Queridos Orejas de los dos lados de la pantalla,

quiero compartir unas reflexiones maduradas en estos dìas vividos en la prima linea del duelo por Juan Pablo II: en las calles de Roma y con el acompañamento sonoro de las continuas transmisiones televisivas y radiofónicas italianas.

Estoy intentando reflexionar sobre lo que estoy asistiendo en primera persona, y sobre los sentimientos que todo esto despierta en mì, pues –os lo aseguro- yo misma no logro perfectamente entenderlo. No obstante siento la necesidad de deciros, de que alguien diga en la web, que no me reconozco totalmente en el consenso y en el homenaje que tan universalmente estàn saliendo hacia este papa.

A fuerza de intentar comprender y analizar, creo que son dos las causas de mis problemas. Por un lado la aprobaciòn incondicionada  al pontificado de Juan Pablo II, sin evidenciar ninguna nota critica, por el otro la forma con la que esta aprobaciòn viene demostrada...

También me he preguntado si la rara no soy yo, pues, frente a tan universal unanimidad de sentimientos creo que sea por lo menos prudente preguntarse si la mayorìa sì que acierta y los aislados somos los que por razones distintas no logramos ver lo que tantos parecen ver tan claro. También tengo la duda de que a lo mejor mi mismo paso por la obra, que me perjudicò tanto por lo que se refiere al rechazo de cualquier forma de culto de la personalidad (en mi testimonio relato en varios momento como el rechazo a la adhesiòn incondicionada al fundador y a sus sucesores fue marcando el ritmo de mi alejamiento interior a la instituciòn a la que aùn pertenecìa) pueda ahora tener recaìdas sobre mi reacciòn a las demostraciones de la muchedumbre. De todas formas, estas mismas dudas que nacen de la necesidad de averiguar criticamente la raìz de mis reacciones no explican totalmente el hastio de todo lo que està pasando bajo de mis ojos y de mis oìdos en estas horas.

Empiezo por exponer mis dudas acerca del pontificado que acaba de concluirse. Yo creo que la critica màs radical que se puede hacer a Juan Pablo II sea la de haber traicionado el programa que se puso a sì mismo al momento de escoger su nombre. ¿Os acordàis como parecìa raro aquel nombre compuesto que, para los italianos al menos, se parecìa tanto al nombre de nuestros compañeros de colegio o de nuestros hermanos o primos, y tan poco a los nombres un poco altisonantes de los papas anteriores? A lo mejor a los màs jovenes os parece normal que un papa se llame “Juan Pablo”, un nombre compuesto y moderno, pero os aseguro que a muchos nos pareciò muy muy raro por entonces. Los mayores nos acordamos que Juan Pablo I explicò su “extraña” opciòn de entonces por el deseo que él tenìa de continuar en la actuaciòn de las directivas de aquel Concilio Vaticano II que el papa Juan XXIII habìa empezado y Pablo VI concluìdo y empezado a actuar aùn en medio de tantas dificultades e incomprensiones. La conmociòn por la muerte repentina  e inesperada de su predecesor pueden explicar que Karol Woytila hubiera querido dar una señal de continuidad con un papado tan inmaduramente interrumpido, pero por cierto toda su actuaciòn posterior fue en direcciòn bastante contraria a lo que su nombre prometìa, pues fue caracterizada por la restauraciòn de valores distintos de las prioridades señaladas por el concilio a la iglesia, y sobre todo por una adhesiòn a una praxi disciplinar –me refiero por ejemplo a las actuaciones hacia los sacerdotes que no querìan perseverar en su ministerio y a la disciplina hacia los divorciados- que enfatizaba lo doctrinal con preferencia sobre lo pastoral.

Esta actuaciòn ha significado antes de todo una divisiòn dentro de la iglesia misma entre los pastores con responsabilidades institucionalmente reconocidas por un lado, y los fieles y los pastores que màs cerca se encuentran en su officio al pueblo de Dios; pero también, creo yo, una siempre mayor dificultad para la iglesia misma a gobernar realmente, con medidas tan estrechas, un pueblo de Dios demasiado alargado y diversificado, y sobre todo con problemas reales muy distintos de los pocos que sus pastores estàn dispuestos a reconocer como tales.

Yo no tengo la preparaciòn historica y doctrinal sufficiente para discutir con competencia académica de muchos de estos problemas, pero soy una cristiana de a pié que sì intento utilizar también la cabeza y la poca cultura que tengo para vivir, con conciencia y sin delegar responsabilidades a los demàs, mi fé, y sé por cierto que muchos otros cristianos en mis mismas circustancias tienen sentimientos parecidos a los mìos, y hasta ahora no hemos encontrado contestaciones adecuadas.

Ahora, lo que me asombra, es que no obstante todas estas cosas sean conocidas y reconocidas por tantos por ahì, en los comentarios que la televisiòn y los periodicos nos proporcionan dia y noche desde hace una semana, todos estos aspectos discutibles sean totalmente callados. Yo no sé en otros paises –curiosando en la red en el periodismo español me he dado cuenta de que hay menor unanimidad que aquì en Italia- pero en mi paìs es asombroso, y creo yo algo sospechoso, esta total unanimidad de aplauso. Sospechosa porque en realidad la gente no asume las enseñanzas de este papa. La mayorìa no se reconoce en esta iglesia y en esta pastoral, y de hecho cada cual se lleva, en su vida de todos los dìas, segùn patrones muy distintos de los que està representados por este papa.

Y aquì yo empiezo a no entender, a no comprender. Màs aùn cuando noto que en cierta forma lo mismo pasa en nuestra web, donde siempre ha habido cierta variedad de apreciaciones hacia la actuaciòn de la iglesia con referencia a la obra, y sobre las responsabilidad de esta misma iglesia hacia algunos de los problemas que tuvimos con que enfrentarnos personalmente.

Ojo que no estoy ni criticando ni contestando la legitimidad ni la sinceridad de quienes tuvieron a bien dar su testimonio positivo y sacar recuerdos entrañables y hasta divertidos (yo también los tengo). Lo que no entiendo es este fenomeno mundial al que estamos asistiendo de ocultaciòn de las criticas y de anulaciòn de la distancia que estas criticas tendrìan que provocar entre el duelo y hasta el cariño hacia una persona, y la valoraciòn de su actuaciòn bajo una perspectiva historica.

Y estas reflexiones ya me llevan hacia el segundo punto critico: la forma de manifestar este duelo.

Yo, a lo mejor por haber vivido mi adolescencia y mi formaciòn a los valores bajo la influencia del ’68, me encuentro màs comoda cuando pertenezco a una iglesia un poco perseguida, no totalmente ni universalmente ensalzada y aprobada. ¿Qué le pasa a la iglesia? ¿Como es posible que tan universalmente poderosos que notoriamente se descuidan de sus enseñanzas ahora le hace falta “estar presentes” en estas circustancias? En todo esto hay algo que yo no acabo de entender, pero que por cierto me provoca sorpresa y temor, que no me parece totalmente ni espiritual ni sobrenatural como quisieran hacernoslo entender.

Y frente a la demostraciòn de tantos que han dejado sus ciudades para “ser presentes” en san Pedro, para ver el cuerpo del papa, etcetera: ¿es esta una autentica demonstraciòn de fé? ¿Es cierto que “estar de presencia” es necesariamente la contestaciòn personal a un empuje espiritual, o no serìa màs sobrenatural, màs segùn la fé, reunirse todos en nuestras parroquias, allì donde Dios nos ha puesto a cada uno, y ofrecer la misa y nuestros sufragios por este pastor? También en este caso, ¿estamos asistiendo a un fenomeno espiritual y sobrenatural o no màs bien a algo explicable en terminos de fenomenos de masas, a la explicitaciòn de necesidades atavicas en la naturaleza del hombre, de instintos psicologicos, de algo que no logro mejor explicitar, hasta natural y acertado en estos terminos, pero no necesariamente espiritual? Y esto lo pregunto no para ser reductiva y para reducir todo lo sobrenatural a mecanismos humanos, pues yo soy creyente y creo en la acciòn de Dios en la historia humana y en la de cada uno de nosotros, sino porque a mì estas manifestaciones màs que fortalecerme la fe me la ponen a dura prueba.

Bueno, he intentado explicitar algunos de mis pensamientos de estos dìas, con respeto, espero, hacia la sensibilidad de quienes piensan y experimentan distinto que yo, pero también empujada por una fuerte necesidad de hacer constar otra distinta sensibilidad. Ruego a Dios que nos conceda un nuevo pastor a medida de las necesidades actuales de la iglesia y del mundo.

Un saludo cariñoso y sincero para todos,

Aquilina