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 Tus escritos: Recuerdos.- Maripaz

040. Después de marcharse
maripaz48 :

Como ya os conté, con motivo de mi marcha, estoy haciendo un poco de orden entre mis cosas para ver lo que merece la pena llevar, con lo cual me estoy encontrando las cosas más variopintas por los armarios.

Reconozco que soy un poco "urraca" como se suele decir. Nada más me descuido voy almacenando todo lo que me parece interesante, sobre todo si se trata de cine, música, libros y cámaras fotográficas. Recuerdo que el desprendimiento de los bienes materiales era mi campo de batalla para los exámenes particulares y nada más que mi directora que insinuaba algo que podía ser motivo de no estar viviendo el espíritu de la obra, mi preocupación era enorme. Nunca logré estar en paz conmigo misma en ese aspecto. De carácter, soy muy simple, nada complicada, pero me hacían ser escrupulosa al máximo con sus doctrinas de espíritu.

Pues bien, tengo una caja llena de cinturones y al abrirla me encontré uno de piel marrón que me trajo muchos recuerdos.

Las notas de los Nocturnos de Chopin (siempre pongo música mientras limpio o cocino) me sumergieron por unos instantes en las calles de Sevilla. Una tarde de sábado estuvimos en el Corte Inglés de compras. A las puertas, siempre se podían ver puestos de hippies con sus baratijas y su manera peculiar de vestir. Me encantaba pararme largo rato contemplando aquel mundo suyo que se antojaba mágico por su vida bohemia. Bien es verdad que mis acompañantes siempre tenían hacia ellos algún comentario despectivo porque no encajaba para nada su mundo con el nuestro. Fue en unos de esos puestos donde vi un cinturón de piel marrón que quise fuera mío. 

Cuando llegó la nota de que podíamos ponernos pantalones, me hizo una enorme ilusión pues hacía tiempo que deseaba hacerlo. ¡Mi trabajo me costó! Al ser las pioneras, estábamos a merced de miradas inquisidoras de unas y otras. Menos mal que siempre he sido delgada y eso ayudó a pasar la censura, dado que no había demasiado peligro de que se notaran mis carnes femeninas demasiado voluptuosas. No recuerdo bien si fueron unos vaqueros con una blusa azul el complemento ideal para aquel cinturón que había visto, o más bien el cinturón un complemento ideal para aquel modelito, e hice lo imposible para conseguirlo. 

Ahora descansa en una caja, mientras por unos instantes le he dado vida con mis recuerdos.

Al lado de la caja, en la estantería, veo un libro de poemas de D. Jesús Arellano, que conservo y del cual os conté ya su historia. Y puedo ver al viejo profesor sentado a la mesa observando por encima de sus gafas al resto de los comensales, en silencio. Apenas hablaba, pero yo sabía que era poeta, y los poetas observan...

Vivo en la casa familiar que necesita una reforma integral, por eso me voy de aquí a una nueva. Sus paredes conservan retazos de mi historia de niña y adolescente y la de mis seres queridos. De alguna manera les tengo muy presentes en cada objeto que conservo.

Pero volvamos a mis recuerdos. 

Encima de la mesa, puedo ver una fotografía mía a tamaño natural enmarcada encima de un pequeño caballete que compré un día con la intención de pintar. Recuerdo que me la hizo, Enrique, un fotógrafo muy bueno de la época. Debieron pedir de la Delegación una foto más actual para mi ficha personal y me dieron las que sobraron para que les enviara una a mis padres. Era muy joven entonces y estoy bien guapa. Aún así, mis amigos al verla me han comentado que tengo un halo de tristeza en mi rostro. Quizá entonces yo no era muy consciente de que mi vida no era plena, pues estaba bajo la influencia del adoctrinamiento y no veía más allá, pero mi expresión lo empezaba ya a acusar.

También conservo una vieja maleta de aquella época. Con el paso del tiempo, las he ido renovando, pero ésta ahí está. Recuerdo una noche que me disponía a dejar al lado del contenedor otra de las que había traído de mi último centro (al día siguiente pasaba el ayuntamiento a recoger objetos para llevarlos al punto limpio). Me iba desprendiendo por entonces de todo aquello que me recordara a mi antigua vida. Eran las diez y media de la noche, una hora prudente evitando miradas curiosas de vecinos. Me acompañaba mi perra. Cerré la puerta y salimos a la calle. Debía tener una pinta curiosa si alguien me observaba por alguna ventana...

Casi como en ceremonial, deje la maleta allí, como quien deja un pedazo de su vida. Aquella maleta me había acompañado en mi ir y venir a mi pueblo, cuando la duda me corroía si estaría haciendo bien o no, al tomar la decisión de dejar todo. Las maletas siempre me sugieren temas para mis relatos. Hay todo un mundo de sensaciones dentro de ellas. Son compañeras de viaje. Nunca mejor dicho...

Pero en aquellos momentos, mi seguridad era certera. Por eso sin más miramientos la dejé.

Pero cuál fue mi sorpresa que al intentar abrir la puerta de casa, no pude hacerlo. Se había roto la cerradura.

¡Uff, menuda faena!

Parecía como si una fuerza desconocida de había aliado aquella noche para no dejarme entrar en mi nueva vida de nuevo y me hubiera cerrado la puerta. Aquel objeto que ansiaba soltar, se negaba a dejarme marchar.

Como pude, llamé a un cerrajero con la ayuda de una vecina y al cabo del rato pude refugiarme en mi nuevo mundo.

Jajaja, que imaginación tengo.

En fin, son algunos recuerdos que quería compartir con vosotros.

Muchos besos.

Maripaz

 

 




Publicado el Monday, 15 May 2017



 
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