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 Tus escritos: HISTORIAS DE TERROR Y DE DOLOR (V).- Salypimienta

080. Familias del Opus Dei
salypimienta :

HISTORIAS DE TERROR Y DE DOLOR (V)

La siguiente historia es de un ex supernumerario.

FERNANDO

Toda mi vida estuve cerca de la Obra. Mis padres supernumerarios y de mis 11 hermanos y hermanas y yo, 6 numerariosy numerarias y 6 supernumerarios y supernumerarias.

Fui a colegios de la Obra y pasé buena parte de mi infancia y mi adolescencia en algún club…



Nunca me llamó el ser numerario por más que insistieron, yo siempre decía que me gustaban demasiado las chicas como para vivir el celibato. Siempre he tenido un carácter extrovertido y amiguero.

Mi primera novia era como yo: de familia del Opus Dei, educada al mismo estilo que yo, etc. Nuestros padres estaban encantados con el noviazgo y no veían la hora en la que nos casáramos y eso que apenas estábamos en el primer año de carrera. El grave problema era que ella me trataba más como un hermano o un amigo que como un novio. En dos años de noviazgo nunca me dejó darle ni un beso casto, y un buen día me dijo que ella se quería ir de agregada y ¡adiós! Por lo que sé, hace años se salió y se casó con otro ex agregado.

Tuve algunas ‘noviecillas’ más, pero nada serio. Era un chico muy divertido pero muy formal, tenía la educación opusina muy arraigada.

Pasó el tiempo y ni cuenta me di cómo pedí la admisión como supernumerario. Estaba terminando la carrera. A los pocos meses de pitar me dieron una beca para hacer una maestría en una universidad europea. Allí conocí al amor de mi vida: mi esposa.

Ella es sueca y protestante. Es importante decirlo, porque esa fue la primera pega que le pusieron la Obra y mi familia. Mi madre decía que todas las suecas eran unas pervertidas que se paseaban por las playas con los pechos al aire y que se acostaban con el primero que pasara (en la Obra pensaban algo parecido). Por más que les insistía en que ella es una mujer muy formal y muy decente no me creían para nada. Entonces, comenzaron una campaña terrible. Me presionaban para que cortara a mi novia y saliera con chicas católicas. Yo estaba enamorado de ella y no me imaginaba ni siquiera teniendo amistad con otras mujeres. Eso no parecía importarles. Un numerario se atrevió a decirme que ella (mi esposa) podía ser un pasatiempo entretenido, pero que debía buscar una mujer decente para casarme. Me enojé tanto que estuve a punto de tirarle un puñetazo. Lo único que consiguieron fue que poco a poco me alejara del centro.

Mis padres me amenazaban de que no me darían un real si me casaba con ‘esa mujer’, a mí eso no era lo que me importaba, yo había conseguido una muy buena beca y no les pedía para nada dinero, pero es muy doloroso que tu propia familia juzgue de esa manera tan injusta a alguien que ni siquiera conoce.

En las primeras vacaciones que tuvimos en la universidad fuimos a Estocolmo a que yo conociera a su familia que resultó ser igual que su hija: encantadores. Me gustó mucho esa familia. Todos tan trabajadores, tan amables y sobre todo, tan naturales. Era el modelo de familia que a mí me hubiera gustado tener, respetuosa con la libertad de los demás.

Unos meses antes de terminar la maestría les avisé a mis padres que iría a mi país a presentarles a mi novia porque pensaba casarme con ella cuanto antes ya que me habían ofrecido un buen puesto en una empresa europea y me debía trasladar a vivir a otro país en los próximos meses. En cuanto llegamos dispusieron que mi novia viviría en casa de mi hermana mayor y yo en casa de mis padres. Durante la semana que estuvimos en mi tierra no se cansaron de hacerle groserías y desaires. Terminando esa semana, recogí las cosas que me importaban de casa de mis padres: algunos recuerdos de mi infancia y adolescencia y poco más.

Nos casamos a finales de ese mismo año en Suecia. Nadie de mi familia asistió a mi matrimonio alegando excusas de lo más absurdas. Me casé por el rito luterano. Un sacerdote católico me dijo que ese matrimonio era válido y que no me debía de preocupar por eso. A los de la Obra me los desaparecí literalmente y por supuesto que ni siquiera supieron dónde buscarme para renovar ese 19 de marzo.

Ahora tengo 8 años casado y 3 hijos. Amo a mi mujer cada día más. Me ha enseñado tantas cosas que no sabía, como la equidad, el respeto a la libertad de creencias y tantas cosas más. Tengo la familia que siempre quise tener.

Para mi familia (la otra, la de mis padres y hermanos) estoy muerto hace 8 años. Duele un poco, pero ¿qué le vamos a hacer? Ellos son como son y nadie los va a cambiar. No han hecho nada por conocer a mis hijos, sólo uno de mis hermanos me escribe algún correo de vez en cuando y yo no pienso buscarlos más. Mi familia, la que he formado con mi mujer y mis hijos es lo que más me importa en la vida. Siento que mis padres y mis hermanos por su tozudez se hayan perdido de tratar a una maravillosa mujer que es mi esposa y a unos niños encantadores que son mis hijos.

Hasta aquí la historia de Fernando. No me cabe en la cabeza que alguien repudie a un hijo por ningún motivo, y que lo haga porque se casa con una extranjera a la que juzgan como una libertina sin conocerla, me parece una barbaridad, pero la Obra suele deformar el criterio de sus ‘clientes’ de esa manera.

Besos

Salypimienta salypimientalaencomendada@hotmail.com

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Publicado el Friday, 06 April 2018



 
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