Querido Chimuelo, me conmovió tu escrito y quisiera enhebrar recuerdos míos a los tuyos sólo con diferencia de género, yo estaba en la sección de mujeres del Opus Dei. Soy de Argentina y al poco de empezar el Centro de Estudios en Buenos Aires me fui a seguirlo en Caracas. Tenía 20 años, estaba lejos de mi familia y el Opus Dei y las numerarias de dicha región pasaron a ser mi red de contención, mi amigas, mi gente.

Al ser una región pequeña conocías a casi todas las numerarias, mayores, medianas, de mi edad…y a sus familias. Compartí navidades, risas, llantos, cumpleaños y la vida misma con la que era mi familia sobrenatural. Estuve allí 3 años y medio y me volví a mi país. Llegué a amar Venezuela a pesar del esfuerzo y dolor que te exige el desarraigo. Es por ello que siempre soñaba con volver a probar hallacas, escuchar tambores y a abrazar a la gente querida, ya que allí aprendí a hacerlo. Los y las numerarias no pueden viajar libremente, siempre debe haber una actividad de la Institución mediante o bien algún motivo laboral y que lo pague lo laboral. Yo no tenía chances de viajar a Caracas por no tener ninguno de ellos.

Cuando me voy del Opus Dei después de 17 años dentro, surge la posibilidad de ir de vacaciones a Caracas a lo de una amiga. Yo llevaba apenas meses fuera de la institución, era ingenua (me había ido del Opus no porque fuera malo sino porque no podía identificarme màs con el modo de vida de las numerarias), no conocía la verdadera cara de la Obra y tenía toda la ilusión de volver a ver mi querida tierra y ver a mi querida gente.

Ese viaje me mostró la cara dura de la obra y sus prácticas no cristianas. Una formación que dice formar en el amor de Dios, pero termina siendo un amor ciego sólo por el Opus Dei…

Recuerdo que varias que habían hecho conmigo el Centro de Estudios en Los Campitos ahora estaban en la Asesoría Regional (la autoridad del OD en una región, la aristocracia del amor, las formadoras…). Y cuál fue mi pésima idea? Pasar a saludar! Fui un sábado a la mañana y me daba cuenta que mientras esperaba en la recepción que alguien bajara a saludar, iban llegando numerarias de otros centros a lo que sería un medio de formación allí, un Cìrculo, una Charla…

Yo le iba diciendo a la numeria auxiliar que me atendió en la “portería” nombres de personas a quien decirles que yo estaba ahí para saludar. Llamaba por el teléfono interno y me respondía, Fulanita no está, y preguntaba yo por otra…vuelta a llamar por el interno, y Menganita no está…y así sucesivamente hasta que le pedí que me llamara un taxi para irme.

Ese fue mi bautismo de realidad del amor que se genera allí dentro.

Me fui decepcionada y desilucionada. No podía creer que ninguna, por mera educación, para hacerme sentir bien, bajara y me dijera Hola Lulu, que gusto verte, justo ahora estamos en un Círculo y no podemos atenderte, pero chuick chuik y ya! No. Deliberadamente nadie bajó. Nadie.

Meses más tarde me enteré que una de esas que me crucè le comentó a su hermana: “Que pasa que Lulu vino a echar vaina a Caracas…” (venir a molestar, algo así).

Ese es el Opus Dei: una familia sobrenatural que es una familia eventual, temporaria. Dura lo que dura alguien en un centro. Dura lo que durás en el OD. Y todas las atenciones que se hacen entre si durante ese tiempo no dejan de ser encargos. No existe la ayuda espontánea a otro, sino obedecer las tareas que te dan las directoras en lo referente al cuidado de la casa o a alguna necesidad puntual de otra numeraria: desde llevarle la comida a alguna enferma, acompañar a comprar ropa o al mèdico, hacerle una tarjeta de cumpleaños….nada se hace por fuera de una orden o encargo expreso para hacerlo.

Escriva atribuía a los religiosos una caridad que no era cariño de hogar y que ellos si la tenìan. Quedó en una expresión de deseo pues la caridad en los centros es la peor de las pesadillas: vivir en soledad acompañada de extrañas.

Lulu