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 Tus escritos: Las almas muertas.- El Cid Campeador

110. Aspectos jurídicos
ElCidCampeador :

“No fue la primera persona inteligente en volverse tonta por sus creencias”

András Forgách, El expediente de mi madre

 

Las almas muertas

El Cid Campeador, 18/02/2019

 

Las almas muertas, de Gogol, es uno de mis libros favoritos. Narra la historia de un comerciante ruso en el siglo XIX que compra siervos, con la particularidad de que esos siervos están muertos:

—Mi intención —explicó Chichikov— es comprar muertos, pero que en la relación del censo consten como vivos todavía.

 

Nadie lo entiende:

La peregrina petición que Chichikov le había hecho interrumpió de modo brusco el curso de sus ensueños. Por mucho que lo intentaba, era incapaz de comprender el sentido que se ocultaba tras todo aquello. Permaneció dándole vueltas y más vueltas sin conseguir hallar una explicación satisfactoria, y de esta manera se le pasó el tiempo, fumando la pipa, hasta que llegó la hora de cenar.

 

Creo que así me ha pasado con el Opus Dei. Le he dado muchas vueltas a la espiritualidad y a la historia jurídica hasta darme cuenta de que buscaba en el lugar equivocado (como el borracho que, a pesar de haber perdido la llave en otro lugar, busca al lado de la farola porque hay luz)...



La explicación que hay que dar a los tejemanejes del personaje de Gogol es el afán de poder. Poseer muchos siervos proporciona poder al protagonista de la novela, nadie se para a analizar si esos siervos, sus posesiones, están muertos o vivos. Un poder que se manifestará en la posibilidad de conseguir influencia, créditos, tierras… 

 

Creo que el poder es lo único que interesa al Opus Dei.

 

El Itinerario jurídico del Opus Dei. Historia y defensa de un carisma puede resumirse en la siguiente frase: estos son mis principios, si no le gustan tengo otros. No puede ser que un carisma esencialmente laical se convierta en una prelatura, que consta esencialmente de presbíteros y diáconos. Los laicos no son esenciales a la prelatura, luego la prelatura no es esencialmente laical. Que alguien me explique en qué consiste la defensa del carisma.

 

A mi parecer, el único motivo para sacrificar a los laicos es que son los clérigos quienes gobiernan en la Iglesia: concretamente los obispos, ayudados por sus colaboradores los presbíteros. Por lo tanto, si quieres medrar en la Iglesia tienes que ser obispo. De ahí las ínfulas episcopales del prelado. Con una asociación de laicos no vas a ningún sitio en la Iglesia, por lo que estos se sacrificaron en aras de la mitra para el Prelado. El objetivo del fundador era exclusivamente conseguir el poder episcopal: en la Iglesia Católica solo gobiernan los obispos. Los presbíteros únicamente se dedican al culto y no tienen labores de gobierno.

 

En la Ética a Nicómaco nos contaba Aristóteles del arquero que apunta con su arco a una diana. Su mensaje: solo hay un fin principal, solo una única diana para la flecha, todos los objetivos están supeditados a ese fin principal. En el caso del Opus Dei es el poder dentro de la Iglesia. A este fin se supedita todo y por ello se sacrificó el carácter laical del Opus Dei hasta el punto de dejar a los laicos fuera de la prelatura, como una figura accesoria. De hecho, cuando un numerario se ordena se incorpora a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y deja de estar vinculado a la Prelatura por lo que los estatutos denominan “el vínculo jurídico de la incorporación”, hay un cambio sustancial. No se puede querer una cosa y su contraria, no podemos tenerlo todo.

 

Aquí paso a otro libro que cayó en mis manos por casualidad estas Navidades: La sociedad del espectáculo. Escrito por Guy Debord, uno de los teóricos marxistas de mayo del ’68. Me hace gracia que está escrito como Camino, con puntos. Pero a los puntos los llama tesis: creo que le da más empaque.

 

Una de las tesis del libro es que confundimos el espectáculo con lo real. La apariencia se convierte en lo real, y así llegamos a la negación de la vida.

 

El carácter fundamentalmente tautológico del espectáculo deriva del hecho simple de que sus medios son, al mismo tiempo, sus fines (tesis 13).

 

En el Opus Dei se hace mucho espectáculo con los laicos, aunque no sean lo real, para convertirlos en lo real. La lista de laicos es el elenco de las almas muertas.

 

El fundador lo decía clarito: si queremos que nos tomen en serio deberíamos tener una sede impactante y obras apostólicas espectaculares. Construir la fachada. De ahí el furor aedificandi del que habla Castalio: la RUI de Milán se abrió exclusivamente por este motivo como declaró expresamente el fundador: si no, dijo, en Italia no nos tomarán en serio; pero también tenemos la sede central, construida por el mismo motivo, el famoso Mercedes del Prelado, las obras apostólicas que no sirven para nada más que dar gloria a la prelatura y que de apostólicas no tienen más que el nombre, el hecho de que todos los sacerdotes tengan un doctorado que no se parece en nada a lo que realmente es un trabajo de investigación para conseguir esta cualificación y entrar en la comunidad investigadora (como decía el físico Wolfgang Pauli hablando de algunos trabajos de investigación: ni siquiera están mal), etcétera.

 

Ya no hay solución para recuperar el carácter esencialmente laical de la obra porque jurídicamente ya no es posible, aunque Mariano Fazio -sacerdote- nos habla ahora de fidelidad dinámica.  Un eufemismo que promete: ya no es la fidelidad rígida, el rigor que se convirtió en rigor mortis.

 

En el debate de Drewerman y Hertel, aparece Hans Thomas. Pero el moderador no sabe en calidad de qué aparece, porque solo representa legítimamente a todo el Opus Dei y a cada una de sus circunscripciones, el Prelado. El Vicario Regional o el Vicario de una Delegación en su respectiva circunscripción (pregunta 316 del Catecismo). El ponente cuenta que, antes del programa, intentó dilucidar el título que legitima a Thomas como representante de la prelatura y al final decidieron que era simplemente una persona que había ejercido cargos en la organización. Tampoco sabemos que cargos, solo sabemos que eran importantes.

 

La fidelidad dinámica de Mariano Fazio está constreñida por el hecho de que la Prelatura es exclusivamente un fenómeno sacerdotal. El precio de esta negación de la esencia del Opus Dei sería que el Prelado fuese obispo. Esto no se ha conseguido. El carácter eminentemente laical de la obra ha sido malbaratado. Un desastre: el final del camino jurídico es el precipicio y el suicidio colectivo. La destrucción de su carisma.  Vaya drama.

 

Así termina mi búsqueda para aclararme con la cuestión jurídica en el Opus Dei. Dios inspiró al fundador propagar la llamada universal a la santidad (nada nuevo bajo el Sol) y el fundador lo llevó a cabo mediante una organización de sacerdotes. Perfecto, algo muy loable. Pero es una institución formada por sacerdotes, donde mandan los sacerdotes y los laicos solo están para hacer bulto: colaborar con los clérigos. El Consejo General solamente “ayuda al Prelado a dirigir la Prelatura”, igualmente los consejos que asisten a los Vicarios Regionales solo tienen voto deliberativo.

 

Respecto a los numerarios, claro que se dan cuenta de que no pintan nada. De ahí la indolencia de la que nos habla Castalio, que es inevitable. Todo tiende a un equilibrio, cuando dos fuerzas encontradas se compensan mutuamente. Tenemos, por ejemplo, el equilibrio de Nash en la teoría de los juegos; el equilibrio con tu pareja y con tu familia, fruto de una negociación; el equilibrio con la organización para la que trabajas, con tu jefe y con tus colegas…

 

En la obra el punto de equilibrio es lo que he venido a denominar el equilibrio de Chamfort: también es fruto de una negociación y su resultado es la indolencia que comentaba Castalio en su último escrito. 

 

Chamfort, moralista francés del siglo XIX, conocido por su libro de máximas una de las cuales reza:

 

Es mejor estar sentado que de pie,

Es mejor estar acostado que sentado,

Es mejor estar muerto que vivo.

 

La supervivencia en la Obra consiste en no sufrir, en no sentir, en estar muerto en vida.  Os adjunto el link a una entrevista con un músico que cuenta cómo sobrevivió a la segunda guerra mundial: con la indolencia, que es el precio para sobrevivir a un entorno cruel. El problema es que al terminar la guerra continuó esa indolencia y llegó “a sufrir por no sufrir”, por no sentir. A mi me gustó y me ayudó a “descubrir” el equilibrio de Chamfort. Está en inglés -que se entiende muy bien porque no es la lengua materna del que habla- con subtítulos en alemán (mejor que en ruso subtitulada en japonés). 

 

Andy: puedes volver a sentir. Yo intenté sobrevivir en la obra. El precio de intentar sobrevivir en un entorno donde no se respeta el principio de no contradicción fue la locura. Oye, que estoy recuperado.

 

El Cid Campeador




Publicado el Monday, 18 February 2019



 
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