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 Tus escritos: ¿Alguien me sabe decir qué es la vocación?.- Plutone

050. Proselitismo, vocación
Plutone :

—Vamos a ver si nos aclaramos, chicos. ¿Alguien me sabe decir qué es la vocación?
—¡Yo, profe, yo! La vocación es saber que hay algo que sabes hacer y que sabes que lo haces bien. Es estar hecho para eso y…
—Mirad, la vocación es…
—¡Yo, profe, yo! La vocación es un don, como el de la pintura, la escritura, la música…, algo que sabes hacer mejor que los demás sin saber muy bien por qué…
—Mirad, la vocación es…
—¡Sí, profe! ¡Y sentir que no serías capaz de vivir si te prohibieran hacerlo, no verle más sentido a tu vida, no ver otro camino!
—Mirad, la vocación es…
—¡Yo, profe, yo! Es igual que la vocación profesional, la que tienen los que han nacido para ser médicos, abogados, científicos…
—¡A ver, chicos! ¡¡¡La vocación es un acto de generosidad!!!
—¡¿Quééée?! Pero ¡¿qué dices, profe?!
—¡No, profe, no! ¡La vocación no puede ser renunciar a lo que más quieras!
—¡No, profe, no! ¡Ni a lo que mejor sabes hacer, para lo que vales!
—Sí, chicos, sí.
—¡Qué va, profe! ¡Eso es sacrificio, no vocación!
—No, chicos... A ver, Antonio, baja ya la mano. ¿Qué quieres?...

—Oye, profe, que estaba yo pensando… Y si la vocación fuera eso que tú dices: renunciar a lo que más queremos, como irnos a estudiar lo que queramos adonde queramos, pedirnos una Erasmus, conocer a una mujer, tener hijos, tener un buen trabajo que nos guste y donde nos guste y luego volver a casa para pasar las Navidades con nuestros padres..., ¿qué pasa si no renunciamos? ¿Y si queremos ser buenos cristianos sin tener que renunciar a nada de eso?
—Os lo vuelvo a decir: la vocación es un acto de generosidad. Si Dios te llama y no eres capaz de renunciar a todos esos deseos tuyos, sería el máximo del egoísmo, serían un egoísmo y una soberbia de tal magnitud que sería pecado mortal, lo que no solo conlleva la perdición de tu alma, sino la de tu vida entera y la de tus hijos.
Antonio se queda pensando otra vez: «Un pelín vengativo el Dios este, ¿no?».
—¿Y cómo sé si Dios me llama?
—Pues eso vamos a dejarlo para el próximo día.

En el pasillo, el profe se aparta a un rincón con Antonio.
—Mira, Antonio. Sabes que Dios te llama porque nos has conocido a nosotros. Porque estás en un colegio de la Obra y has recibido el inmenso regalo de conocernos. Si no, ¿qué estarías haciendo aquí? Si Dios me ha puesto a tu lado es porque quiere que lo sigas, que te hagas numerario como yo.
—Pero si no sé nada de la Obra, no sé lo que hace un numerario.
—¿Cómo que no? ¡Si llevas toda tu vida aquí! ¿Es que no ves mi ejemplo? ¿Te parece poco? Yo soy un buen cristiano y un buen profesor. Un hombre que se santifica con su trabajo y que es capaz de renunciar a muchas cosas para llevarle jóvenes como tú a Dios.
—O sea, ¿que tengo vocación porque te conozco?
—Exacto.
—¿Y me voy a dedicar a decirles a mis amigos que ellos también tienen vocación porque me conocen?
—Bueno, hombre, tampoco es eso…
—¡Ah, ya sé! ¡Le voy a decir a la esmirriada de mi vecina que venga a hablar contigo! La pobre no tiene ni idea de lo que quiere hacer… ¡Ya verás cuando se entere de que tiene vocación! ¡Va a engordar tres kilos de golpe de lo contenta que se va a poner!
—No, Antonio…
—Venga, profe, me voy, que ya ha llegado mi madre…

Al día siguiente, en clase.
—Hombre, Mario, no viniste ayer.
—¿Y para qué voy a venir, si contigo no voy a aprender nada?
—¿Ya estamos otra vez? Venga, hombre, que hoy vamos a hablar de una cosa importante.
—¡Sííí! ¡Hoy nos va a decir cómo sabemos si Dios nos llama!
—Eso es, chicos. Mirad, lo primero es entender cuál es la diferencia entre un cristiano corriente y un cristiano del Opus Dei. Ya veréis como después todos vais a saber si tenéis vocación. Es muy fácil. Os lo voy a leer, lo explicó muy bien san Josemaría: «¿Tú has visto un farol encendido? ¿Y otro sin encender? Son iguales, pero uno tiene luz y el otro no. Pues el farol encendido, ese es del Opus Dei. ¿Está claro? De modo que un cristiano es igual a otro cristiano, pero si se le enciende una luz dentro, y responde, y no la apaga, ese es del Opus Dei. Esa es la diferencia: que da luz, que da calor, que atrae».
—Ya, claro, y el otro no —dice Mario—. El que no es del Opus ni da luz, ni calor ni atrae.
—A ver, Mario, tienes que levantar la mano antes de hablar.
—Muy bien, pues levanto la mano y hablo. Para el que no lo sepa, mi hermano se hizo numerario cuando tenía 14 años, como nosotros, se fue a vivir con los del Opus con 18 y volvió a casa con 22 hecho un trapo. Había adelgazado 10 kilos y no salió de su habitación en un mes. ¡Hasta meaba en una botella! Mi madre, que no se sabe por qué sigue siendo supernumeraria, le dejaba comida en la cocina por la noche. A lo mejor no comía una mierda porque era un puto farol apagado.
—Mario, hazme el favor de no decir palabrotas. Además, este no es el lugar…
—Muy bien, pues si es buen lugar para hablar de faroles, hablaré de faroles. Además, tengo la mano levantada y me toca a mí.
—Bueno, pero no cuentes cosas de tu hermano, que ya te he dicho que no es el lugar.
—Estupendo, pues a ver cómo te lo explico. Yo creo que no tenéis muy claro lo que es la vocación. Vosotros decís que es una llamada de Dios. ¿Y eso qué es? Decís que tener vocación es ser los elegidos, es ser un farol encendido. Y a los que no piten, que les den. Que se queden como faroles apagados, de los que no iluminan. Y los que se van, ¿qué son? ¿Bombillas que han reventado? Pues, claro, por eso hay que apartarse de ellos, porque dan calambre. Y los que siguen dentro pero con dudas son cables pelados. A esos es mejor ponerles un esparadrapo anticalambres con forma de pastillas, mandarlos a otra ciudad o meterlos en las casas de los más viejos para que nadie se electrocute, o conseguir que se vayan de una puñetera vez. Qué pena que al Escrivá no le diera tiempo a saber que eso se llama mobbing, con lo que a él le hubiera gustado.
Riiiiiiiing… Salvado por la campana.

Esa misma tarde.
—Pax.
—In aeternum.
—¿Qué me cuentas, Felipe? ¿Cómo ha ido esta semana?
—Pues… Bien, más o menos.
—¿Cómo que más o menos? ¡Aquí no hay medias tintas, ya lo sabes! Bueno, a ver, ¿qué ha pasado? ¿Qué te preocupa? Y no me vayas a decir que no has cumplido el plan de vida.
—No, no es eso. Es que esta mañana he dado una clase de vocación y…
—¡¡¡¿Qué?!!!
—Pues, eso, que estaba dando una clase de vocación y…
—¿Cómo que una clase de vocación? Así, ¿a todos? ¡¡¡¿En grupo?!!!
—Sí, es que he pensado que…
—Pero ¿cómo que has pensado? ¡Tú no tienes que pensar! ¡Ya está todo pensado! ¿O es que no lo sabes? ¡¡¡Lo pensó todo, absolutamente TODO, Nuestro Padre!!! ¿Cómo me vas a venir ahora con esas? ¡Hombre, por Dios, como si fuera algo nuevo! Si ya nos lo decía en los años 30: «No hay que captar nunca un grupo».
—Sí, ya, pero es que yo…
—Tú, ¿qué? Tú no tienes que pensar, ya te lo he dicho. A ver, Felipe, te lo voy a explicar. A los chicos hay que tratarlos de uno en uno, porque si no, se hacen fuertes entre ellos. Si tú te pones a hablar con uno, le puedes dar respuesta a todas sus dudas, porque sabes cómo es y lo que necesita oír. Lo conoces y sabes por dónde flaquea, sabes lo que le tienes que decir para que él no sepa rebatirte. No le das tiempo a pensar y te lo llevas a tu terreno, ¡con santa audacia! Aprovechas el momento propicio para decir algo de sus padres. Este es un ejemplo muy claro: si estás hablando con alguno de padres afines a la Obra, le ayudará que le digas que sus padres estarían contentísimos si él pitara, y eso le dará un empujón, y luego, en otra conversación a solas con él, aprovechas para insistir en que él le debe la vida a Dios y a sus padres. Dios lo ha creado para que se entregue a Él a través de su Obra, porque Él lo que quiere son faroles encendidos, claro está, y sus padres lo han tenido, lo han amado, lo han criado y lo han educado para que se entregue a Dios a través de su Obra, o sea que sería tremendamente egoísta no responder a los deseos de Dios y ni a los deseos de sus padres. ¡Cae por su peso, ¿no?! Sin embargo, si estás hablando con otro que tenga padres que no nos conocen o que no aceptarían que captáramos a su hijo, ese lo que necesita es que le digas que está siendo un héroe, ¡un santo!, como tantos santos han hecho antes que él. Hasta el propio Jesús se perdió en el templo con 12 años sin decirle nada a sus padres. ¡Menudo susto se llevaron, buscándolo por todos lados! Y la repuesta no tiene desperdicio. Él tenía que ocuparse de las cosas de su Padre. Sabias palabras. ¡Y sabias palabras las de Nuestro Padre! Porque Nuestro Padre sabía exactamente lo que cada alma necesita para avanzar en el camino de santidad. ¿Lo entiendes ahora?
—Sí, claro —dice Felipe y piensa: «Pero lo del farol encendido no voy a volver a decirlo en mi vida».
—Bueno, ¿y cómo ha ido esa clase? Dime.
—Pues… Es que ha venido Mario y, ya sabes, se ha puesto a contar de su hermano.
—¡No le habrás dejado hablar, ¿no?!
—No, no, claro que no. Pero me ha reventado la clase.
—¡Lo ves! Si ya lo decía Nuestro Padre, ¡hay que deshacer los grupitos con prudencia de serpiente! Pero si está más claro que el agua: si les hablas en grupo, se refuerzan las dudas. Es más, ¡se refuerzan las críticas! Porque lo que uno solo no llega a pensar, se lo dice el otro, y si uno dice que para ser buen cristiano no hay que ser del Opus Dei, ahí lo tienes: ¡se te escapan la mitad! En fin, ¡menos mal que son tan pequeños! El próximo día los pones a hacer algún proyecto de esos chorra y ya verás como se les olvida. ¡No quiero ni pensar en lo que habría podido pasar si haces eso en Bachillerato! Por lo menos habrás hablado con alguno después, ¿no? ¿Qué tal con Antonio?
—Pues… Tendré que hablar con él otro día, porque creo que no lo ha entendido muy bien.
—¿Y te lo vas a traer a la meditación?
—Pues… No me ha dado tiempo a decírselo…
—¿Cómo que no te ha dado tiempo, Felipe? ¡Si es que no estás en lo que estás! ¡No me vayas a decir que no vas a traer a nadie!
—Pues…
—¡Ni pues ni después!
—Es que…
—Es que, ¿qué? Mira, Felipe, esto es muy fácil. Ahora te vas al oratorio y te pones a hacer la meditación. Y la semana que viene me dices qué has visto. Piensa en si de verdad estás viviendo el espíritu de la Obra como deberías. Si no traes vocaciones, piensa a ver qué más puedes hacer. No me digas que estás poniendo todos los medios, porque Dios quiere vocaciones para su Obra. Así que, si no las traes, ya sabes que el problema eres tú. Si Él estuviera contento contigo, traerías vocaciones. ¡Y ni siquiera eres capaz de traer a nadie a la meditación! Vamos, hombre.
—Gracias. Pax.
—In aeternum.

Felipe coge su agenda, le da un beso a la cruz de palo y entra en el oratorio. Se arrodilla en el último banco, reza y se sienta.
Hola, Jesús. Pues ya lo has oído. Dice Manuel que a lo mejor no estás contento conmigo porque no traigo a nadie para la meditación de mañana. Y, desde luego, no traigo vocaciones. ¿Por qué no me ayudas? ¿Por qué me pasa esto? «Tú lo sabes todo, tú sabes que te amo». «Yo no soy digno de que entres en mi casa…». ¿Es por eso? ¿Yo no soy digno de que entren en tu casa? Claro, es por eso. No lo estoy haciendo bien y por eso tú no me ayudas, no soy digno. No merezco tu ayuda. Me gustaría ser como Manuel, que los tres últimos que han pitado son de él. Pero, claro, él los llevó al Univ. Y yo tampoco he podido ir nunca porque no tengo a ningún amigo para llevar. A lo mejor el año que viene podría llevar a Raúl. Espero que Antonio pite antes, aunque a ver cómo le digo que no puede hablar con su vecina... Bueno, aparte de no hablar de vocación en la clase, que eso ya lo he entendido, voy a pensar en otras cosas que puedo mejorar, a ver si me puedes ayudar un poco. Jo, qué sueño tengo. Las voy a escribir para no dormirme. «Si no traes vocaciones, es que Dios no está contento contigo». Venga, lo subrayo. A ver… es que te tienes que mortificar más, es que no cumples las normas todo lo bien que deberías, es que no le dedicas todo tu tiempo al apostolado, es que eres tan egoísta que piensas en otras cosas, es que pierdes mucho tiempo preparando tus clases, es que a veces te duermes en las meditaciones, es que no diste aquel círculo con toda pasión que tenías que ponerle, es que no has hecho las suficientes correcciones fraternas, es que preferirías vivir en otra casa, es que no te cae bien el director, es que has hecho la charla al día siguiente del que te tocaba, es que has bebido agua antes de llegar al segundo plato, es que te has puesto esa camisa que sabes que te favorece, es que te puso triste que no saliera la auxiliar de siempre, es que te podrías haber atizado con más fuerza el día de las disciplinas, es que te has apoyado en el respaldo de la silla, es que ayer hiciste la lectura justo antes de la cena, es que has pensado que la abuela tampoco es que salga tan bien en esa foto retocada, es que te molesta que el de al lado ronque todas las noches, es que has abierto un pelín el agua caliente para ducharte, es que te molestó lo frío que estaba el suelo al decir serviam, es que le diste una caladita al cigarro de Raúl aunque hayas ofrecido no fumar, es que el otro día te despertaste en mitad de un sueño y te gustó el gustirrinín, es que te gustaría poder ir a la boda de tu hermana chica, es que has echado de menos a tus padres y te da pena que hayan muerto sin poder ir a verlos, es que no sabías qué poner en tu lista de san Rafael, es que aquella croqueta estaba tan buena que cogiste otra, es que todavía no te has propuesto echarle un poco menos de azúcar al café, es que te aburres en las tertulias, es que a veces cruzas las piernas cuando estás sentado, es que no se te oye cuando cantamos las canciones de casa, es que…». Bueno, ya han pasado 30 minutos, mañana sigo. No, Dios no está contento conmigo. Soy un desastre. Además, no he dicho nada de todo esto en la charla. Por eso no tengo resultados. Por eso me ha tocado Mario en clase.

Plutone
pianeta nano orbitante nella parte esterna del sistema solare
expulsado del sistema solar y del marquesado de Pera Alta


Publicado el Friday, 19 June 2020



 
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