Leo el envío de Xuxu, no tengo duda en que encontrará muchos antecedentes cristianos previos a la vida del Sr. Escrivá sobre el concepto espiritual de alcanzar la santidad en la vida “ordinaria” y a través del trabajo. Naturalmente, no creo que lo encuentres con las palabras exactas atribuidas a Escrivá (“santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y santificar a los demás con el trabajo”). Sería un error buscar en google books o en cualquier otro lugar las palabras exactas “santificar el trabajo”. Naturalmente, te saldrá el Sr. Escrivá en todos sus formatos, puede que incluso en el de aristócrata. Es como pretender encontrar quién descubrió el heliocentrismo a través de las palabas “eppur si muove”, no te saldrá Anaximandro de Mileto ni tampoco Copérnico, sólo Galileo Galilei.

El Sr. Escrivá no inventó ni aportó nada a la espiritualidad cristiana. Esa ética tiene sus grandes pilares, no en circunstancias derivadas de cambios socioeconómicos, sino en la doctrina de la predestinación que apareció a partir de 1536 (año en que Calvino publicó su “Institutio Christianae Religionis”). Desde entonces, muchas personas cristianas no católicas viven convencidas de que su trabajo es el camino hacia la santidad, y lo desempeñan con la mayor eficacia, intensidad y perfección posible.

La pena para el Sr. Escrivá es que copió mal esta doctrina sobre el trabajo. Es normal, no creo que jamás leyera y menos entendiera esa obra de Calvino (más bien se alejaría de ella –“vade retro Satana!”- porque naturalmente estaba incluida en el “Index Librorum prohibitorum” de la Iglesia y en el suyo propio. La doctrina de la predestinación provocaba risas (seguramente de conmiseración) y poco más en los cursos anuales a los que asistí.

Al copiarla mal el resultado salió peor (y eso a pesar del ordenanza encargado de la fotocopiadora, que muy seguramente era el avezado ingeniero del Portillo y Díez de Sollano), tal como señaló en su día Dámaso. Y no creo equivocarme si digo que no tiene futuro alguno a largo plazo. Hay una diferencia sustancial entre la ética del trabajo derivada de la doctrina calvinista y la copiada por el Sr. Escrivá: aquella tiene su núcleo en una personalísima e íntima convicción moral, y ésta es sólo un modo más –prescindible- de sumar puntos positivos en la balanza de obras buenas y malas que lleva cada católico, y que se puede reequilibrar tras cada confesión (por tanto, de carácter estrictamente superficial). Nada tienen que ver una y otra doctrina.

De todos modos, una lectura atenta de los trabajos de Max Weber (no solo escribió de sociología), al que todo el mundo cita y pocos hemos leído –perdón por la inmodestia-, e incluso de los escritos de Benjamín Franklin quizás te sea de ayuda. Por cierto, y respecto a la mentira ideológica de esos que escribieron un libro publicado por la editorial Rialp respecto al término francés “travail”, Weber explica muy bien cómo la palabra alemana “Beruf” significa simultáneamente tanto trabajo como vocación. No encontró una expresión equivalente tampoco en el francés y el español

En fin, acabo ya. La fotocopiadora del Sr. Escrivá no debió haber tenido buen mantenimiento (quizás le dio un excesivo uso durante excesivos años). Como ves, las copias tenían muchas faltas. El aforismo atribuido al Sr. Escrivá (“santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y santificar a los demás por el trabajo”), palidece al compararlo con la fuerza de que la moral de las sectas del protestantismo pietista, o del metodismo, o de las sectas surgidas del movimiento bautizante. La capacidad de cambiar el mundo (no solo el económico) que han tenido hasta hoy no aparece en absoluto en la copia, que ya se está desinflando a ojos vistas en los países con más información.

Tampoco parece que el Sr. Escrivá haya introducido ninguna mejora o innovación con su pretensión de utilizar el trabajo para hacer proselitismo. Así se comprueba a la luz de la postura actual del Papa Francisco sobre el proselitismo practicado por el Opus Dei.

Damascio