El 19 de marzo me desperté pensando lo que es el paso inexorable del tiempo.

Hace dos años tomé la decisión de no renovar más y agradecí no haberlo hecho. Algo que me pasaba antes de irme era una sensación de querer escapar y yo no entendía de qué. Hace años había renunciado a un trabajo por esa misma sensación. Avanzamos por el plano inclinado cada vez más hacia arriba en la "formación". Debía dar un salto permitiendo que mis hijos se vean involucrados en la obra o resbalaba y me desligaba de todo ese lío que es ser madre, profesional, hija, ama de casa en el Opus Dei (me sentí coaccionada).

Descubrir que otras personas habían dejado la Obra por muchos motivos me abrió un nuevo panorama. El trato dado a Don Antonio Petit y la decisión del Padre Danilo por sentirse rechazado, me indignaron profundamente. Una vez tomada la decisión no se vuelve atrás. A mi me costó mucho desprenderme de las personas. Poco a poco he armado mi vida. No he dejado de amar a Dios.

Hablando con una amiga teóloga me comentaba del sensus fidei, que cada uno experimenta por inspiración del Espíritu Santo. Ese sensus fidei fue el que me dijo que no debía continuar, porque aquello no podía ser iglesia.

pasiva