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 Correos: La ausencia de Sanjosemaría en la jornada electoral en España.- Josef Knecht

900. Sin clasificar
Josef Knecht :

Aunque no soy profeta ni hijo de profeta, acerté en la predicción que hice en mi nota del 4 de mayo de este año. Así fue la jornada electoral del domingo 26 de junio en España: «De Sanjosemaría, nada».

 

Me llamó la atención el artículo de contenido pastoral que el nuevo arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, publicó ese mismo día en el diario La Vanguardia (página 52), dedicado a evocar a santo Tomás Moro. Omella rememoró la figura del santo patrono de los políticos en atención a la convocatoria electoral; comienza su artículo con las siguientes palabras: “Hoy estamos convocados a las urnas para decidir la composición de las Cortes Generales españolas. La cita electoral llega la misma semana que hemos celebrado la fiesta de santo Tomás Moro. Como es sabido, quien fue gran canciller de Inglaterra es patrón de todos los hombres y todas las mujeres que han dedicado su vida a la noble y decisiva tarea de sacar adelante la gestión de la cosa pública, buscando el bien común de los ciudadanos”. (Advertencia: santo Tomás Moro se conmemora el 22 de junio)...



Pensándolo bien, nos podríamos preguntar por qué el arzobispo barcelonés se fijó en otro santo de la semana y no en el santo del mismo día 26 de junio, Sanjosemaría Escrivá. Según la versión oficial del Opus, el carisma de Sanjosemaría enseña la santificación en el ejercicio del trabajo profesional a los laicos, incluidos los políticos, que son un factor clave para cristianizar la sociedad a modo de “inyección intravenosa”. A tenor de su carisma, haber evocado la figura de Escrivá hubiera estado plenamente justificado en esas circunstancias; siempre es más próximo a una convocatoria electoral del año 2016 en España un santo español del siglo XX que no uno inglés del siglo XVI. ¿Por qué se alejó Omella en el espacio y en el tiempo yéndose a la Inglaterra del siglo XVI y no se quedó en la España contemporánea? En la Basílica de Nuestra Señora de la Merced de Barcelona se encuentra muy cerca del camarín de la Virgen un rimbombante bajorrelieve de Sanjosemaría que recuerda su viaje, tempestuoso y mareante, en el barco “JJ Sister” desde el puerto de Barcelona hasta el de Génova, para llegar a Roma el 23 de junio de 1946, fecha que esta vez también ha caído dentro de la misma semana y ¡atención! en su septuagésimo aniversario.

 

Ponderadas todas esas circunstancias, ¿no hubiera sido más coherente haber evocado a Sanjosemaría en vez del lejano santo inglés? Pues no. El arzobispo Omella hizo muy bien en aplicar el criterio que expliqué en mi nota del 4.05.2016, según el cual el santo del día se omite litúrgicamente en un domingo y, por tanto, «De Sanjosemaría, nada». Omella fue prudente evocando a un santo mártir de otro día de la semana, el patrono de los políticos. Si hubiera cometido la imprudencia de dedicar el comentario dominical de La Vanguardia a Sanjosemaría bajo el pretexto de la santificación del trabajo en medio del mundo, su artículo hubiera sido malinterpretado con facilidad por las dos razones siguientes.

 

Primera razón. En el imaginario colectivo español, el Opus está relacionado desde el período franquista con el poder socio-económico de la derecha y con gente rica. Por tanto, es contraproducente presentar a Sanjosemaría como un referente moral a quien tener en cuenta a la hora de elegir el voto con criterio evangélico. Es más, los lectores hubieran podido interpretar que el arzobispo barcelonés estaba haciendo propaganda electoral del partido político en el que los hijos e hijas de Sanjosemaría acostumbran a militar. Y una insinuación partidista o clasista hubiera sido un error garrafal por parte del señor arzobispo.

 

Segunda razón. Por desgracia, una lacra de la vida política española son los abundantes casos de corrupción cometidos por políticos de diversas tendencias y filiaciones. Varios miembros de la Obra de Escrivá protagonizan en la España actual casos de corrupción que no voy a enumerar ahora porque ya se ha hablado de ellos en esta página web. Vienen a ser como una “inyección intravenenosa” en la sociedad. Sólo mencionaré el reciente escándalo del barcelonés Jorge Fernández Díaz, que se presentaba como cabeza de lista de su partido político precisamente en la provincia de Barcelona, lo cual no facilitaba que Omella elogiase la figura de Sanjosemaría en el fragor de la polémica. En efecto, los hijos y los seguidores de Sanjosemaría dedicados a la actividad política (caso Matesa, caso Rumasa, caso “Fernándezgate” y varios más) no lo ponen fácil a los obispos españoles en orden a que puedan presentar a Escrivá como maestro de la santificación del trabajo profesional, de ahí que el arzobispo Omella acertara de lleno en prescindir del santo del día a favor de un santo de otro día de la semana para escribir su artículo dominical de La Vanguardia.

 

Después de felicitar al arzobispo Omella por su artículo, me permito criticarlo, pero no sólo a él, sino a todo el episcopado español por la tibieza con que reacciona ante los clamorosos casos de corrupción política en nuestro país. Me parece que Dionisio (24.06.2016) tiene razón cuando sostiene que una herencia del período franquista que aún perdura en la España de hoy es la condescendencia con que la sociedad contempla los casos de corrupción política y la inmunidad que dispensa a los políticos corruptos. Los partidos ganan o pierden las elecciones al margen de sus corruptelas, porque el electorado no castiga a los corruptos como se merecen. Mientras tanto, los obispos callan ante estos casos o aluden a ellos con la boca pequeña, soslayando así las exigencias de la misión profética de la Iglesia, que les debería llevar a denunciar sin tapujos los escándalos. Por lo menos, se acuerdan de santo Tomás Moro en lugar de Sanjosemaría: algo es algo, y por algo se empieza.

 

Josef Knecht




Publicado el Friday, 01 July 2016



 
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