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 Tus escritos: Kant y la moral del Opus Dei.- El Cid Campeador

070. Costumbres y Praxis
ElCidCampeador :

Luis Ricardo cantidubi,

Cantidubidubida,

Luis Ricardo si le ordenas,

Pronto te obedecerá

 

Siguiendo con mi proceso de abstracción, recapitulo -como en los círculos- los dos primeros pasos:

 

  1. Fin: búsqueda del poder en la Iglesia, justificada por su convicción de superioridad moral.  Como escribí una vez (Las almas muertas), la elección de Prelatura Personal como configuración jurídica ha sido motivada por la voluntad de escalar puestos en la jerarquía eclesiástica, puestos a los que no pueden acceder los laicos.
  2. Medios: manipulación mental (prueba irrefutable de ello es que prácticamente todas las vocaciones de numerarios son adolescentes). De esto reflexioné en Lo sobrenatural y la manipulación y en Un mundo feliz...


  1. Resultado: moral kantiana del deber. Este punto va muy ligado al anterior. La manipulación mental sería el primer paso para entrar en el misterio gnóstico del Opus Dei; la obediencia ciega será el siguiente paso para mantenerse en el misterio y, en mi caso, volverse totalmente loco, como una cabra; que es como acabé después de un montón de lustros dentro.

La cuestión de la obediencia es en el Opus Dei fundamental: el que obedece no se equivoca nunca, decía el fundador. Ello, sin embargo, se contradice con la ética aristotélica y de Santo Tomás de Aquino propugnada en teoría por la Obra, que busca el bien como objetivo. La pregunta kantiana ¿qué debo hacer? es la del buen numerario. No se hace la pregunta aristotélico-tomista ¿qué es el bien?

Por cierto, la idea de hacerse dignos de la felicidad a través del cumplimiento del deber la comparten Kant y el fundador. Santo Tomás y Aristóteles consideran la felicidad como un don, no algo de lo que nos hacemos dignos por el mero cumplimiento del deber, y que -según Aristóteles- depende también de la suerte. Todo este prometer la felicidad en la tierra y luego en el cielo si CUMPLIMOS las normas es totalmente ajeno a estos autores.

La frase el que obedece no se equivoca nunca niega toda posibilidad de conocimiento moral a los súbditos. Esto ha venido a llamarse la “defensa de Nürenberg”, en el juicio por el genocidio tras la segunda guerra mundial: yo solo seguía órdenes. Podríamos hacer un paralelo con los que han colaborado en la ocultación de los casos de pederastia en la Iglesia (sin pretensiones de juzgar a nadie, solo un ejemplo en el que la anulación de la conciencia moral desemboca en una situación desastrosa y al final todos nos preguntamos cómo ha podido pasar algo así).

Recurro a Santo Tomás, quien dice que no debe obedecerse al director (antes denominado superior) en todo por los siguientes motivos:

-          Precepto de una autoridad mayor.

El hombre está sometido sin restricción alguna a Dios en todo, en lo interior y en lo exterior; y, por consiguiente, debe obedecerle en todo. Los súbditos, en cambio, con respecto a sus superiores, no lo están en todo, sino en determinadas materias, y en éstas los superiores son intermedios entre Dios y sus súbditos. En las otras cosas, sin embargo, están sometidos inmediatamente a Dios, que los instruye por la ley natural o por la escrita.

-          Si le manda algo en lo que el súbdito no depende de él.

Los religiosos hacen profesión de obediencia en cuanto a las observancias regulares, y de acuerdo con su regla se someten a sus superiores. Por lo tanto, están obligados a obedecer sólo en aquello que puede pertenecer a la vida regular. Tal es la obediencia suficiente para conseguir la salvación eterna. Mas, si quieren obedecerles en otras materias, pertenecerá en este caso a un grado superior de perfección, siempre que no sean contrarias a Dios o contra la regla profesada; porque tal obediencia sería ilícita.

Santo Tomás distingue tres tipos de obediencia:

-          Obediencia suficiente.

-          Obediencia perfecta.

-          Obediencia indiscreta, la que obedece incluso en las cosas ilícitas.

Yo afirmo que en el Opus Dei la obediencia que se pide a sus miembros es una obediencia indiscreta, propia de las sectas; por eso el Opus Dei, sin estar configurada jurídicamente como una secta, tiene un comportamiento sectario.

«Hay algunas personas para quienes todo es ocasión de disquisiciones: si pueden mandar los superiores esto, si pueden mandar lo otro, si pueden mandar aquí, si pueden mandar allá… En el Opus Dei sabemos esto: se puede mandar todo, -con el máximo respeto a la libertad personal en materias políticas y profesionales» (de nuestro Padre, Meditación Que se vea que eres Tú. l-IV-1962)

Pues no señor, no se puede mandar todo.  Esta frase del fundador es incorrecta.  Además, esto no son disquisiciones sino la reflexión de la consciencia durante su proceso de maduración.

Como ejemplo palmario, lo que más nos duele: el maltrato que hemos dispensado a nuestra “familia de sangre” mientras fuimos numerarios, siempre siguiendo órdenes. Ello es especialmente insultante por el exquisito trato que el fundador dispensó a su familia de sangre, excusándose en el pretendido sacrificio de ellos a la obra “a pesar de que no tenían vocación al Opus Dei”. Como que las nuestras no se sacrificaron.

Un inciso: esto solo podemos entenderlo los que hemos sido de la obra. O si nuestro interlocutor acepta que hemos estado en una secta y conoce la manera de funcionar de las sectas.  Si no, es imposible. Todavía me sonrojo cuando me acuerdo de todas las tonterías que he llegado a hacer, de todos los desaires que ha tenido que sufrir mi familia. 

Por cierto, me parece muy sospechoso que el fundador no quisiese que sus hermanos fuesen de la obra cuando daban todos los signos de tener vocación al dedicarse con todas sus fuerzas a la labor (¿qué es la vocación si no esto? La vocación no es como el Rasca de la Once, a ver si sale que la tienes o no la tienes). Si alguien no desea algo para sus familiares, es que no considera ese “algo” como bueno. Me sorprendía el paroxismo con el que nos aseguraba que todos sus familiares están en el cielo y que eran santos. Yo estoy seguro de que, con ese hombre al lado, se habrán santificado mucho.

Así, su familia de sangre también acabó hasta el gorro de él y el título de Marqués de Peralta está, a día de hoy, extinguido porque a la muerte del hermano del fundador nadie lo ha reclamado agotándose todos los plazos.

En una ocasión Álvaro del Portillo nos decía que faltaba iniciativa en la región de España.  Sembraba una cosa y quería recoger otra.  Nunca habrá iniciativa en la obra.  Los numerarios son como Luis Ricardo, personaje televisivo de alguna niñez española, monstruo con la estética de Frankenstein creado por el profesor Sánchezstein. El juego infantil consistía en que los niños recibían un encargo que tenía que hacer Luis Ricardo (por ejemplo, trasladar un paquete de un sitio a otro) y le tenían que dar órdenes al travieso monstruo Luis Ricardo -crear un algoritmo, se diría hoy- para que lo ejecutase (Luis Ricardo, da un paso a la derecha; Luis Ricardo, abre la mano; Luis Ricardo, agáchate; etc).

Pues los numerarios son como Luis Ricardo. Monstruos, que no personas, porque no hace falta que usen la razón, creados por el profesor Balaguerstein a los que les van dando órdenes que deben cumplir al pie de la letra. No espere más de ellos, don Álvaro. 

Del canal nostalgia:

https://www.youtube.com/watch?v=fIgn9E32ZYY

El Cid Campeador




Publicado el Wednesday, 12 June 2019



 
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