Desde hace tiempo la Obra está muy preocupada por OpusLibros. Han hecho todo lo que han podido para cerrarla. La página ha recibido diversos ataques cibernéticos y judiciales. Dentro de la institución se dice que OpusLibros le ha hecho un gran daño al Opus Dei. Yo creo que esa es una postura irresponsable. El peor enemigo de la Obra es la Obra misma. Esta web ha puesto al desnudo el Opus Dei con sus prácticas reales, las que todos los que hemos estado ahí experimentamos en carne propia. También es un lugar de catarsis, a donde hemos venido a soltar todo lo que tuvimos que callar durante mucho tiempo y que no podríamos contar a cualquiera porque no nos entenderían.

En el Opus Dei tienen una idea muy novelesca de OpusLibros, una versión pervertida que imposibilita el diálogo constructivo...

Piensan que somos un grupo organizado de gente herida y vengativa cuya misión es atacar sin piedad a la Obra de Escrivá, que estamos en comunicación constante y nos reunimos para marcarnos objetivos, que conspiramos para obtener la información que aquí se presenta y que tenemos un presupuesto que se utiliza, entre otras cosas, para estimular las colaboraciones.

No les conviene aceptar que OpusLibros es un fenómeno completamente espontáneo y desorganizado, asistemático, disperso y sin más presupuesto que el imprescindible para sostener la web.

La teoría de la conspiración les es útil internamente para arrojar la culpa hacia afuera. Al afirmar que las colaboraciones llevan consigo una remuneración económica pretenden denigrar la intención con la que escribimos. Son incapaces de reconocer que tomamos la pluma desde la más profunda convicción de conciencia. Reducir nuestra motivación a mero revanchismo es otra manera de desacreditarnos. También acuden al indigno expediente de descalificarnos desacreditando nuestra vida moral. Con eso pretenden ahorrarse todo esfuerzo de comprensión, y se castran a la posibilidad de que podamos comunicarles algo válido.

OpusLibros existe gracias la buena voluntad y a la generosidad sin límites de Agustina López de los Mozos que se las ha visto negras muchas veces para seguir adelante con esto. No es nada fácil coordinar la web. El trabajo de editora de la página es ya en sí complicado y desgastante. Muchas veces ella la ha tenido que hacer de psicóloga, consejera y abogada defensora de quienes aquí escribimos. Ha tenido que marcar límites y poner a uno que otro en su lugar y además de todo eso, ha tenido que enfrentar acciones judiciales que le han quitado tiempo, dinero y le han proporcionado formidables quebraderos de cabeza. Ella no tiene juntas con sus colaboradores, ni paga por los escritos, ni tiene una agenda marcada para lo que se publica. Aquí cada quien escribe lo que se le da la gana y todos lo hacemos gratis.

La Obra explica que aquí escriben las personas amargadas y heridas a las que les fue mal siendo de casa. Ciertamente, los que salimos de la Obra lo hicimos con algún nivel de frustración, desilusión, sufrimiento, amargura o encabronamiento (o todo junto), pero claro que eso no se entiende en ‘casa’ porque debido a su soberbia institucional no pueden creer que el Opus haga ningún tipo de daño, por lo tanto, los del error NO son ellos, somos todos los demás. Siempre escuché dentro de ‘Casa’ que los que se van es por traidores, por egoístas, por ruines, por infieles o porque despreciamos a Dios. Ya el fundador dijo que no daba un céntimo por los que se iban y lanzó la temeraria “MALDICIÓN DEL REJALGAR” y otras penas igual de espeluznantes.

Dentro de la Obra es una arraigada costumbre con los que salen, hacer como si hubieran muerto. En muchos casos han transcurrido décadas de total olvido. Nadie los vuelve a mencionar… bueno, eso pasa hasta que el "difunto" comienza a escribir en OpusLibros y entonces la cosa cambia. El dado por muerto comienza a recibir recados, correos, llamadas y visitas de sus ex hermanos tan llenas de afecto, tan plagadas de interés por su persona, tan de amistad desinteresada, que se queda uno con el ojo cuadrado. Ahora resulta que después de que la proscripción a la que te sometieron, donde muchas veces al encontrarte a ex hermanos estos te volteaban la cara para no saludarte y que hicieron como si no existieras, cuando nunca se preocuparon en nada por ti, de la noche a la mañana todos te buscan para quedar, se deshacen en carantoñas y tienen recuerdos entrañables de tu persona y desean ser tus amigos del alma. Hay que defender a la “madreguapa” de los ataques furibundos de los exes al precio que sea, aunque se trate de resucitar al fiambre. Tratarán de convencerte, primero con cariño y delicadeza, y si no funciona así, con amenazas y chantajes para que dejes de hacer un mal cierto a la Obra de Dios. No hay de qué sorprenderse, en ‘Casa’ se practica la hipocresía con maestría.

El Opus Dei padece del síndrome Adámico patológico. Éste síndrome ocurre cuando se culpa a los demás de los errores propios sistemáticamente. Jamás la Obra ha reconocido que todos los problemas a los que se enfrenta son culpa de ella misma. A lo largo de la historia del Opus Dei se ha echado la culpa a los Papas, al demonio, a las personas… pero nunca ha asumido la responsabilidad de sus errores institucionales escudada en que al ser Obra de Dios es perfecta e infalible. Piensan que reciben ataques, de un modo semejante a como Cristo sufrió la traición de los suyos y el rechazo del pueblo judío. No les dice nada ver que la gran mayoría de los numerarios toman ansiolíticos y antidepresivos durante años. Muchos terminan encerrados en sí mismos viviendo en un mundo imaginario con graves problemas de personalidad. Algunos acaban en hospitales psiquiátricos o hasta en el suicidio. Todo lo anterior en proporción mucho mayor a lo que ocurre en el resto de la sociedad. Salen cientos de miembros cada año y las vocaciones cada vez son más escasas, tanto que los centros de estudios están en la actualidad casi desiertos. La fama de la Obra es bastante mala, incluso la sociedad señala a sus miembros como ‘raros’ y a pesar de los grandes esfuerzos de la prelatura por infiltrarse en las altas esferas eclesiásticas y sociales, gracias a su mala fama, tienen el acceso más bien restringido.

En alguna época el Opus Dei gozó de prestigio, pero esa buena reputación ha mermado con los años y esto en gran parte ha sucedido porque el mundo ha cambiado y la Obra no ha querido evolucionar con el tiempo. Todo se hace como lo dijo ‘nuestropadre’ y no hay vuelta de hoja. En su fanatismo, no se detienen a pensar que San Josemaría no fue un visionario, sino simplemente un hombre de su época que hizo SU obra de acuerdo a sus creencias personales y a los tiempos de una España en guerra y en la post guerra. Que aprendió que sólo con mano de hierro funcionan las cosas, que por lo que sabemos, desde muy pequeño tuvo delirios de grandeza, quizá era su escape a las estrecheces que tuvo que pasar, además de tener un temperamento iracundo y megalómano. El integrismo de la obra es también una cuestión de época, que nada tiene que ver con la iglesia católica de hoy en día. Ni Álvaro del Portillo, ni Javier Echevarría lo hicieron mejor. El primero se dedicó a reafirmar, pormenorizar y endurecer los lineamientos del fundador, y el segundo parece no haber hecho más que disparates (como aquel de las 500 vocaciones) que sólo consiguieron llevar al Opus Dei al estado de postración en el que ahora está. Por lo visto, Monseñor Ocáriz tampoco ha sabido, no ha querido o no ha podido sacar a la Obra del anquilosamiento que la aqueja.

Son muchos los problemas a los que se enfrenta el Opus Dei hoy en día, el primero es, que por más que se esfuercen nunca lograrán ponerle puertas al campo. El Opus Dei nació para ser una institución basada en el secretismo. Pero en el mundo en que vivimos, la clausura es prácticamente imposible. Con la tecnología y la ideología contemporáneos, que en segundos te enteras de todo lo bueno y de todo lo malo de cada cosa y que las personas lo que menos buscan son restricciones y encierros de ninguna clase, una institución tan endógena y cerrada como la Obra no tiene futuro. En segundo lugar, cada día es más difícil manipular a los niños y jóvenes para hacerles creer en la triste vida de numerarios o agregados. En tercer lugar, al Opus Dei generalmente se le ve con mucho recelo debido a la mala fama que se ha labrado. Hasta dentro de numerosos círculos católicos la obra es vista como una secta.

Aunque muchos de sus miembros se dan perfectamente cuenta de la problemática, la postura institucional es de ceguera. ¿Hasta dónde piensan llegar? ¿Qué puede esperar hoy en día la Obra de Dios? ¿Cuál es su verdadero horizonte en el mundo y en la iglesia? Son preguntas que muchos miembros se hacen sin acertar a dibujar nada halagüeño.

Besos

Salypimienta