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 Tus escritos: Cambios en el Opus Dei.- Gervasio

070. Costumbres y Praxis
Gervasio :

Cambios en el Opus Dei

Gervasio, 13/03/2020

 

Cada vez que  me encontraba con un numerario, invariablemente me decía que en el Opus Dei las cosas ya no son como eran, que las cosas están cambiando; pero no concretaban qué es lo que está cambiando o ha cambiado. Cansado un día de tanta inconcreción, le dije a uno que me parecía más propicio: pues hazme una enumeración de lo que ha cambiado. Yo entiendo las cosas con ejemplitos y no mediante consideraciones abstractas. Soy así de torpe. Empezó a soltar por aquella boca y me quedé asombrado, atónito, patidifuso...



            El cilicio —decía— creo que ya no lo usa nadie, por lo menos no veo a gente cojeando, como sucedía antes. Nos dejan escoger el curso anual al que queremos ir, e incluso podemos ir al extranjero, y con tal ocasión hasta practicar un poco de turismo. En los cursos anuales, convivencias y cursos de retiro hay un hueco en el horario para dormir la siesta. Podemos ir a bodas, bautizos y  otros acontecimientos familiares y participar en el convite posterior. Podemos hacer regalos. Nos comportamos como uno más a la hora de turnarnos para atender un enfermo de la familia. Ya no se persigue a nadie para que haga “movimiento económico”, ni para que haga la charla fraterna, ni para que se confiese. Para la charla fraterna, se permite elegir entre varios candidatos. La gente tiene planes de pensiones particulares y hace aportaciones extraordinarias a ellos de vez en cuando. Ya no se presiona para que los bienes patrimoniales se entreguen a la Obra. Ha caído en desuso la emendatio del Círculo breve, que rara vez se hace. Cada uno lee lo que quiere, sin consultarlo, aunque existe la posibilidad de informarse antes, si uno quiere. En un viaje es posible quedarse a dormir en casa de un colega o de un familiar, o ir a pasar un fin de semana a casa de un matrimonio amigo o de un pariente. Y por ahí p'alante. No lo recojo todo.

            Como ya dije, me quedé patidifuso, anonadado, perplejo y  tardé en reponerme del susto. Me repuse ya en casa, rumiando lo que había sido mi vida en la escribanía y lo que al parecer es ahora. Buscando explicaciones, me vino a la mente algo que escuché al fundador; o mejor dicho, un cambio de criterio del fundador en materia de abuso de poder. Cuando alguien le preguntaba —o más bien él mismo se preguntaba  y  se respondía a sí mismo— si el Opus Dei se metía en política o qué sucedería si se metiese en política, respondía en estos términos: (Por supuesto no son palabras textuales) Si algún día sucediese que los superiores del Opus Dei impusiesen o diesen a sus miembros consignas políticas, los miembros del Opus Dei desertarían en masa. Posteriormente dejó de efectuar tal afirmación y pasó en su lugar a decir: si los superiores del Opus Dei impusiesen o diesen a sus miembros consignas políticas, los miembros del Opus Dei se rebelarían legítimamente, santamente. ¿Qué está sucediendo—pasé a preguntarme— que los miembros del Opus Dei están huyendo en masa ante el abuso de poder de sus superiores o lo que sucede es que se están rebelando legítimamente, santamente? Me parece que pasan las dos cosas. Por supuesto no me refiero a abusos de poder en materia política, sino a abusos de poder en otros ámbitos.

En la Historia de la Iglesia creo que el Opus Dei ostenta el lamentable récord de producción de bajas en poco tiempo. Tantos pitajes... y cuantos más pitajes, más gente que se va desencantada y en demasiadas ocasiones dolida, fomentando la mala reputación del Opus Dei. Y eso no ha sido lo peor porque, ya ni se van desencantados, ni desertan en masa, porque ya no pitan. Sólo quedan los viejos. Con todo y con eso, todavía hay numerarios y supernumerarios  que no han perdido del todo la confianza en el Opus Dei. Entienden que, aunque difícil, es posible suprimir cosas que sobran y atajar los abusos de poder que, en nombre de Dios, se han cometido dentro de la Obra. Consideran que los cambios antes señalados no impiden mantener personalmente un alto nivel de exigencia, de forma que el Opus Dei sea un "camino de santidad" en medio del mundo.

En todo esto hay mucha tela que cortar, de modo que vayamos por partes. Como ya dije, soy tan torpe, que tengo que valerme de ejemplitos también para explicarme. Voy a centrarme en lo de “hacer movimiento económico” —pues ya sé que está proscrita la expresión “hacer caja”— y en lo de solicitar permiso para efectuar cualquier gasto no ordinario. ¿Hasta qué punto es procedente o improcedente eso de “hacer movimiento económico”? ¿Será que se ha rebajado la entrega en tema de pobreza o bien que la entrega en medio del mundo no exige hacer “movimiento económico”, ni renunciar a la propiedad, ni a la administración de los propios bienes?

 Me iluminó el recuerdo de un agregado, pescadero de profesión, muy abnegado por cierto. Ejemplar. Me refiero a un agregado  fallecido hace ya tiempo de la época de vacas gordas para el Opus Dei. Gran persona. Se levantaba muy temprano para comprar pescado en la lonja del puerto. A partir de las diez de la mañana, y después de oír misa,  lo vendía en un puesto del mercado municipal, alquilado, que regentaba junto con una hermana suya  que también acabó siendo agregada, lo que no le sentó nada bien, pues terminó con grandes depresiones. Tenía a su cargo —me parece— algún familiar, que luego se murió. ¿Consultaban gastos? Pues no. El agregado en cuestión todos los días tenía que adquirir, en una subasta a la baja, lotes de merluza, lubina, centollo, etc. Inviable consultar gastos. Las subastas a la baja son tan rápidas que no cabe conectarse con el “superior” para consultar, y menos a las seis de la mañana, si debe comprarse o no merluza. Lo mismo sucede con el regateo a la hora de la venta. No se puede materialmente recabar el beneplácito de “superior”. El superior tendría que convertirse en pescadero.

 

Como puede comprenderse, a tal modo de sustentación económica es difícil aplicarle reglas de pobreza pensadas para un estudiante o para un religioso, que es lo que el Opus Dei nos imponía en mi época. ¿En qué podría consistir “hacer movimiento económico” para ese agregado pescadero?

 

Lo propio sucede a gran escala: cuando se venden partidas millonarias y se compran partidas millonarias.

 

—Fulanito -pregunta el dócil numerario a su director local-, ¿te parece bien que compre en Manhattan un par de edificios de veinte plantas cada uno? Me los dan a muy buen precio.

 

—¿Cuál es la cantidad?

 

—Tropocientos millones.

 

—No me corresponde a mí decidir sobre tan alta cantidad. Habrá que consultar a instancias más altas. Yo sólo decido en tema de camisas, jerseys y calzoncillos. Ni siquiera decido en tema de automóviles.

 

—¿Y tendré que esperar mucho tiempo para recibir respuesta? El plazo para decidirme se agota  por momentos.

 

—Échale un par de meses por lo menos. Ten en cuenta que los superiores son muy santos. Y los santos lo llevan todo a la oración. Además Nuestro Santo Padre estableció que el gobierno ha de ser colegiado. Han de reunirse mucho, pese al coronavirus. Se reúnen heroicamente, con riego de su vida. Pero es que se trata de muchos millones. Y con tantos millones se puede también hacer mucho bien a las almas.

 

Los santos directores, para decidir  entre almas y torres de veinte pisos, tendrían que convertirse en este caso no en pescaderos, sino en  Real Estate Guys. Y es que,  a mi modo de ver, todo el régimen de pobreza, por así llamarlo, propio de los numerarios está pensado para estudiantes. Los estudiantes, aunque provengan de familia acomodada, andan siempre escasillos de dinero, hasta para efectuar una consumición en un bar, para comprarse ropa, un móvil y cosas así. Tiene mucho mérito que hagan “movimiento económico”: que entreguen todo lo que adquieren por donación de sus padres, o como consecuencia de una beca o por algún ocasional trabajillo propio de estudiantes, como dar clases particulares. Su economía es muy elemental. En suma, esas exigencias “totales”, sin “peculio”, con cuenta de gastos al milímetro son en cierto modo fáciles de vivir para un hijo de familia. El modelo de pobreza que el fundador establece y que aprendimos está pensado para hijos de familia. Mejor dicho, esta copiado  del régimen económico de los religiosos, que también es muy elemental. Falla cuando ya no se trata de  aplicarlos a estudiantes ,a hijos de familia, o a religiosos.

 

¡Nosotros, sin peculio! ¡Somos más observantes de la pobreza que no pocos religiosos! El peculio es una figura jurídica, que ha caído en desuso, tan obsoleta como el censo enfitéutico o el laudemio. ¡Nosotros no tenemos peculio! Ahí se le ve el plumero al fundador. El plumero de una mentalidad poco secular, de su mentalidad frailuna, que por otra  parte tanto denostaba. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Lo de “no tenemos peculio”, a contrario sensu, presupone que pertenecemos al género de  los religiosos y que el Opus Dei está planteado en términos de vida religiosa, porque  los religiosos son los únicos seres humanos que pueden tener o no tener peculio.  

 

 ¿Tenía peculio el mencionado agregado pescador? Pues claro que no. Lo que tenía era una pescadería. No tenía peculio, como tampoco tenía un censo enfitéutico, ni un landó. Administraba lo mejor que podía su negocio y entregaba generosamente parte de lo que ganaba a la Obra.

 

Cuando se es mayor, es frecuente que las economías de personas incluso consideradas pobres estén organizadas al modo empresarial. Es frecuente regentar una tienda, una farmacia, ser trabajador autónomo, no estar a sueldo. En fin, que resulta muy difícil aplicar un régimen de pobreza propio de religiosos —aplicable, en cambio, hasta cierto punto a los de hijos de familia— a adultos que regentan pequeños o grandes negocios y a adultos en general, aunque no sean comerciantes. En esa misma línea está lo de pedir permiso para comer fuera de casa y cosas así. Están pensadas para  religiosos y para hijos de familia; no para adultos. No digamos ya lo de pedir permiso para beber agua, que estuvo vigente para las mujeres durante algún tiempo. Vosotras, como las religiosas de estricta observancia más exigentes y rigurosas, les pedía Escrivá. Nadie nos gana en exigencias ascéticas, aunque vivamos en medio del mundo.

El error, a mi modo de ver, fue perpetuar en la edad adulta un régimen de vida propio de hijos de familia sobre los que se  pretende continuar ejerciendo una especie de patria potestad. Pero lo peor de todo fue cambiar, en aras del aumento de vocaciones,  el perfil del candidato al opus Dei. Se dejó de buscarlo en la Universidad y entre los recién licenciados y jóvenes profesionales, para centrarse en niños, más aptos, por razón de su edad,  para imponerles un régimen de vida propio de menores de edad. Fácil, hasta que los niños dejan de serlo. Es peor aún, cuando nunca dejan de ser niños, porque tienden a instalarse en puestos directivos.

 

            Otra inadecuación proviene de un irreal, confuso y difuso régimen de propiedad. Lo ilustro con una experiencia personal. En una ocasión consideré indicado regalar una caja de bombones a una señora. Lo consulté y me dieron el oportuno  permiso; pero el otorgante de permiso añadió:

 

            —No dejes de hacer notar que el regalo proviene de la Obra. No es un regalo personal tuyo.

 

            —¡Ah!

 

            La gracia del regalo consistía en que el regalo fuese mío y no de un tercero: ni la Obra, ni mis padres. En cualquier caso, los paganos, por supuesto, eran mis padres. El autor de semejante consejo no era un memo cualquiera, como pudiera parecer, sino el director de mi centro de estudios, que luego pasaría a ser vocal de San Miguel de la Comisión Regional, donde quedó permanentemente afincado hasta los restos. ¡Toma vocal de San Miguel!, que los vocales de San Miguel son buenos para la tos.

 

            Alguna vez, como tantos profesionales adultos,  me vi en el gustoso compromiso social de invitar a alguien a comer, por supuesto en un restaurante. A la propia casa en que uno vive no se puede traer gente a comer. Son comedores misterio.

 

            —Agradéceselo al Opus Dei –habría que decirle-. Pago esta cuenta del restaurante con dinero del Opus Dei, porque yo soy pobre.  Esta mañana me  facilitó el dinero el secretario de mi centro, con el que hice “movimiento económico”, tras consultar el caso con el director. Aunque no lo parezca, soy más pobre que los monjes de votos solemnes. Pero no soy religioso ¿Eh?

 

    ¡Ah!

    

    ¿Lo entiendes?

     

    ¡Claro! ¡Claro! Debes de mandar mucho en el Opus Dei, para que el Opus Dei me haga este regalo. Por eso te lo agradezco sobre todo a ti. Aunque lo cargues a gastos de representación, te lo agradezco a ti.

              

            La conversación podría continuar así:

 

            —Entonces, cuando el otro día mi mujer, que es del Opus Dei, me regaló una corbata ¿también tengo que agradecérselo al Opus Dei? Ella no manda nada.

 

            —No, porque tu mujer es supernumeraria y los supernumerarios no hacen “movimiento económico”.

 

            —¡Ah!

 

¡Ah! es una interjección de ricos matices y muy adecuada en algunas ocasiones.

 

            Lo propio sucede con la ayuda, económica o de otro tipo, a los padres de los numerarios y numerarias auxiliares del Opus Dei, en caso de que la necesiten. Se niega —en contra de  lo que enseña la moral cristiana— que los numerarios, como cualquier hijo de vecino, tengan obligación de socorrer a sus padres en caso de necesidad. ¡Ah! Y se afirma que la tal ayuda —si es que la permiten, que raro es— se la proporciona el Opus Dei. Me recuerda a aquello de Marcos VII, 11 y Mateo XV, 5: todo aquello con lo que pueda ayudarte es “corban”; es decir, Ofrenda al Altísimo. No te puedo ayudar. En vez de “corban” la ausencia de ayuda se justifica en que “somos pobres”.

 

Hay que comportarse según estas pautas frailunas y simultáneamente sostener que no somos religiosos, sino “cristianos corrientes”. Difícil de creer, porque todos saben que el prelado de los cristianos corrientes  no paga a sus fieles los bombones que puedan dar a una señora como obsequio. Tampoco sustituye a los hijos en la atención económica a los padres que lo necesitan. Mucho  “no somos religiosos”, pero luego se nos imponía un estatuto económico propio de los  religiosos con un régimen de pobreza que imitaba el estatuto de los religiosos de votos solemnes. ¿Se ha dejado de imponer ese régimen por  improcedente o es que estamos en un  momento de relajación de la disciplina, de la regla, de las normas dadas por Nuestro Santo Padre Fundador, por $anjosemaría?

 

            Como decía, hay mucha tela que cortar y habría que ir por partes.

 

            Gervasio




Publicado el Friday, 13 March 2020



 
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