde a una tertulia pirata. Alguien sugirió que tal vez estábamos cerca del fin del mundo. Y algún otro replicó que no tenía por qué ser así, ya que a lo largo de la historia de la Iglesia ha habido muchos períodos de crisis, cismas y herejías, aparte de guerras y catástrofes naturales, que a los hombres de la época respectiva también les debieron parecer signos del fin del mundo y que sin embargo, en palabras del Evangelio, no sabemos ni el día ni la hora.

 

Al punto terció J: "Yo creo que el fin del mundo está cerca" -dijo-. Centró inmediatamente la atención de todos, que quedamos expectantes ante sus explicaciones. Y pasó a argumentar su opinión, de un modo que entonces, me pareció extraño.

El razonamiento de J discurrió así:

1º Sabemos que "nuestro Padre" ha dicho que el Opus Dei durará mientras haya hombres sobre la tierra.

2º Todas las instituciones de la Iglesia, sin excepción, han padecido crisis que las han alejado de su carisma original; sus miembros se han relajado, han dejado de ser fieles, y la institución ha acabado extinguiéndose.

3º ¿Pensáis que nosotros, los del Opus Dei, estamos hechos de una pasta especial y que somos inmunes a la tibieza y a la infidelidad?

J estaba convencido de que la Obra necesariamente acabaría desvirtuándose, pero al mismo tiempo creía en la profecía de San Josemaría "mientras haya hombres sobre la tierra". La paradoja solo podía salvarse si el fin del mundo sobrevenía antes de que se corrompiera la Obra, y en su opinión faltaba poco tiempo.

 

Entonces todo aquello me pareció "una falta de criterio", una extravagancia más de J. Me avergüenzo ahora de haber pensado entonces que nosotros, los del Opus Dei, sí estábamos hechos de una pasta especial; que nunca se perdería nuestra supuesta "excelencia"; y que si alguno se desviaba, los directores proveerían de los remedios necesarios para que siempre "se conservara el buen espíritu" porque teníamos una garantía especial del Cielo.

 

Con la perspectiva que dan los años ahora creo que J, en aquel final de la década de los setenta, percibía claramente las disfunciones del Opus Dei, sus incongruencias y sus injusticias, que entonces ya eran patentes para cualquiera con un mínimo de sentido común. Pero, tal como predica la doctrina oficial, todo ello lo atribuía J a defectos de las personas singulares, sin darse cuenta de que el defecto estaba en la propia institución y en la problemática personalidad de su fundador. Por eso continuaba teniendo fe en las profecías de Escrivá. Se daba cuenta de que la Obra iba por mal camino y de que acabaría fatal, pero no supo darse cuenta (o tal vez no se atrevió a expresarlo así ante "vocaciones recientes") de que el problema era institucional. De ahí su extraña conclusión: "el fin del mundo está cerca".

 

Simplicio.

 

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Publicado el Monday, 06 June 2016



 
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