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 Tus escritos: Voló mi amiga del Opus Dei: La Petarda.- Benetton

010. Testimonios
Benetton :

Hacía tiempo que descubrí esta página y he estado entrando y saliendo a lo largo de los años, pero cada vez que entro me vienen a la cabeza recuerdos que creía totalmente olvidados. La primera sensación que tuve fue de sorpresa al sentirme tan retratada no sólo uno, sino en muchos de los testimonios, lo cual inmediatamente me proporcionó un enorme alivio, el de "no ser la única" o "pues no estaba yo tan equivocada". Ahora que han pasado 23 años de todo aquello y que vivo con muchísimo más sosiego espiritual por primera vez me atrevo a agrupar los retazos deslavazados que ya puedo elaborar en un relato que la verdad no es nada original, se parece mucho a tantos que he leído por aquí...



Hace pocos días, tras un rato de lectura de OpusLibros me encontré a mí misma diciéndole a Dios desde el fondo de mi corazón: "Eres grande, Dios mío, gracias por librarme de aquello, gracias por rescatarme. Tú no estabas ahí. Tú no te pareces en nada a lo que nos cuentan de Tí ahí. Soy privilegiada". Si no, no sé cuál hubiera sido mi vida ahora a mis 43.

Mi paso por el Octopus fue breve pero intenso y la artífice fue, cómo no, una repentina "amiga" de la universidad. Vaya por delante que yo (esto naturalmente lo he sabido después), cumplía todos los requisitos de una "pitable": educada en colegio de monjas femenino, sin traumas hacia la religión, más bien con inclinación a ella, familia estable y católica practicante, con varios sacerdotes en la familia, naturalmente era virgen y estudiaba en la universidad con buenas notas. Para colmo vivía cerca de uno de sus centros de universitarias (yo esto no lo sabía) en una zona vamos a llamarla "bien". Tenía fuertes inquietudes sociales y el verano anterior a ese año había experimentado una cierta experiencia de la certeza de la existencia de Dios y buscaba mi encaje como primera opción, en la Iglesia en la que me había criado a la que también examinaba desde todos los ángulos de mi capacidad crítica, por eso empecé a buscar a Dios y a acudir a diario a Misa a la capilla de mi universidad. Huelga decir que era muy inocente. Ahí acudíamos con frecuencia algunos alumnos, entre ellos una a quien voy a llamar "La Petarda".

Estoy convencida de que La Petarda me tuvo bajo observación algún tiempo. Yo tenía naturalmente mis amigos de clase, ella iba uno o dos cursos arriba del mío en la misma carrera. Pero de pronto empecé a "encontrármela" en todas partes: en la parada del autobús que cogía para ir a casa, en los pasillos de la universidad, en la cafetería, naturalmente en Misa. En una de esas me abordó y así a bocajarro me preguntó algo sobre si yo tenía vida espiritual, o visión sobrenatural o algo del estilo. Vamos, algo muy personal que las personas "normales" no vamos comentando con gente que apenas conocemos. Yo me quedé ojiplática y como la veía siempre un poco rara vestida y peinada para nuestros 20 años (blusas de flores tipo Liberty que ya no llevaba ni mi madre, siempre sin maquillaje, pantalones holgados, siempre zapato bajo bastante sosete) no sé por qué le contesté con otra pregunta "¿Pero tú eres del Opus"? Se puso roja y se fue por los cerros de Úbeda diciéndome que en general la gente no comprendía al Opus Dei porque no tenía visión sobrenatural.

En principio no me molestaba, pero poco tardó en invitarme a su centro a estudiar, que casualmente estaba muy cerca de mi casa, yo le acepté la invitación, aunque nunca había ido a un centro del Octopus. La verdad se estudiaba fenomenal, hombre me llamaron la atención algunas cosas como lo de entrar a saludar al oratorio (una de sus palabrejas, que no pueden nombrar las cosas como todo el mundo), pues yo en aquella época aún no era consciente de la Presencia del Señor en la Eucaristía, y unas fotos de unos señores mayores por ahí, aparte naturalmente de las variadas estampitas y de unas vitrinas con libritos. Yo por curiosa pedí llevarme (o no sé si los compré) algunos, del que me acuerdo que sí leí fue Camino, lectura que recuerdo como si fuera ayer, la cual me generó enorme desasosiego, pues a medida que iba avanzando me sentía más y más pecadora. En otra ocasión, creo en fin de semana, que me fastidiaba pero por no ser descortés, le acepté otra invitación al centro, no sé si era a una charla, merienda, convivencia o todo junto, el caso es que esto lo había olvidado pero lo reviví cuando en OpusLibros leí uno de sus documentos internos sobre la vocación y recordé exactamente el contenido y hasta la tipografía del papel. Recuerdo también me que cobraron la merienda, cosa que me pareció del peor gusto, ya que yo jamás había visto en mi casa recibir a nadie y a la salida sacarle la cuenta.

Pero volviendo al fondo, hoy puedo decir que ese papel, unido a lo que leí en Camino sumado a algún sermón más desgraciadamente condicionaron mi vida espiritual en forma de unos escrúpulos horrorosos y una obsesión por la perfección hasta muchísimo tiempo después que pude quitármelos de encima... la vocación, la vocación, si te duele es que es lo que te pide Dios, sed generosas, no hay que escatimarle nada a Dios, sed perfectos como vuestro Padre es perfecto, etc.

En el transcurso de esos meses La Petarda me invitó a hacer una visita a un barrio pobre de la ciudad, según esto para hacer voluntariado. Yo feliz porque siempre he hecho voluntariado, era y sigue siendo una de mis actividades favoritas por el intercambio humano que se produce y porque en el trato con los pobres se revela especialmente el Señor. Me llevó a casa de una familia muy humilde, y naturalmente yo pregunté de qué tenían necesidad (La Petarda callaba). Me comentaron que de apoyo escolar a la niña. Ni corta ni perezosa, acepté el reto. Pero siempre imaginé que el voluntariado lo íbamos a hacer JUNTAS ya que había sido ella la que me había llevado. Pues no. Resultó que ella nunca volvió, ahí me dejó con “los pobres” ni me preguntó jamás cómo iba la niña o si podía ayudar en algo con algún material escolar que se requiriera por ejemplo. Se quitó de en medio y se quedó más ancha que larga.

Paralelamente se dio la circunstancia de que yo había aplicado para un intercambio en la Ciudad Eterna al curso siguiente, y que La Petarda y las de su centro me invitaron a participar en un congreso super interesante, con muy buen ambiente, con chicos y chicas (naturalmente no me contaron que los chicos estaban del otro lado del muro y que era casi imposible tener contacto con ninguno) que sería en Semana Santa. Y ahí me embarcaron. De la preparación y del viaje en sí tengo miles de anécdotas que no voy a contar todas para no aburrir, de entre ellas solo mencionaré algunos aspectos: El primero, que en la preparación del viaje conocí a la directora del centro la cual inmediatamente después de mi nombre y sin preámbulos me preguntó que dónde vivía (en la ciudad donde yo vivo que es muy abierta, nadie te pregunta eso salvo que te quiera clasificar en X nivel socio-económico) lo cual me sentó fatal, me sentí como en la cola del descarte de esclavos: Sirve, no sirve... (En este caso yo “sí le servía”). La susodicha se me aproximó en varias ocasiones pidiéndome que le contara "mis pensamientos", cosa que también me pareció de lo más invasor. Después recuerdo la persecución que sufrí por parte de varias individuas para que me confesara, cuando yo lo que había vivido en mi familia era que la confesión era algo personalísimo a lo que uno acudía en plena libertad y cuando lo consideraba oportuno. Bueno pues fui a confesarme, y también quedé sorprendida por no decir otra palabra, porque lo único que le interesaba al sacerdote era si yo había cometido pecados contra el sexto mandamiento, preguntaba y preguntaba. Yo, que era una blanca paloma y ni novio tenía… me preguntó por más cosas que yo no sabía ni que existían. Huelga decir que nos tuvieron todo el viaje rezando el rosario sin parar, cosa que a mí jamás me habían obligado a hacer ni en casa ni en el colegio, aparte de pedirnos dinero. Estuve años sin rezar el rosario por la lata que me dieron. Ahora afortunadamente lo rezo con mucho gusto, pero sin imposiciones y sabiendo lo que hago y a Quién me dirijo, no como un papagayo.

Ah, una vez en Roma yo me las veía muy felices porque en los ratos en que no hubiera actividades, pensaba recorrer las zonas de la ciudad que me interesaban para buscar casa de cara al nuevo curso. Tengo que decir que yo era mayor de edad. Pues no, me pusieron a una “compañerita”, algo más mayor que yo, que no se despegó de mi ni para ir al baño, salvo para una cena que tuve con una pariente que tenía viviendo allí, sólo en ese momento me la pude quitar de encima. Del tema del UNIV para mí fue un fiasco. Yo ya conocía Roma y el Vaticano de antes, no necesitaba turismo, lo que me apetecía era convivir con otros universitarios, chicos y chicas de otras proveniencias. Pero no: todas las del centro juntitas a todas horas. Un peñazo. Tras el viajecito, yo ya tenía bastante claro que esa compañía no la quería para mi vida.

Por otra parte, mis padres que habían estado observando pacientemente y con horror la maniobra de acoso y derribo de ese curso, me dieron a leer el libro “Tras el Umbral”, lectura que fue definitiva. Aun así, La Petarda siguió haciendo sus intentos, aún más intensos, persiguiéndome, llamando a mi casa (en aquella época creo que no tenía móvil), hasta que un día, en que yo había decidido que al centro no volvía y que había dado orden en casa de decir que nunca estaba, La Petarda llegó a presentarse sin previo aviso a mi casa para asombro de todos con la excusa de traer unos apuntes que yo ni siquiera le había pedido. Todavía yo de inocente y en el más puro espíritu universitario de búsqueda de la verdad y diálogo le pregunté varias cosas a La Petarda como si me podía enseñar los Estatutos del Opus Dei, por qué el uso de cilicios y disciplinas y algunas dudas sobre la beatificación de su fundador. Creo que fue bastante para darme por imposible, nunca me quiso responder o dialogar.

Ya años después en OpusLibros leí de cabo a rabo un documento interno que se llamaba algo así como Guía para que una chica pite en seis meses, y a medida que lo leía un color se me iba y otro se me venía porque efectivamente conmigo habían cumplido escrupulosamente todos los puntos… Salvo que no pité. Y la Petarda desapareció, hasta el punto de retirarme la mirada cuando me cruzaba con ella. Luego pasaron muchas cosas. Nunca comprendí por qué la Iglesia no ha terminado con esta (y otras) sectas dentro de ella, ya que si yo acepté acercarme al Octopus fue porque estaba dentro de la Iglesia.

Después de muchas luchas hoy vivo tranquila, soltera, en paz con un Dios bueno, el Dios de la Biblia, el que siempre me presentó la inmensa mayoría de la Iglesia. Sigo siendo católica practicante y me siento inmensamente amada por un Corazón Ardiente que es todo Amor y misericordia.

Benetton




Publicado el Wednesday, 17 March 2021



 
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