Estimados todos:

Vaya por delante que, “supuestamente”, en la actualidad soy un miembro supernumerario de la obra. Y digo “supuestamente” porque, de forma lamentable para mis sucesivos centros, directores, confesores y gentes preocupadas por mi formación doctrinal, me he convertido en el primer miembro protestante de casa, por lo que deduzco que, el día más insospechado, seré nominado o directamente expulsado de tan magna Institución por falta de espíritu o intolerable postura crítica...

Razones para echarme (según sus particulares criterios teológico-morales) tienen todas pues, si bien no cometemos más pecados ordinarios que el común de los mortales (modestia aparte, como humilde padre de familia no damos para grandes aberraciones… Señor, Tú sabes todo y sabes que te quiero), y no teniendo afortunadamente pecados excesivamente graves, lo cierto y verdad es que las normas y criterios de casa pues… como que no los cumplo mucho, pues no he llegado a captar la esencia sobrenatural de los mimos (mea culpa, of course). Y así llevamos varios años, para desesperación de mis directores. Yo ni cumplo, ni miento (reconozco abiertamente que no hago las normas).

Cuando en su día se produjo mi labor de captación, como creo que se ha hecho con todo el mundo (ora numerarios, ora super, etc.), a uno le cuentan una parte muy limitada de la película (que si la santificación en el trabajo, que si ser santos en el medio del mundo, etc., etc.), y sólo es después, con cuentagotas, cuando le van soltando las obligaciones del reverso tenebroso…. Evidentemente, siendo supernumerario, las obligaciones inherentes a nuestra “condición de miembros del club” son mucho más light que las de mis hermanos numerarios… Si a mi me dicen lo del cilicio, o lo de las disciplinas, los mando a paseo ipso facto…. Pero lo cierto y verdad es que, en cuanto a las normas que se nos exigen a los “super”, nunca he terminado de comprender ese enfermizo pelagianismo, esos comportamientos dignos del mejor fariseo que a lo único que me llevaban era a un complejo de “sepulcro blanqueado” total… Lo de los libros recomendados, películas prescindibles, etc., ya ni lo comento. Somos mayorcitos para leer, ver oír y frecuentar las compañías que estimemos oportunas.

Siempre me han hecho gracia los compañeros que, por ejemplo, por no llegar puntuales a una misa por las razones que fueren, se “cagaban en todo lo que vuela” (no reproduciré expresiones malsonantes), entrando después todo dignos en el templo/oratorio, casi sin resuello, haciendo gala de la mayor circunspección y ejecutando una genuflexión que temblaban los cimientos del templo y los bancos perdían su alineación (quiero pensar que como generosa mortificación por la sarta de blasfemias previas). En lugar de abogado, tenía que haberme hecho traumatólogo de opusinos…

Anécdotas aparte, como digo, dado que el espíritu fundacional no me parece maltraído y llevado por la pereza más absoluta, creo que sigo aquí por simple inercia y por cariño sincero a varios numerarios que, aunque engañados, me parecen grandísimas personas, intentando hacer labor interna y centrando mi actual “protesta” en uno de los hechos tan manido en esta Web, que no es otro que el del control de conciencias y la inadmisible violación de su libertad, perfectamente explicada por Oráculo en su día. Evidentemente, lejos de mí la esperanza de que la Obra cambie, pero yo me he visto en la obligación moral, cristiana, ética y legal de enviarle una copia del PDF de Oráculo a mi Director y sigo esperando respuesta, pues antes de agosto estaba intentado reunirse por enésima vez conmigo para animarme a volver a los círculos y, fundamentalmente, hacer una visitilla al sacerdote del centro (evidentemente, con lo leído de Oráculo, se me han ido las ganas, aunque ante las sospechas que tenía debo reconocer que ya llevaba años -literalmente- sin confesarme con “mi buen pastor”) y, al parecer, deben estar consultando el punto del vademécum relativo a “¿Qué hacer si un supernumerario te remite a bocajarro el artículo de Oráculo?”. Aguardamos respuesta y os mantendremos puntualmente informados.

Dicho esto, como quiera que en su día se produjo un evidente engaño a la hora de formar mi consentimiento para entrar en la obra, viciándolo de raíz, como digo pueden expulsarme cuando lo consideren oportuno, pero que no esperen de mi carta, escrito o documento alguno pidiendo mi baja en el club, pues no pienso facilitar prueba de cualquier naturaleza que sirva para acallar sus conciencias (los que obran mal son ellos, no yo). Y digo esto porque, como jurista en ejercicio, no alcanzo a comprender la angustia que a varios de los que aquí escriben les genera el tema de la dispensa.

Queridos todos, si uno no está cómodo aquí, en modo alguno tiene que remitir necesaria o imperiosamente una solicitud de dispensa ni, mucho menos, tener que esperar con ansiedad y desasosiego que esta sea concedida, como si se tratase de un magnánimo ejercicio de generosidad suprema del prelado de turno. No hay nada que dispensar máxime cuando todos, como digo, en su día se han incorporado con su consentimiento claramente viciado. Y por descontado (salvo opinión mejor fundada en lo sobrenatural), tampoco hay fundamento teológico ni de derecho canónico que exija de dicha dispensa para los miembros laicos de la obra (que por cierto, eran los que supuestamente tenían que mandar, según esas idílicas enseñanzas iniciales que a uno le dan para animarle a incorporarse… El Espíritu laical no sé dónde se perdió y esto parece un club para la promoción de Obispos particulares...)

En fin. Que aquí seguimos intentando extender la rama protestante del Opus y, en cuanto me expulsen de la ortodoxa, seréis convenientemente informados.

Abrazos a todos.

UATdeFAK