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 Tus escritos: Retablo de Curiosidades (VII).- Satur

125. Iglesia y Opus Dei
Satur :

 BENECDITO XVI

 

Cuentan, o así me lo contaron, que Ratzinger visitó Cavabianca y quedó profundamente conmovido de lo que allí vio. No es para menos. La opus sabe mucho de eso que los expertos en marketing llaman “pasillo del cliente”: todo ese lenguaje no verbal, y verbal, que hace que uno quede impresionado de lo que ve, le cuentan e intuye al conocer una empresa, una institución  o la tienda de Ester y Lisa Mernabo. La opus, se ha de reconocer, sabe muchísimo de eso que hace que uno se quede sencillamente acojonado, sinceramente asombrado y pasmado, de percibir un orden, una limpieza, una politesse en  unos tipos admirables, guapos, elegantes, simpáticos, listos, alegres, serenos, apostólicos, fieles, piadosos, atentos y con unas capacidades que dejan alelado a cualquier obispo, cardenal, Papa, político, laico intelectual, aristócrata, y a quien se ponga por delante.  Ése sabe cantar, aquél toca simultáneamente el piano, la trompeta, y la dulzaina vasca, ése otro recita poesías como chorizos de Gabriel y Galán, Quevedo, Rilke o Bramajatrha el Bramaputra, el de más allá hace acrobacias con platos, vasos, cepillos de dientes y, encima con traje y corbata, nada de leotardos que desdicen del cargo y posición. Otro es mago, y  hace desaparecer el solideo al cardenal y aparece en la foto de Tía Carmen… Y el cardenal de turno no da crédito a lo que ve...



-         Eminenchia –dice un numerario de colo – soy de una pequeña tribu de Burkina Fasso, y hasta hace tan sólo unos años yo iba de liana en liana, lejos de Dios, con un taparrabos muy pequeñito que sólo me ponía para comer cerebro frito de mono. Éramos animistas y adorábamos a Ñuguñugu. Un día me enviaron mis padres a Strahmore School, obra corporativa de LA PRELATURA OPUS DEI, y allí descubrí, gracias al apostolado de los fieles de LA PRELATUUUURA DEL OPUS DEI, el don de la conversión y mi vocación como numerario de LA PRELATURA OPUS DEI. Ahora soy muy feliz. Soy doctor en Ingenieria Nuclear, doctor en Filosofía del Ser y del Pneuma, Doctor en Derecho Canónico, tengo un master por el Emaití de Harvard, y este año me ordeno sacerdote de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei,  para servir a las almas…

 

Y, claro, el cardenal de turno se queda a cuadros. Un flash. Luego el negrito va y le cuenta una anécdota apostólica de esas redondas, sin fisuras, que te pone toda la gallina de piel. Y, para acabar de acojonar al prelado, que está apunto de quitarse la faja, el anillo, el solideo, la púrpura, y dedicarse a ser monaguillo en la parroquia  Oscar Romero de Leganés, el negrito agarra un arpa y le toca la Barcarola a dos manos y ciruelo, sin mirar las cuerdas y sonriendo.

 

Después aparece un japonudo que deja al negrito en mantillas, más tarde un libanés –doctor en Filosofía de los Espacios e Informática Sideral-, que trabajó en la Nasa, que le cuenta la conversión de un amigo judío y, de remate, le canta Nersum Dorma acompañado de lenguaje gestual para sordomudos… Y el cardenal, pues claro, que le da un yuyu y que le falta el aliento pensando en la mieeeeerda de seminaristas que tiene en el Colegio Español: una panda de desgarramantas, diplomados en magisterio, que sólo saben cantar “Túúúú, has venido a la oriiiiillaaaa…”, y “Antes muerta que sencilla”. “Cuando llegue allá les mando a su pueblo a todos, vaya peña”.

 

Para ahorcarse. Como aquél que, dicen, le pidió una soga a un amigo porque quería suicidarse.

 

-         Pero, chico –le dice el amigo- ¿te vas a ahorcar?

-         Pues, sí, estoy desesperado y no le encuentro sentido a la vida.

 

Le da la cuerda el amigo y poco después pasa por allí y lo ve ahorcado… pero por los pies.

 

-         Oye, que te has ahorcado por los pies…

-         Ya. Jolines, he empezado a ahorcarme  por el cuello y se me cortaba la respiración

 

Bueno, que me he divertido -que diría Santa Teresa. Y el caso es que, según me comentaron, Ratzinger –hombre tímido, celoso de su intimidad y de manifestar sentimientos en público-, después de decenas de testimonios de latinoamericanos top ten, de yankees que rompen la capa del ozono, de amarillos sobrados, de mulatos geniales, de hispánicos bravos, nota que se le hace un nudo en la garganta. Siente que le embarga la emoción ante tanto fruto apostólico, ante tanto petronio entregado hasta la muerte y muerte de cruz, ante ése Cuerpo de Élite dispuesto a todo por Amor, y se levanta del sogiorno donde se realiza la tertulia y se va a un pasillo.

 

Don Álvaro y alguno más salen, desconcertados por la reacción del Prefecto, y lo encuentran llorando. Al parecer, le avergonzaba mostrarse así delante de aquella gente.

 

Más tarde le enseñan Cavabianca y el buen hombre no salía de su asombro contemplando aquel pequeño pueblecito seminario. Y, dicen los que lo vieron, que al ver el oratorio del seminario de la Prelatura -un retablo magnífico, espectacular, grandioso-, el cardenal se quedó boquiabierto.  Al llegar a la sacristía –el despacho de la ministra Trujillo a su lado es un puesto de la ONCE- exclamó “ ¡pero esto qué es!”.

 

-         Esto no está hecho con piedras, está hecho con Amor –le contestó Don Álvaro.

 

Es un modo de verlo. Aunque uno, por más que ama, no tiene pasta para demostrarlo. Me encantaría poder amar así.

 

Así me lo contaron, y así lo cuento.

 

Y así con Ratzinger, uno de sus colaboradores más directos era Don Fernando Ocáriz (O cáriz, o yo…), y con don Estanilao, secretario personal de Juan Pablo II que fue un verano al Pirineo acompañado de ilustres numerarios, viviendo en algún centro, visitando alguna delegación y haciendo senderismo, o con el primer ministro de Kenia -uno de sus ministros era de la opus-, o con Andreotti que visitó con frecuencia Villa Tévere, o de un conocido empresario –conocido por forrarse a base de especular y trincar hasta parar en la cárcel-, que donó las becas de un año de todos los seminaristas del seminario internacional con sede en Roma (hay que hacerse amigo de las riquezas injustas)… y así hasta el infinito y más allá.

 

Es su papel, el de la opus. Y en ello están.

 

Y tengo para mi que no siempre consiguen transmitir lo que desean, ese mundo perfecto, incorruptible, maravilloso, de celofán. Un mundo que, a pesar de tener portavoces del Vaticano, Presidentes de la Comisión de interpretación de los Textos –el equivalente a un ministro de justicia-, cardenales Camarlengos, y algunos obispos, no consiguen hacerse entender del todo. Demasiado potito .

 

Y creo que Benecdito XVI nos va a dar más de una sorpresa –no las que esperan algunos porque para eso se necesita un Papa que esté como un cencerro, y no es el caso. El que se ha paseado por su escritos –desde sus primeros libros (los que prohibió la opus y siguen vigentes, que yo sepa Benedicto no renegó de ellos), al último -lo sabe, y lo intuye.

 

Hay algo común entre la opus y Benedicto, o Juan Pablo II, y es  que poseen un espíritu conservador pero, ¡ay!, tan distintos uno de otro.

 

La opus, en general, prefiere las “conservas”. Virtudes artificialmente sustraídas al riesgo de la corrupción y a las promesas de la vida. Quiere saber muy poco de eso que se llama la aventura de vivir al aire libre. Tiene miedo al mundo, que dice querer santificar. Y muchas de sus virtudes “conservadoras” proceden de técnicas muy parecidas a las de la fabricación de las conservas: impregnación de azúcar, sal o vinagre, (hay virtudes empalagosas , como ácidas, o amargas), de conservantes y colorantes, la esterilización que mata los gérmenes (esa vida triste, encerrada y egoísta de los centros de mayores), y la operación de enlatar que suprime los intercambios con el mundo exterior (nuestros colegios, nuestros médicos, nuestros lugares de veraneo, nuestros libros…)… Sin contar que la fidelidad conseguida sólo es provisional, porque las conservas así conseguidas acaban siempre por estropearse, y su descomposición es la peor de todas.

 

Y si uno se toma la molestia de leer y conocer la biografía de Juan Pablo II, o de Benedicto, observa que son gente con una fidelidad viva, que prolonga el pasado en el presente, que han vivido libres, a su aire, con sus equivocaciones y su visión del mundo, con su biografía. También con sus caracteres, tan diferentes. Una fidelidad que se asienta en su cultura y en su historia personal, lejos de instituciones y de criterios tribales.

 

Se equivocarán, como el que da limosna puede equivocarse de pobre, pero su corazón no se equivoca, ni confunde. Son gente que, en my opinión, buscan la verdad. Camino difícil. Y más entre esa maraña de  instituciones bienpensantes, con fantásticas formas farisaicas y artificiales, que confunden al más experto en eso que llaman leer los corazones. Esos que hablan con voces aflautadas, dulces, piadosas, mientras se frotan las manos, y que te las están dando con mantequilla.

 

Lo más malo que he visto en mi vida han sido un cura y una monja, en años distintos. Y su maldad no estaba en el sexto y en el noveno. Pero malos, malos. También hay taxistas malos, lo que no evita que cuando necesite ir en taxi lo haga. Faltaría más.

 

Es como esas feministas que hablan de que las mujeres han  estado oprimidas, y es cierto: hay que rectificar eso. Pero eso no las hace, en bloque, mejores o peores que los hombres. Hay hombres estupendos y mujeres estupendas.

 

Y uno se pone en la piel del Papa y eso de buscar la verdad  en este mundo se le hace de pesadilla. ¿Quién cree que puede cambiar la crueldad humana, el egoísmo atroz, la mentira disfrazada de sentimientos epidérmicos, el orgullo de los poderosos, la miseria moral?.  Sólo por eso ya merece cierto respeto y, quizás, compasión.

 

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Publicado el Sunday, 24 April 2005



 
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