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 Tus escritos: FAZIO EN EL VALLE DE LOS HUESOS SECOS.- Pinsapo

070. Costumbres y Praxis
Pinsapo :

“La mano del Señor vino sobre mí, y me sacó en el Espíritu del Señor, y me puso en medio del valle que estaba lleno de huesos. Y Él me hizo pasar alrededor de ellos, eran muchísimos huesos sobre la superficie del valle, y estaban muy secos. He aquí, ellos dicen: “nuestros huesos se han secado y nuestra esperanza ha perecido. Estamos completamente destruidos.” Entonces me dijo: profetiza sobre estos huesos y diles: “huesos secos, oíd la palabra del Señor. Y pondré tendones sobre vosotros, haré crecer carne sobre vosotros, os cubriré de piel y pondré espíritu en vosotros, y viviréis, y sabréis que yo soy el Señor. Profeticé como me fue mandado y hubo un ruido y luego un estremecimiento, y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso.” Ezequiel, Capítulo 37.

 

 

 El decano de la prensa digital española al informar sobre el nuevo cargo de Mariano Fazio, inserta un llamativo titular: “un argentino amigo de Francisco se prepara para ser el nuevo prelado del Opus Dei.” Añade que como Ocáriz cumplirá 75 años el próximo mes de octubre, “lo previsto es que abandone el bastón de mando y lo ceda a Fazio, que se convertirá en el primer prelado no español. Será la primera vez que una sucesión de la prelatura se produce antes de la muerte del prelado.” Sin razonar tal conclusión, dice que de confirmarse en 2019 el nombramiento de Fazio como prelado, “Francisco le concedería el obispado.” Explica que Ocáriz lleva dos años y medio al frente del Opus Dei y el Papa “aún” no le ha nombrado obispo. Tal aseveración la adereza con una “maldad” extendida por los pasillos de los centros: “Juan Pablo II nos entendía y nos quería, Benedicto XVI nos entendía pero no nos quería, y Francisco ni nos entiende ni nos quiere.”...



Lo que pretendía ser una noticia, al introducir tan contundentes conclusiones, pasa al género del artículo de opinión. A diferencia del régimen canónico de los obispos que les obliga a presentar su renuncia a los 75 años, los estatutos de la prelatura establecen que el Prelado es un cargo vitalicio. Supone un caso único dentro de la Iglesia, que de forma razonable, considera esa edad la adecuada para jubilarse, por ser la senectud un obstáculo para el desempeño cabal de cualquier jefatura. Se impide así que ocurra como en el pasado, que la perpetuación en los cargos degenere bien en tiranía, bien en el mangoneo de subalternos del superior sin carácter. En esto, como en tantas cosas, abrió camino el sabio y santo Benedicto XVI, el primer Papa emérito, que dejó su cargo por la disminución de fuerzas propias de la vejez.

Es cierto que son diferentes las circunstancias del nombramiento como vicario auxiliar realizada por Echevarría de la realizada ahora por Ocáriz. Si la primera era evidente el motivo de pérdida de facultades por la edad, ahora no es el motivo determinante. Se pretende buscar un revulsivo ante la más grave crisis de la historia de la Obra de Escrivá. Se otorga el mando a un pastor de mediana edad, con energías, apoyo papal, sin tutelas ni tutías. Con una clara misión: la de afrontar el cambio necesario. Lo de menos es la dignidad episcopal del prelado, pues en la Iglesia renovada del Papa Francisco se relativiza la importancia de los cargos y de las viejas estructuras. Lo relevante es volver a la esencia, volver a Cristo, cuanto antes y sin intermediarios, sin mercenarios. No adoréis a nadie sino solo a Dios.

Llegó la hora de la verdad y afrontar los cambios necesarios que ni pudo ni quiso hacer Echevarría (por edad, por incapacidad y por mentalidad), ni puede hacerlos ahora Ocáriz, sin las fuerzas necesarias para ello, que pese a ver con claridad el camino a seguir, ante tan ingente tarea, se ve superado por las circunstancias, de la misma forma que le ocurrió al propio Benedicto.

Ezequiel fue uno de los profetas escogidos por Dios para llevar un mensaje de resurrección y esperanza a quienes pensaban que ya estaban acabados, que era imposible mejorar las cosas. Fazio es el elegido para hacer muchos cambios y de gran profundidad. Y escuchará un gran ruido y un gran estremecimiento entre sus huestes. Pero también un gran gozo y alegría entre los que reclaman a gritos esos cambios tan esperados.

Deberá fulminar con láser la miopía del culto a la institución, al propio carisma y al fundador. Anteponer el rostro de Jesucristo y la unidad de toda la Iglesia. Superar la autorreferencialidad con una gran cura de humildad: reconocer lo bueno de los demás y lo malo propio. Asumir que no tienen toda la farmacopea, que ningún tingladito es el mejor sitio para vivir ni para morir, que no llegaron con tantos años de antelación. Que no es que a la gente le cueste entenderlos, sino que complicaron tanto lo que era sencillo, que dejaron de llamar a las cosas por su nombre. Ya acertó Ocáriz con el diagnóstico de este defecto: el exceso de entusiasmo, el desconocimiento de otras realidades, ese punto de vanidad.

Deberá instaurar esa quimioterapia contra el cáncer de la Obra: la desafección de tantos antiguos miembros, poniendo fin a la política de tierra quemada en los procesos de salida. Establecido un periodo para consolidar la decisión, deberán facilitarse las salidas con un horizonte laboral digno, por ejemplo, para aquellos célibes que trabajen en colegios, permitirles que lo sigan haciendo en sus mismos cargos e impartiendo clases de religión y tutorías. Es la mayor muestra de respeto a libertad individual y de conciencia, asumiendo que no puede ser malo quien siempre fue bueno. Se acabó la dictadura del aparentar por la “fama” de la Obra. Que se asuma que lo más cristiano es dejar de priorizar el interés de la institución para mostrar una verdadera preocupación por las personas.

Deberá implantar la terapia contra la adicción por la captación. Como dice Gervasio, la genuina peculiaridad de la obra fue la de captar personas para la causa, en particular célibes adolescentes. Sabemos que era la prioridad de la dirección espiritual, la misión esencial de los directores de los centros, de los directores de la delegación y de la comisión. Se acabó el marketing proselitista en los cursos anuales y de retiro, en los centros de estudios, las listas pitables y la lista de San José. También reconoció Ocáriz que un bienintencionado afán proselitista forzó muchas vocaciones, se actuó con la presión de rendir resultados. Nunca más impresos para contabilizar confesiones, asistencias a charlas, meditaciones, círculos, retiros, visitas de pobres, romerías, etc. Punto y final.

Deberá divulgar el diagnóstico de la enfermedad: que el proselitismo es un error y un horror. La única opción válida a la luz del Evangelio y del mensaje de Jesús es el apostolado de contagio. Reconocer que los clubes juveniles confundieron a multitud de chavales por aparentar una vida constante de actividades de ocio y tiempo libre, ocultando la vida real del numerario (normas, costumbres, prohibiciones, limitaciones, mortificaciones, falta de autonomía en la vida diaria (dónde vivir, dónde comer, dónde dormir, dónde viajar, dónde trabajar, dónde estudiar, dónde salir, dónde ir de vacaciones, dónde comprar, cuánto gastar, cuánto donar). Error craso de las campañas con objetivos de nuevas vocaciones por la locura expansionista, causa de que echara unas raíces tan poco profundas en cada sitio.

Deberá abolir la rígida cuarentena que propició el aislamiento respecto del resto de instituciones de la Iglesia, en particular de la vida diocesana y parroquial. El miedo al contagio del virus modernista hizo fomentar desde arriba un aislamiento tan radical que ha hecho de muchos numerarios verdaderos extraterrestres. Aunque de buena fe y con el fin de no ser asociados con la vida religiosa o consagrada, se hizo de una forma tan tajante, que hizo de la Obra en la práctica una realidad extradiocesana, no integrada en la Iglesia.

Deberá abrir las ventanas de la Obra de par en par para que el aire limpio oxigene el viciado ambiente de los centros. Que dejen ya los miembros de la prelatura de tener sus exclusivos medios de formación en centros propios y salgan a las iglesias públicas, que dejen de tener sus confesores propios y elijan confesores de carismas diferentes, que abran a todos los estratos sociales sus exclusivas obras apostólicas. Que se implante con naturalidad la interacción de hombres y mujeres, salvando la lógica existencia de centros donde vivan por separado, como en todas las órdenes en que se practica el celibato. Abra las puertas no solo a la coeducación en colegios mixtos: impártanse los medios de formación para matrimonios juntos hombres y mujeres (retiros, círculos, charlas, convivencias, etc.).

Todo lo anterior obligará a realizar muchas sesiones de rehabilitación, un esfuerzo continuo por salir al encuentro de otras realidades religiosas, con la convicción de su bondad, sin miedo a perder candidatos que deriven a otros carismas acordes con su propia sensibilidad. Señal de verdadero amor a la Iglesia: cuantos más carismas conozcan, mejor. Si deciden o sienten que tienen que meditar en un convento del Carmelo, en un centro de las Teresianas o un Seminario diocesano: que lo hagan. Solo así, podrán comparar y decidir por sí mismos cuál es su camino.

Ocáriz ha escuchado por fin el clamor de sus fieles, con el soplo imponderable del Espíritu Santo, que a través de Francisco marca de forma impetuosa el nuevo rumbo de la Iglesia. Estaban con una moral baja, sus huesos rotos y secos, sumidos en un tedioso valle sin esperanza. Fazio profetizará como Ocáriz y Francisco le han mandado, y tras el ruido y el estremecimiento, crecerá la carne y la piel sobre los huesos secos, ¡y el Señor pondrá espíritu en vosotros y viviréis!

PINSAPO.




Publicado el Monday, 03 June 2019



 
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