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 Tus escritos: Una historia más (III).- Lupe

078. Supernumerarios_as
Lupe :

Una historia más (III)

Lupe, 19/02/2018

 

Érase una vez en América

Nuestra boda fue como las bodas de todas las chicas de mi entorno. Subrayo: todas las chicas de mi entorno eran supernumerarias jóvenes o simpatizaban con la Obra. Yo invité 10 amigas con sus novios, otro tanto Eduardo, vinieron nuestros tíos y primos, y nuestros padres se encargaron de poblar la ceremonia con un nutrido grupo de amigos y relaciones que en total sumaron más de 300 personas. Yo no conocía a la mayoría de quienes me saludaban al finalizar la misa. Es que las bodas eran entonces una ocasión para fortalecer lazos de amistad y forjar nuevas relaciones. Eran eventos sociales en los que los padrinos (los padres de los novios) tomaban la iniciativa. Inclusive en las invitaciones a la boda eran ellos quienes invitaban...



Algo así: Fulanito de tal y Menganita invitan a Ud. a la boda de su hija Pepita con el señor tal y cual. Ya en ese momento la costumbre estaba cambiando y la moda era que invitaran los mismos contrayentes pero eso para nosotros no era tema a discutir. En fin, que yo lo único que pude decidir de mi fiesta fue el color de los manteles y poco más. El sacerdote que nos casó era el confesor de nuestras madres. Hasta el vestido de novia estaba ya predeterminado, pues las supernumerarias, por ejemplo, no se casaban con los hombros al aire. Era moda entonces los vestidos strapless, creo que en España los llaman “palabra de honor”, pero nosotras no podíamos así que fue la modista y mi madre quienes diseñaron el vestido para mí con los hombros bien cubiertos. 

Recuerdo un dato curioso. Unos días antes de la boda recibí una llamada de una supernumeraria joven con la que alguna vez habíamos coincidido en algún retiro. La verdad nos conocíamos poco; yo además del nombre no sabía nada de ella. Pero… alguien le pasó mi número de teléfono y luego de felicitarme por la boda, como al pasar me dice: escucha, vendría muy bien si tú pudieras destinar el dinero de la colecta de tu misa de esponsales para sacar tal labor adelante (labor propulsada por mujeres de la Obra). Me han contado que irá mucha gente y ese dinero nos vendría muy bien. Honestamente me quedé helada. Había pensado que ese dinero quedara para la Basílica. Ellos destinaban la plata de las colectas de misa para un hogar de ancianos que promovían. Hasta en esos “detalles” llega la mano larga del Opus Dei. No obstante, se les olvidó avisarme, mi suegra ya había dispuesto de la futura colecta para ayudar con la remodelación de una casa de retiros. Todo quedó en familia. Me hubiera gustado saber cuánto dinero se recaudó.

Continúo. Ya en la fiesta mi suegro bendijo la mesa; se paró, sacó un papel y empezó el discurso de bendición que duró algunos minutos. Me acuerdo que yo miraba el piso pues me dio un poco de vergüenza, era un pelín exagerado. Cenamos y llegó la hora del baile. 

¡¡¡La música!!! Eso sí era un problema porque las letras de las canciones que bailáramos no podían desdecir del cargo y posición que ocupábamos las supernumerarias. Así que si sonaba un reguetón, una salsa o alguna cumbia (ritmos de por sí bien mundanos) había que estar bien atento; muchas canciones estaban proscriptas por sus letras indecentes. Al disc jockey mi cuñado (numerario) lo volvió loco. En más de una oportunidad le hizo cambiar la música en la mitad de la canción. Claro, no tenía otra cosa que hacer y se paró al lado de la cabina de música e iba indicando qué poner y qué dejar de lado. Nadie le había otorgado esta función pero allí estaba y había que soportarlo. De repente se paraba la música en la mitad de una canción y empezaba a sonar otra; todos nos mirábamos extrañados, pasábamos de Elvis Crespo a Erasure de un sopetón. Y conste que había que tener mucha imaginación para encontrar algo pecaminoso en las letras de Elvis Crespo –pero mi cuñado siempre se especializó en encontrarle el pelo al huevo-. En inglés era más fácil porque la gente no prestaba mucha atención a lo que se cantaba, sobre todo después del primer brindis.

Que mi cuñado numerario haya venido a nuestra fiesta de boda fue todo un acontecimiento. Desde hacía muy poco se permitía a algunos numerarios acudir a reuniones familiares. Era una suerte que viviera en la misma ciudad; a uno de mis hermanos, también numerario y que hacía el centro de estudios en otra ciudad, no le permitieron venir y eso que mi padre ofreció pagar su billete. No fue muy claro el motivo, pero así era y no se cuestionó. 

Tal vez no cuestioné nada de ello -ni mi papel secundario en mi boda ni la ausencia incomprensible de mi hermano- porque a esa altura yo ya estaba acostumbrada a que las cosas se hicieran como se tenían que hacer, y quienes poseían el know how de todo eran mis padres en casa, lo había sido mi tutora en la escuela y las directoras y el sacerdote lo eran en los centros. Es muy triste y avasallante viéndolo a la distancia, pero en ese momento no me daba cuenta. Estaba programada para acatar lo que viniera y eso era lo que hacía.

Por su parte, a Eduardo le importaba todo muy poco. Regresó de USA una semana antes de la ceremonia y lo único que quería era que pase todo rápido. 

Nos casamos y a los pocos días nos instalamos en Estados Unidos donde Eduardo había firmado contrato por 2 años. Haciendo retrospectiva puedo afirmar que durante esos dos años en América hemos pasado los mejores momentos como pareja. Fueron dos años mágicos. Por primera vez en mi vida me sentí libre. Claro, nunca había podido hacer lo que me viniera en ganas, y cuando me casé fue como salir de una prisión. Eduardo por el contrario era más libre y todas las costumbres religiosas que habíamos aprendido en nuestros hogares las olvidó al instante apenas cruzamos la frontera. Él enseguida dejó de confesarse con un sacerdote del Opus Dei (al poco tiempo ya ni se confesaba), empezó a ir a misa solo cuando le apetecía y ya no rezaba el Rosario pues lo encontraba innecesario y aburrido. Los dos visitábamos Centros de la Obra aunque él iba solo de vez en cuando y más para cumplir que por verdadero interés. Yo tenía muchas actividades allí y me gustaba estar con las otras supernumerarias. Muchas eran latinas y si bien discrepábamos en la forma de manejarnos con el dinero, en general era bueno estar con ellas. 

Las supernumerarias que conocí eran muy rezadoras. Nos reuníamos en nuestros hogares a rezar el Rosario, hacíamos romerías y a veces la lectura y las preces. También gastaban mucho dinero, como si fuera una forma de diferenciarse de las demás. Algunas tenían una especie de complejo de inferioridad que intentaban subsanar demostrando que eran más millonarias que el resto. Recuerdo que entre las ecuatorianas y las venezolanas competían por quién gastaba más dinero. Gastar 2 mil dólares en una fiesta de cumpleaños para una niña de 8 era algo normal para ellas. Y créanme que en esa época era muchísimo dinero. Claro, si una gastaba esa suma la otra en la próxima fiesta gastaba 2.500. Lo mismo sus maridos con los carros; cada año uno nuevo, cada año uno más caro. Y todos éramos muy de Casa. Yo haciendo la charla alguna vez saqué el tema. Me preguntaba por qué no les decían que vivan un poco más la austeridad. Gastar el dinero de esa manera a mí me parecía escandaloso. Pero en el centro me decían que esa gente era muy generosa también (con la Obra, por supuesto) y que lo nuestro no es dar dinero a los pobres (que de eso se ocupan otras organizaciones) sino transmitir la fe desde la cima. Es decir, lo nuestro es hacer apostolado entre quienes manejan un Jaguar que ya habrá otros que catequicen a quienes viajan en autobús (literalmente esto me dijeron). Una vez una numeraria mayor, española, un poco cansada de todo y quien hablaba bastante mal de sus hermanas numerarias, me dijo: ¿tú cómo crees que se construye la sede de Nueva York, con dinero del ropero? (el “ropero” era una especie de mercado que se montaba en algún barrio pobre de la ciudad. Las supernumerarias donaban ropa que a sus hijos les quedaba chica y se vendían a poco valor en alguna escuela municipal. Con este dinero desconozco qué se hacía. Evidentemente no alcanzaba para la sede neoyorkina).

Continuará

 

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Publicado el Monday, 19 February 2018



 
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