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 Tus escritos: Recuerdos del centro de estudios.- dlmO

070. Costumbres y Praxis
dlmO :

Hice el centro de estudios en cemO (centro de estudios de la delegación de Madrid Oeste) que, de puertas afuera, se llama Colegio Mayor Santillana aunque creo que, actualmente, no es un centro de estudios o, cuanto menos, es a la vez un “colegio mayor abierto”, es decir, como indiqué en mi artículo sobre el Moncloa, es un colegio mayor donde conviven numerarios con gente que “aún” no es de la Obra. Quizá se deba a la "crisis de vocaciones" que, personalmente, no creo que sea tal sino que, a Dios gracias, los jóvenes cristianos "pitables" se van dando cuenta de que, si Dios llama, no es por ahí, no es por ahí... Pueden consultar la web oficial del Santillana.

Por aquel entonces (finales de los años 90 del siglo pasado) no era “abierto” sino exclusivamente lo que se entiende como “centro de estudios” que, para los profanos entiendan, es un lugar y un tiempo que los numerarios dedican a una formación intensa cuando se incorporan a la Obra (se realizan las asignaturas de un trienio de filosofía pero, sobre todo, se aprende a vivir conforme a las normas y costumbres de la Obra, que deben quedar grabadas a fuego para el resto de su vida)...



Lo mismo, me parece, sucede con las chicas aunque, reconozco, no sé exactamente si las numerarias auxiliares hacen o no centro de estudios (si alguien puede ampliar este tema, estupendo).

Normalmente, un numerario se incorpora al centro de estudios tras pasar algo más de 1 año fuera, como adscrito del centro en el que “pitó” (pidió la admisión), viviendo con su familia o donde acostumbrara. El momento de entrar en el centro de estudios suele ser a comienzos de julio, para aprovechar el verano estudiando allí. En total se pasaban tres veranos, cursando asignaturas varias de filosofía y recibiendo, según la situación de cada uno, asignaturas complementarias de apologética cristiana y, sobre todo, charlas, muchas charlas sobre el espíritu del Opus.

La mayor parte de los numerarios entraban con 17 ó 18 años y con alguna excepción –rara- de chicos que habían pitado mayores. Así, pasado el verano, ya en septiembre, casi todos iniciaban sus estudios universitarios, que debían compatibilizar con los estudios “internos”. Durante el curso, de octubre a junio, creo recordar que no se hacían asignaturas de filosofía, pero los sábados por la mañana siempre venía el vocal de San Miguel de la delegación para darnos una charla sobre el Catecismo de la Obra. El verano que me incorporé a cemO éramos muchos, no sabría decir exactamente, pero calculo que unos cincuenta o sesenta numerarios que nos dividíamos en tres grupos, como tres subcentros, uno en cada planta, al frente de cada cual había un subdirector, un subsecretario y un cura. El consejo local del centro, propiamente dicho, estaba formado por el director, los tres subdirectores, un secretario y uno de los curas. Cada subcentro tenía aparte sus tertulias y un oratorio donde hacía la oración de la tarde y el examen de la noche. Sin embargo, para la oración de la mañana nos juntábamos todos en el oratorio mayor y teníamos la misa. Por supuesto, también nos juntábamos todos en el comedor y a las mismas horas.

El centro de estudios tenía al carácter de “colegio mayor” y se había logrado adscribirlo a la Universidad Autónoma de Madrid. Esto tenía muchas ventajas, siendo la principal que se daba una apariencia de “normalidad”, de que el numerario era “un tío de la calle”, como cualquier residente de otro colegio mayor más. Además, los colegios mayores, por tratarse de entidades de enseñanza universitaria tienen una bonificación importante en el Impuesto sobre Bienes Inmuebles, lo cual, dada la enormidad del edificio, era un tema muy importante. Esta bonificación se podría haber también conseguido si el local fuera calificado de “eclesiástico” pero, claro, esto iba en contra del “espíritu laical” de la Obra, así que ni pensarlo.

La realidad es que la vida dentro del centro de estudios era totalmente conventual. Este Colegio está situado en una zona privilegiada, en la elitista urbanización de Mirasierra, situada al noroeste de Madrid. Pueden verlo en Google Maps. Toda la parcela es el Colegio Mayor, estando la entrada por la calle Marbella 60, exceptuando la zona de la administración, que tenía la entrada por la calle de atrás (calle Peña Santa). Por dentro, la separación entre ambas secciones –de varones y de mujeres- estaba diseñada de una complicada manera de forma que numerarios y numerarias jamás se vieran –fuera del comedor- y la administración pudiera “pasar” a limpiar sin que los numerarios se dieran cuenta. De modo que “siempre estaba todo limpio”. A ello ayudaba el horario que, de forma obligatoria, todos debíamos seguir. Así, durante el curso, nos levantábamos a las 6h20, nos duchábamos, vestíamos y acudíamos al oratorio grande para empezar la oración a las 7h. y tener la misa a las 7h30. Esta, junto a la “acción de gracias” terminaba sobre las 8h10 y a las 8h15 estábamos en el comedor desayunando. Los fines de semana se retrasaba todo media hora, para poder dormir algo más.

Mientras estábamos en la oración y en la misa en el oratorio, la administración cerraba el anteoratorio, con lo que quedábamos “atrapados” durante ese tiempo, y limpiaba las zonas comunes de esa zona: la sala de estudios, sala de estar, salón de actos, pasillos y un ala en el que estaba el despacho del cura y el dormitorio de uno de los subdirectores, así como varias salitas de visita. Otras de las numerarias, prepararían el desayuno por lo que, a las 8h15 lo encontrábamos servido en el comedor. A las 8h30 se iban los que tenían clase y, los que no, se quedaban estudiando o haciendo normas. Normalmente por la mañana los directores se iban a la delegación, bien porque trabajaban allí o bien porque hacían “lo que quiera que hiciesen los directores en la delegación”. Aunque siempre se quedaba alguien “haciendo cabeza”.

Mientras los numerarios estábamos en la sala de estudio, la administración “pasaba” a la zona de los dormitorios para limpiarlos, llevarse la ropa sucia, dejar la limpia y también a la zona del oratorio grande. Previamente el secretario, acompañado de otro numerario hacía una rápida ronda para asegurarse de que la administración no iba a encontrarse a nadie en esas zonas y cerraba las puertas por nuestro lado. Dice el “Vademecum” que a la mejor “administración ni se la ve ni se la oye” ¡que jodido el “santo” Marqués de Peralta! Y, efectivamente, salvo en el comedor, no se las veía jamás. A mí siempre me quedaba por dentro como una necesidad de agradecer los cuidados que recibía: la ropa limpita y planchada, la comida exquisita, la limpieza general…. Pero, alguna vez que lo comenté en la dirección espiritual, me dijeron que el mejor agradecimiento era rezar por ellas y por la unidad de la Obra. Pues eso.

Como decía, la distribución interna del centro era laberíntica, como ya habrán imaginado. Si ven el plano de Google Maps verán desde la calle Marbella y hacia atrás, primero un edificio frontal en el que estaban el vestíbulo, varias salas de visita, la portería, la sala de estudios y varios despachos. Eso en la planta baja. La planta semisótano y la primera era de otro centro independiente, Amura, un club juvenil para niños. Los numerarios que lo atendían vivían en el primero y en el semisótano tenían una sala de estudios, un oratorio, un laboratorio de ciencias y varias salas. Esos numerarios, sin embargo, comían con nosotros, imagino que para aprovechar las ventajas de tener “administración ordinaria”.

En el plano, siguiendo el edificio ,y a la derecha, verán a continuación un cuadrado de color blanco. Eso era el techo del oratorio principal que, creo recordar, tenía arriba una terraza, que no se usaba. A continuación verán un patio de luces rodeado de edificios con ladrillo rojo. A ese patio daban varios dormitorios, y baños. Por la izquierda, verán varias alas. Las tres primeras eran nuestras; de la primera (sala de estudio) ya he hablado. La segunda contenía los dormitorios y despachos del consejo local, directores y subdirectores, la secretaría y, en la planta superior, dormitorios de residentes. La tercera tenía, en el bajo, un vestuario con duchas y un “bar” donde se servían las cenas frías los sábados (en que la administración "descansaba" y no servía el comedor, pero dejaba las cenas frías preparadas) en la primera, el comedor principal y en la segunda un comedor “de gala” para recibir personalidades especiales, bien de la Obra o de fuera. Por último, los edificios que dan a Peña Santa era la “parte de ellas”, es decir, la zona de la administración. Donde, digo yo, estarían las cocinas y despensas, lavandería, planchero y su residencia. De todos modos, su zona estaba en algunas partes imbricada con la nuestra, respetando la separación total.

Recuerdo que un verano me asignaron una habitación llamada “la indiscreta” porque estaba situada justo debajo del oratorio “de ellas”. En esta habitación podía oír cuando entraban –creo que entraban con zapatos con algo de tacón, a juzgar por el ruido- a continuación se escuchaba un golpe sordo en el techo, que sería el ruido de sus rodillas al hacer la genuflexión delante del Santísimo y, a veces, alguna risita, que, imaginaba yo, en la meditación el cura les estaría contando algo divertido. Al terminar la misa, oía de nuevo el golpe de las genuflexiones al salir y, en ocasiones, las oía cantar “estas son las mañanitas que cantaba el rey David” por lo que, suponía, sería el cumpleaños de alguna. Si nosotros, ya de por sí, madrugábamos, imagínense ellas… Eso me provocaba preguntas que no hice nunca y aprovecho para hacerlas ahora por si alguien pudiera responderme: en las misas de la sf (sección femenina), ¿las numerarias “ayudan” al cura como hacíamos nosotros (hacer la primera lectura, poner el número de formas necesarias, presentar al cura el aguamanil para el lavabo, llevar las vinajeras al altar, tocar la campanilla en el momento de la consagración y sostener la bandeja de la comunión)? Las numerarias, al final de la misa, ¿cantan los motetes que cantábamos según qué día de la semana (“pax in caelum”, “Ad Joseph celebrent”, “oremus pro pater” etc.)? Las numerarias, ¿ayudan en el anteoratorio al cura a revestirse?

Volviendo al plano, verán varias pistas de deporte y dos piscinas. Las de la izquierda eran nuestras y las de la derecha las de la administración. Ni que decir tiene que ni ellas podían vernos a nosotros ni nosotros a ellas en tales lugares. Altas vallas separaban una zona de la otra y, cuando limpiaban nuestra zona, no podíamos salir a la piscina o a hacer deporte. En nuestra zona había, como ven, la piscina, una cancha de tenis y otra polideportiva. De por medio, jardines, bancos, fuentes, etc. De su lado, una cancha de tenis y una piscina que, por cierto, ignoraba que existía hasta verlo ahora en Google Maps. En la web oficial del Santillana verán fotos de las instalaciones y, por cierto, veo que ahora tienen gimnasio con aparatos de musculación. Antes, cuando no era “abierto” no habría tenido sentido, imagino. Y por hoy ya me he alargado demasiado y les pido disculpas. Espero continuar contando cosas del centro de estudios. Saludos.

dlmO




Publicado el Friday, 26 May 2017



 
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