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 Tus escritos: Historias de Terror y de Dolor (III).- Salypimienta

077. Numerarias auxiliares
salypimienta :

Historias de Terror y de Dolor (III)

 

Me conmueve mucho cuando alguien deposita su confianza en mí y me cuenta su historia y me pide que la publique. Hay personas que quieren contar su historia y no saben cómo hacerlo, es por eso que me presto a ello. También es una forma de sanar, ver tu historia escrita por otro.

La siguiente historia es la de una ex numeraria auxiliar que dejó la Obra hace un par de años.

 

MARGARITA

Era muy jovencita cuando me hice del Opus Dei. Unas señoritas fueron a mi casa y convencieron a mis padres de que las dejaran llevarnos a mi hermana y a mí a su escuela. Que cuando acabaran nuestros estudios tendríamos trabajo seguro...



Nosotros somos una familia muy humilde. Mis padres con mucho trabajo saben leer y escribir un poco y hacer cuentas básicas. Todos mis hermanos se dedican al campo, y mis hermanas mayores ya estaban casadas cuando nos fuimos a la escuela esa. A los quince días de llegar, mi hermana se escapó y se regresó a la casa porque no le gustó que la hicieran rezar todo el día, y yo me quedé. Me convencieron que Dios me había llamado para una misión muy especial y es así como entré a trabajar de sirvienta sin sueldo. Tenía una cama y comida. Nunca pude comprar ropa, tenía que conformarme con la que me daban que nunca me gustaba porque estaba pasada de moda y era fea, y yo quería vestirme como las chicas de mi edad.

Más o menos las cosas iban bien hasta que mi mamá enfermó gravemente y me pidió mi papá que me fuera al pueblo a cuidarla. Todas mis hermanas estaban casadas y los hombres no saben cuidar a una enferma. Le dije a la directora que me tenía que ir y me dijo que de ninguna manera podía hacerlo. Que primero estaban mis compromisos en la Obra. Le tuve que decir a mi papá que no me dejaban ir y él se enojó mucho, quería sacarme de allí. Yo creía que ya había perdido a mi familia porque me dejaron de llamar. Luego supe que no me pasaban las llamadas en el centro en el que vivía y que me bloquearon completamente toda comunicación con ellos.

Yo estaba muy triste, no sabía cómo estaba mi mamá y me daba mucha pena no poder estar con ella cuidándola. Además, no saber nada de mi familia me entristecía más. Todo lo hacía sin ganas, siempre estaba melancólica y por eso me regañaban todo el día. Según la directora, no vivía bien mi entrega a Dios porque la tristeza era aliada del demonio. Yo hacía mi trabajo y todas las normas pero no tenía ganas de sonreír.

Un día, yo creo que la directora amaneció de peor humor que de costumbre y cuando estaba limpiando el pasillo pasó junto a mí y me gritó que sonriera. Yo bajé la mirada y ella me dio una bofetada, se me comenzaron a escurrir las lágrimas y me dio otra en la misma mejilla. Ya me iba a soltar otra, cuando otra de las numerarias le dijo que parara.

Yo dejé tirado todo y me fui a mi habitación, saqué el poquísimo dinero que había juntado bordando pañuelitos que les vendía a las supernumerarias y a las cooperadoras que iban por el centro y salí bañada en lágrimas hasta la puerta. Por suerte estaba ahí una que era mi amiga y me dejó salir.

Llegando a la central de autobuses tuve que pedir dinero de limosna para completar para mi pasaje. Ya era muy noche cuando llegué a mi pueblo. Mi mamá se estaba aliviando de su enfermedad poco a poco y se sorprendieron mucho de verme llegar así, sin avisar. Cuando les conté todo, mi papá se puso muy enojado.

En los 6 años que trabajé como burro, de sol a sol, nunca recibí un centavo del supuesto sueldo que tenía. Sólo recibí humillaciones y malos tratos.

En mi pueblo me encontré con el muchacho que me enamoraba antes de irme a la Obra y al poco tiempo nos casamos, por suerte él no se encontró a otra. Acabamos de tener a nuestro primer bebé.

No me gusta acordarme del tiempo que pasé en el Opus Dei, cuento esto para que las personas estén sobre aviso que si llegan unas señoritas a decirles que les dan la escuela gratis a sus hijas (las becas) y que tendrán trabajo acabando sus estudios, no las dejen ir. El trabajo que les consiguen es de esclavas.

 

Hasta aquí la historia de la encantadora Margarita que gracias a Dios pudo regresar con su familia. Casi no se puede creer que en Casa se llegue al extremo de golpear a las personas por parte de los superiores. No es el primer caso que conozco sobre esa práctica. Las cosas van de mal en peor en esa cosa de locos que es el Opus Dei.

Mientras tanto, las autoridades opusinas (las de Villa Tevere) actúan como si de verdad fueran los emisarios de Dios en la tierra y andan por la vida arrobados sintiéndose ‘los elegidos’ ¡Es una vergüenza! Más vergüenza aún es que las autoridades vaticanas no hagan nada por echarles el guante y tirarles el teatrito que tienen montado.

Besos

Salypimienta.  salypimientalaencomendada@hotmail.com

 

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Publicado el Monday, 02 April 2018



 
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