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 Correos: Anécdotas y reflexiones.- Tuces

077. Numerarias auxiliares
Tuces :

Hablando con una amiga, recordábamos nuestro paso por el opus dei y distintas anécdotas que formaban parte de algunas tertulias. En ese momento hasta las esperábamos con ansias. Sobre todo, cuando alguna numeraria administradora después de estar varios años cerca del padre, volvía de Roma. Cualquier cosa que viniera del padre era un referente para nosotras.

Como lo que contó sobre don Alvaro del Portillo, en ese momento era el padre. Esta numeraria se encargaba de organizar sus comidas, y causó sorpresa cuando contó que don Alvaro un día le dijo que prefería "la lechuga humildica", que era condimentada con tiempo. Al pensar en los almuerzos con gente tan diversas, desde marquesas a un futuro papa, pasando por un buen grupo de obispos y cardenales que compartió don Alvaro, aunque sea una cosa muy pequeña y que sobre gustos y colores no hay nada escrito, ese pedido de don Alvaro llamó la atención...



En la obra había carencias importantes referidas a la cultura gastronómica, en todos los rangos. No lo digo por este detalle en concreto. En algunos centros se le daba más importancia a que el mantel de la mesa luciera sin una arruga o que los cubiertos estuvieran derechos, bien puestos a los lados del plato, o que el piso del comedor estuviera encerado para ese día. Hoy viendo eso me daría ganas de decir: Qué tal si nos relajamos un poco con la exigencia y dejamos de buscar lo que se puede mejorar, siempre lo hay, pero hoy disfrutemos, valoremos, saboreemos un buen vino o un plato bien condimentado y con la cocción justa. Para disfrutar y valorar hay que conocer. ¿Nunca jugaron a adivinar el condimento estrella de un plato? Les puedo asegurar que ayuda mucho a cultivar el paladar y el buen gusto por las comidas. No necesariamente tiene que ser un plato económicamente muy alto.

Ya sabemos que las espinacas en un país pueden ser de un precio razonable y en otro, sería una falta de sentido común comprarlas porque no se cultivan, pero si de los Crespillos se trata, se compran espinacas a como dé lugar. Si algo quedó claro es que ¡algas no para sustituirlas cuando no se encuentran!

Estoy recordando un escrito de Gervasio en el que explica todo sobre los crespillos, ¡muy bueno! Me pregunto por qué nos castigaron de ese modo. ¡Nadie sabía hacerlos y nadie los quería comer! Las del lavadero molestas porque se servían los crespillos fritos sobre servilletas blancas de tela. A más mesas, más servilletas que lavar.

Se mire por donde se mire los crespillos complicaban bastante. Tantos postres españoles ricos, sencillos, fáciles de realizarlos para el desayuno... pero bueno, a la abuela Dolores no sé si le gustaban pero los Viernes de Dolores, por lo visto no podían faltar en la mesa. ¿Estarán los crespillos en los nuevos estatutos? Es el momento, los que están dentro: crespillos sí, crespillos no.

También hubiera estado bueno que las administradoras, cada tanto, salieran a comer a un buen restaurante con la numeraria auxiliar que más estuviera en la cocina y probar distintos platos para enriquecer el paladar y sumar platos nuevos al aburridísimo y repetido menú que normalmente se seguía en los centros.

Antes de seguir con más anécdotas quería compartir algo que alguna vez me planteé y es lo siguiente. ¿Por qué el fundador, don Alvaro y don Javier ya como padre de la gran familia del opus dei, permitieron unas diferencias entre sus hijas? Pueden parecer nimiedades, detalles sin importancia, pero son cosas que, si se le presta atención, dicen mucho o al menos algo.

En la época del fundador, si este hacía un viaje, lo hacía también una numeraria, una o dos numerarias auxiliares, otra algo así como su administradora, la nax que se ocupaba de la cocina y la que le servía la mesa. No importaba si en el lugar de destino le esperasen sus hijas con todo el cariño, con la mayor ilusión y predisposición de poder cocinarle, atenderle la mesa o abrirle la cama por las noches, porque parece que estos detalles impuestos se tenían con el fundador, no sé si siguieron con sus sucesores. Quizás esto también estaba esculpido en piedra y eran costumbres inamovibles. Se supone que debía confiar en todas sus hijas por igual.

En Roma le servía la mesa Rosalía. Leí cosas fuertes que Carmen Tapia escribió sobre ella. Entre otras cosas que iba y venía con chismes al padre. No eran chismes, era lo que pasaba en la casa. Me imagino que el fundador le preguntaba lo sobresaliente en la casa y Rosalía le contaría. En fin, dimes y diretes, pero no creo que el fundador le hiciera tanto caso a una sirvienta con todos los adjetivos que, según Carmen Tapia, tenía Rosalía. Para eso le había puesto en un cargo estratégico a Encarnita Ortega, sabía que no le mentiría, es más, le contaría absolutamente todo lo que pasaba en la casa. No me imagino preguntándole a Encarnita el fundador, ¿es verdad que vino tal persona a ver a Carmen? Y ella respondiera… ¡yo no sé nada padre!

No justifico para nada el maltrato que sufrió Carmen Tapia por parte del fundador, pero no por eso voy a aceptar todo lo que dijo sobre Rosalía, cuando no fue ella la que eligió estar ahí. Las directoras decidieron que Rosalía tuviera ese encargo, servir la mesa al padre. Por el testimonio de Carmen Tapia en su libro, ninguna numeraria auxiliar le caía bien a ella, salvo dos o tres, que habían trabajado con personas de clase alta, el resto eran tontas, feas, ignorantes, indiscretas, lleva y trae. Con todos estos dichos, aparte de no parecerme objetivos y muy lejos no ya de un cariño de hermana mayor sino de una ausencia de caridad y humildad, dejando siempre en claro su posición económica y cultural. Me imagino lo que le habrá costado a Carmen Tapia el trato con las numerarias auxiliares. Seguramente también las nax la sufrieron. Por la descripción antes mencionada de Carmen Tapia sobre Rosalía, me cuesta creer que el fundador tomara una decisión a raíz de los comentarios que esta le hiciera.

Tampoco el servir la mesa al padre era un premio que las numerarias auxiliares esperábamos. Al menos en mi caso y en el de muchas. En diez años en Roma jamás se me ocurrió pedir servir la mesa al padre y nunca lo hice. Coincidí muchas veces en un encargo con la nax que le servía la mesa cuando la padre venia al Fiume, su casa en Cavabianca, pero nunca le pregunté nada en relación al servicio del comedor del padre y para nada la envidiaba. Sencillamente cada una estábamos donde las directoras decidían que estuvieras. En un Univ, una numeraria auxiliar fue invitada a almorzar a villa sachetti, se encontró con Rosalía y le dijo: ¡Qué suerte tienes Rosalía de ver todos los días al Padre! Rosalía le contestó, ¡Mira. no te creas, es muy duro vivir acá, nosotras no vemos la calle! Y también, después de un curso de retiro, don Alvaro le preguntó a Rosalía si había descansado esos días además de rezar y le contestó que no.

Porque había actividad en la Residencia, en Tord a veia, ella debía ayudar en el office, secando cubiertos en los turnos. Otras servían la mesa y también se pasaba a realizar la limpieza en la Residencia. Don Alvaro se sorprendió mucho y mandó a decir al consejo local que las nax, cuando estuviésemos de curso de retiro, solo nos ocuparíamos de la limpieza de nuestras habitaciones y, si había actividad en la Residencia, pidieran refuerzo de personal pero no a las numerarias auxiliares del curso de retiro. Con todo esto quiero decir que una no decidía donde estar, si atender al padre todos los días o atender el comedor de Técnicos, que ni los veías. Pero a la vez ahora me pregunto por qué el servir la mesa al padre no era o no es como un encargo más, si somos todas hijas del padre. Todas, tranquilamente, le podrían atender el comedor, todas lo harían lo mejor posible, tratando de santificarse con ese encargo.

Me lleva a ver que en la obra desde el principio, el fundador permitió esas diferencias, a veces sin sentido, entre sus hijas y me sorprende cómo las directoras, lejos de intentar quitar esas diferencias, las fomentaban. Porque ellas decidían, ellas le decían al padre quien estaba en este encargo o en otro. Como don Alvaro, ya siendo el padre, le dijo a una hija suya después de pasar no uno sino muchos días aislada, unos días tremendos por un mal entendido y por la decisión de directoras escrupulosas, que ven pecado donde no lo hay. Hasta eso decidían las directoras. ¿Con qué derecho puede venir una directora y decirme, ¡no sales de tu cuarto, no vas a Misa, ni vas al comedor!?

Luego de pasar por todo esto, injustamente, escuchó a don Alvaro decirle: “Hija mía, te quiero mucho, pero tengo que hacer lo que me dicen las directoras, y me dicen que es lo mejor para ti”. Es muy fuerte escuchar eso. El padre me quiere, pero no se involucra con lo que me pasa, ni siquiera me dice cuéntame lo que ha pasado y te creeré y el padre le diga a las directoras: Después de escuchar a esta hija mía he decidido tal cosa…”  Pero no, le dice: lo siento mucho pero tengo que hacer lo que me dicen las directoras.

Da la impresión de que las mujeres se arreglaban por su lado. Simplemente le comunicaban las distintas decisiones que habían tomado. Al final me pregunto: ¿El padre tiene poder de decisión sobre la sección femenina? O en realidad ¿la sección femenina nunca le importó? ¿El padre permite que sus hijas sean electoras o para el padre la sección femenina es “¿Las Chicas”, como suelen llamar la sección de varones a las numerarias?

Solo quería contar unas anécdotas, pero al parecer me alargue un poco, espero se entienda algo. Gracias Agustina por la posibilidad y la libertad para expresarme.

Saludos.

Tuces.

 




Publicado el Friday, 25 November 2022



 
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