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 Tus escritos: Sanjosemaría como líder visionario.- Gervasio

070. Costumbres y Praxis
Gervasio :

$anjosemaría como líder visionario

Gervasio, 21/02/2020

Cuando digo líder visionario no tengo en cuenta las visiones de Escrivá del 2 de octubre de 1928 o las del 14 de febrero u otras. Tomo lo de visionario en el mismo sentido en que, por ejemplo, Steve Jobs (1955-2011) es considerado un visionario en el mundo de la informática. Ese y otros líderes son tenidos por visionarios en sus respectivos ámbitos de actuación, en el sentido de que tuvieron una asombrosa mente acertada visión del futuro. Los escolásticos, en sus tratados sobre las virtudes, me parece que enumeran la previsión y la providencia como partes integrantes de la virtud de la prudencia, en cuanto encaminada a la consecución de bienes futuros. Como virtud que trata de evitar los futuros males e inconveniente añaden además la precaución



Recientemente estuve con un amigo, con el que me encuentro cada vez que pasa por la ciudad donde vivo. Es numerario, pero no nos vemos para hablar de la Obra. No obstante, después de haber tratado de nuestros asuntos y de haber echado unas risas, sin que yo le diera pie para ello, me confió: 1º que la Obra no crece, que contando los que se van y los que entran, la situación está así, así, muy igualada; 2º que esa situación de estancamiento se da en prácticamente todas las instituciones eclesiásticas o que incluso a algunas les va peor. Se ve que tenía estas consideraciones a flor de piel y le salieron hacia fuera.

Me dejó impresionado, no por lo que sus afirmaciones tienen de noticia —no eran noticia para mí—, sino porque tienen todos los visos de ser, no una opinión personal, sino lo que se dice dentro del propio Opus Dei. Son moneda corriente. Como no puede ser menos, yo veo la situación desde mi punto de vista de ex; un ex muy mayor.

Tuve ocasión de conocer al fundador cuando él tenía cincuenta y seis años. Recuerdo que mi madre y una tía mía se reían de mí, cuando les conté alborozado que acababa de conocer y había conversado un rato con el fundador del Opus Dei.

—¿Cincuenta y seis años dices que tiene nada más? ¡Hombre!, eso no es un fundador.

Asociaban mentalmente la idea de fundador con el de alguien fallecido hace ya muchos, muchos años o al menos con un venerable anciano. Se resistían a considerar fundador a quien tenía menos edad que ellas mismas. Algo de razón tenían. La solidez y enjundia de una fundación se mide por los años de vida saludable trascurridos después del fallecimiento de su fundador. Me doy cuenta de que he asistido tanto al florecimiento como a la decadencia de la institución a la que pertenecí. Ambas cosas han acontecido en el breve espacio de una vida: de mi vida.

El Opus Dei ya no es lo que era, cuando me lo topé. Los del Opus Dei que conocí siempre eran triunfalistas. Ahora ya no lo son; no porque hayan dejado de tener talante triunfalista, sino porque al día de hoy tienen pocos motivos para serlo. Pero la actitud triunfalista no ha desaparecido del todo. Todavía asoma las orejas en eso de resaltar “otros están aún peor”. Genio y figura hasta la sepultura.

¿Qué ha pasado para que el Opus Dei ya no crezca, o que incluso tienda o corra peligro de decrecer? A los seguidores de Escrivá, les parece improcedente cuestionar o poner en tela de juicio la figura del su santo fundador, para responder a este interrogante. Les suena a irreverencia, a infidelidad, a osadía, a abominación. Escrivá de Balaguer, nos dirán, ha de ser considerado un santo, un gran santo, es el santo que hemos de imitar. Ha sido elevado a los altares. No se le puede cuestionar. Pues yo lo cuestiono. No cuestiono que esté en el cielo —bendito él—, pero me parece metodológicamente incorrecto eximirlo por principio de toda responsabilidad, porque no fue ni la Virgen María, ni Nuestro Señor Jesucristo. Fue un fundador más. Y los hay de dos clases: los que fundan una institución que pervive largos años y los que fundaron algo que no resiste el paso del tiempo. Unos y otros suelen estar elevados a los altares.

Me pregunto si Escrivá fue un líder con una acertada visión de futuro o no. Dicho en términos escolásticos, hasta qué punto estuvo dotado de esas virtudes integrantes de la prudencia denominadas, si no lo digo mal, previsión —tener en cuenta lo que pasará—, providencia —proveer las medidas con antelación— y precaución: evitar los inconvenientes que de acontecimientos futuros van a surgir.

El fundador dejo detrás de sí un montón de escritos, algunos de su puño y letra, como instrucciones y esas cartas que Oráculo denomina fundacionales: esas a las que dotó de un ridículo íncipit en latín. También dejó una caterva de reglamentos, vademécum, glosas, libros de meditaciones con frases suyas, etc., además de unos estatutos aprobados por la Santa Sede en 1950, que luego se sustituyeron por los de 1982. Todo ello para que no nos pudiésemos descaminar. Había dejado el espíritu del Opus Dei “esculpido”, según sus palabras.

Alguien puede llegar a ser un forofo de Escrivá y de sus enseñanzas. Sin ir más lejos, yo mismo lo fui. Fue el resultado de haberme hecho del Opus Dei. Pero no me apunté al Opus Dei, como consecuencia de haberme hecho un forofo de Escrivá. Imitar al autor de Camino y Santo Rosario carece de atractivo, de gancho. El forofismo llegó mucho más tarde.

Escrivá quiso preverlo todo y tener respuesta para todo. Tanta previsión se convirtió en exceso de previsión. ¿De qué vale rodearse de gente inteligente y valiosa, si uno lo tiene ya todo previsto de antemano, todo contemplado, todo solucionado? Nos imponía como pauta de conducta hacer en cada caso lo que él haría en esas mismas circunstancias. Eso sólo se puede pedir a un forofo. Nos imponía pensar ad mentem Patris. Heraldo ha escrito acertadamente sobre ello. De esta manera se resienten tanto la selección como el proselitismo. Sobre todo fomenta la mediocridad. Los cuadros de mando del Opus Dei se han llenado de mediocres, cada uno de ellos con un vademécum debajo del brazo. En cuanto a las bajas, algunas se producen por empacho de crespillos.

¿Previó el Padre que lo imitasen y que fuese a él a quien  pusiesen como modelo de conducta? Si lo previó, no supo evitarlo. Yo diría que no sólo lo previó, sino que lo fomentó. Esa fue su visión de futuro. Como él encarnaba el espíritu del Opus Dei... El espíritu del Opus Dei se hizo carne y habitó entre nosotros. Mala previsión y provisión, aparte de resultar un pelín arrogante.

Don Álvaro, forofo de Escrivá allá donde los haya, convertido ya en sucesor de Escrivá, echó la maldición sobre quien o quienes quisiesen cambiar los rasgos divinos de que está dotado el Opus Dei. No hay que dejarse intimidar por la maldición de don Álvaro del Portillo relativa a alterar esos rasgos divinos, sencillamente porque el Opus Dei carece de rasgos divinos. Como carece tales rasgos no es posible cambiarlos. ¿Qué hay de Derecho divino en todos esos documentos antes mencionados? Nada. Ni el fundador ni los superiores del Opus Dei son fuente de Derecho divino. No son capaces de generar Derecho divino, porque no son Dios. Per accidens, como dicen los escolásticos, sí que pueden encontrarse en esos textos normas de Derecho divino, como por ejemplo, honrar padre y madre, pero no porque el precepto haya emanado del fundador. Toda la normativa del Opus Dei es mero Derecho eclesiástico, aunque per accidens pueda contener algo de Derecho divino. Per accidens también puede estar desacertada en algunas cuestiones.

Quizá a lo que don Álvaro se refería era a que hay que respetar, sin cambiarlos, aquellos elementos que estructuran constitutivamente el Opus Dei. Eso no significa que sean divinos. Poco cabe deducir, en ese sentido de las visiones del fundador. Si tomamos por rasgos esenciales y constitutivos los que le fueron revelados en sus visiones, nos encontramos con que sólo nos dio a conocer uno. Tenía pensado que no hubiese, ni de broma, mujeres en el Opus Dei; pero el Señor dispuso otra cosa un 14 de febrero de 1930. Eso fue todo y lo único que explicitó de sus visiones. Nadie sabe, por ejemplificar, si la distinción entre numerarias y numerarias auxiliares proviene o no de ese 14 de febrero o si la distinción entre numerarios y agregados forma o no parte de una visión fundacional. Lo propio sucede prácticamente con todo.

 

Ante esta dificultad, o más bien imposibilidad, de identificar los rasgos fundacionales esenciales, lo que se ha hecho ha sido respetar lo más posible todo ese legado de instrucciones, cartas fundacionales, vademécum, reglamentos, catecismos, glosas, modos de hacer, etc. La situación me recuerda a lo que ha pasado en mi pueblo con los monumentos histórico-artísticos. El consistorio, tras dar orden de derribar una iglesia gótica y otros monumentos igualmente valiosos y tras sufrir el reproche en muchísimas instancias por haberlo hecho, dictó una serie de normas en virtud de las cuales no se puede tocar absolutamente nada del casco antiguo. Tienen el mismo trato unas columnas románicas con sus capiteles artísticamente esculpidos, que los pilares de hormigón armado de una casa de pisos. Conocemos por OpusLibros la reprimenda que sufrió un señor del Opus Dei por haber cambiado los muebles de una estancia del Colegio Mayor Aralar, en Pamplona, por motivo de que así estaban cuando por allí pasó el Padre. ¡Toma del frasco, Carrasco!

Quizá la problema sea la contraria. Se ha tomado por elementos esenciales del legado escrivaniano lo que sólo son elementos accidentales y en muchos aspectos obsoletos e incluso en algunos casos equivocados. Algo así como si una madre para respetar la integridad de su hijo se negase a cortarle las uñas y el pelo o eliminarle el sarro de los dientes. Mira lo que ha pasado con las Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas. Fue un legado escrivaniano— o considerado legado escrivaniabo— nefasto. Hubo que retirarlo de la circulación. No es ya que no fuese un rasgo divino, sino que era más bien todo lo contrario de divino. En cualquier caso contradice la normativa vigente de la Santa Sede. ¿Afecta a los cimientos del edificio del Opus Dei el abandono de ese viciado modo de hacer? Pues sí. El Opus Dei se apoyaba bastante en un viciado modo de proceder en materia de dirección espiritual y gobierno. Por continuar con la misma terminología de antes, afecta a los elementos que lo estructuran constitutivamente. Con lo del proselitismo, tres cuartos de lo mismo.

 

Mientras las cosas continuaron bien, la política de máximo respeto al pasado funcionó satisfactoriamente. Pero las cosas ya no marchan bien, pese al respeto al pasado. ¿Qué hacer? Lo que manden los directores, por supuesto; pero es que los directores no saben ya qué hacer, ni qué tecla tocar, para tener algo de éxito, de eficacia, como suele decirse en el argot opusdeísico. ¡El canto del cisne fue lo de ¡a por quinientas vocaciones!

 

¿Habrá que cambiar o mejorar algo? Pero ¿qué es lo que hay que cambiar o mejorar? Hace tiempo que dejé de creer en el Opus Dei, en el sentido de depositar mi confianza ni en él ni en sus superiores. Mi actitud es parecida a la de Retth hacia Escarlata al final de Lo que el viento se llevó.

 

    Pero, Rhett, ¿qué puedo hacer? ¿Qué será de mí mañana?

    Francamente, querida. Me tiene sin cuidado.

 

Gervasio




Publicado el Friday, 21 February 2020



 
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