Durante mi paso por el Opus Dei conocí 3 Consiliarios o Vicarios Regionales (creo que ya no les gusta llamarles Consiliarios, aunque me parece que la denominación sigue siendo válida): don Florencio Sánchez Bella, don Tomás Gutiérrez y don Ramón Herrando.

El único encuentro personal que tuve con don Florencio se sustanció en una bofetada. Me preguntó algo en un pasillo, no le entendí bien y le pregunté “¿cómo?”, y su respuesta fue una bofetada. Es curioso, porque creo que me pasó un poco lo que comentaba en mi escrito sobre el doblepensar: pensé algo así como… “¿y eso? ¿A este tío qué le pasa, es tonto o lo siguiente?” [bueno, lo de “o lo siguiente” no lo pensaría porque es un modo de decir muy reciente; pensaría más bien “es tonto o tonto y medio”]. Pero al mismo tiempo acepté algo así como: “es su forma típica de mostrar cariño, y es el representante del Padre en España… eso me ha molestado por amor propio”. En fin, lo que ahora pienso, mejor no decirlo, por aquello de evitar aquí los tacos.

Con don Tomás apenas estuve en un par de tertulias, me pareció un hombre bastante anodino. Alguna vez pensé, aunque reconozco que sin mucho fundamento: “¿no tienen a nadie mejor para hacer cabeza en la región?”. Porque me daba la impresión de que habría en España decenas de sacerdotes de más talla. (A día de hoy, pienso que fue el mejor, o menos malo, de los tres).

A don Ramón le conocí ya en tertulias como laico, cuando era delegado del Padre en España, e incluso antes. Después, ya como Consiliario, estuve en alguna meditación, alguna tertulia, y alguna charla de esas multitudinarias que había para directores y celadores. Me ponía un poco enfermo esa forma suya de hablar en la que apretaba los dientes para decir algo incisivo (por decirlo suavemente). Incitaba a la agresividad apostólica poniendo ojos como de enajenado y un tono de voz de película de miedo: “¡Hay que morder en la yugular al pitableeee…!” y cosas similares. En una de esas charlas multitudinarias, recuerdo que la idea central fue que toda persona tiene un número limitado (no infinito por tanto), de noes. Así que era cuestión de proponer las cosas (dirección espiritual, incorporación a un círculo, asistencia a una meditación o un retiro, planteamiento de la vocación…) una y otra vez. El susodicho terminaría agotando sus noes. La cosa estribaba entonces en reiterar la propuesta en poco tiempo. Por ejemplo, si el número de noes que tiene un persona en su reserva es de mil, habrá que abordarle para ello mil y una veces, para que diga sí. Pero claro, si tú se lo propones una vez a la semana, pasarán diez años y todavía te faltarían otros diez. Conclusión: como ese no es el ritmo que quiere Dios (o el Padre, o ambos, que viene a ser lo mismo), tienes que decírselo diez veces al día, para conseguir la meta en apenas 3 ó 4 meses. (Entiendo que resulté difícil de creer que una persona de tal rango sea capaz de “argumentar” tamaña sandez, pero estaríamos unas 200 personas, a lo mejor algún lector estuvo presente y lo puede confirmar). Luego pensé si era eso muy distinto a los interrogatorios policiales realizados bajo tortura hasta que el detenido confiesa por agotamiento y firma lo que haga falta….

En mi opinión, don Ramón representa la quintaesencia de lo peor de lo peor del Opus Dei. Es la versión corregida y aumentada del tipo de proselitismo feroz y agresivo estimulado por don Florencio, donde el fin justifica los medios. Eso sí, formado muy directa y personalmente por don Álvaro y don Javier. De casta le viene al galgo.

Savonarola