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 Tus escritos: El Papa que más ha perjudicado al Opus Dei. (Cap.2 de 'Consejos...').- Iván

125. Iglesia y Opus Dei
Ivan :

El Papa Que Más Ha Perjudicado Al Opus Dei.

Capítulo II de 'Consejos a un joven del Opus Dei'

Iván, 26 de agosto de 2005 

 

 

1 –Introducción.

 

Si te pregunto y nos preguntamos (miembros del Opus Dei, gente ajena a él y exmiembros): ¿Cuál ha sido el Pontificado que más daño ha hecho a la Obra? Podemos obtener todo tipo de respuestas: unos afirmarán que fue el de Pío XII, el de Juan XXIII y otros el de Pablo VI, incluso habrá quienes sostengan que todos esos papados le perjudicaron por igual.

 

Pero en lo que todos estamos de acuerdo es que el Papa Juan Pablo II ha sido el gran benefactor del Opus Dei: fue él quien lo erigió como Prelatura personal, quien beatificó y después canonizó a su Fundador, quien permitió que el Opus Dei copara muchos puestos claves (y secundarios) del Vaticano... En resumen, cada cual puede poner el acento en uno u otro aspecto, pero de lo que nadie duda es que ese Pontífice mostró durante toda su vida un cariño especial hacia la Obra y que la procuró beneficiar lo más que pudo....



 Al reflexionar sobre lo anterior me vino a la cabeza el dicho popular de que quien bien te quiera, te hará llorar, y también —debe ser por asociación de ideas— aquel otro de que quien ríe ahora, mañana llora.

 

¡No se debe despreciar la sabiduría popular!, me dije. A fin de cuentas, lo sabio, como lo verdadero, es autónomo de aquel por quien nos llega. Es independiente que la frase sabia la pronuncie santo Tomás de Aquino en un éxtasis místico en el que ve a la Santísima Trinidad, o un pastor en medio del monte mientras nos ofrece a media noche una hogaza de pan con un trozo del queso hecho por él con la leche de sus ovejas. La sabiduría es la misma en ambos casos.

 

 Lo que de manera puramente hipotética me llevó a formularme las siguientes preguntas:

 

¿No será que en realidad los papas que bien querían al Opus Dei fueron aquellos que le hicieron llorar?

 

¿Y si el Papa por quien el Opus Dei ríe ahora va a resultar ser aquel por el que mañana llore?

 

Busquemos las respuestas a esas preguntas estudiando lo que la acción de esos papas significó para la Obra.

 

2 –Repercusión De Los Distintos Papados Sobre La Institución Opus Dei.

 

            Con los papas anteriores a Juan Pablo II el estatus jurídico de la Obra estaba en potencia. Cuando era Pía Unión e Instituto Secular el Fundador decía: Ésta no es la solución definitiva. Esto no es lo nuestro, es un ceder sin conceder con ánimo de recuperar. Rezad mucho para que se consiga.

 

Y por eso entonces nadie le podía poner pegas a lo que había, pues se conocía de antemano que era algo temporal. Por ejemplo, si en aquel tiempo se hacían votos privados, pues estaba bien, porque todos sabíamos que en un mañana ya no se harían, fiándonos en las palabras del Fundador cuando afirmaba no quiero ni votos, ni botas, ni botines, ni botones.

 

Y todos, socios del Opus Dei y gente de fuera, estábamos a la espera del santo advenimiento de la personalidad jurídica definitiva de la Obra dentro de la Iglesia, que cerrilmente los papas anteriores a Juan Pablo II se negaban a concederle y por lo que todos afirmaban que se portaban muy mal con el Opus Dei.

 

            Pero, paradójicamente, lo que la Iglesia había aprobado en las Constituciones del Opus Dei cuando este era Instituto Secular dejaba muy claro:

 

—que los laicos y sacerdotes eran sus socios, por lo que dentro de la institución Opus Dei no había distinción esencial entre ellos;

 

—que los numerarios/as y agregados/as tenían que poner todos sus bienes a disposición del Instituto Secular;

 

—que quien estaba a la cabeza de la Asociación tenía que conceder la dispensa a los laicos para que estos pudieran romper con el Instituto Secular, puesto que había unos votos privados de pobreza, castidad y obediencia de los que sólo podía liberar el Presidente General del Opus Dei;

 

—y lo mismo para todo el régimen de vida y conducta que se observaba de forma práctica en la Obra y que se reflejaba fielmente en esas Constituciones.

 

            Llega Juan Pablo II y concede al Opus Dei una figura jurídica definitiva y por ello inmodificable. Lo repito: LA FIGURA JURÍDICA ACTUAL DEL OPUS DEI ES DEFINITIVA E INMODIFICABLE y en sus nuevos Estatutos queda claro:

 

—que los sacerdotes son los únicos que constituyen la Prelatura Opus Dei, por lo que se crea una distinción esencial entre ellos y los laicos;

 

—que los laicos son sólo cooperadores que contribuyen al sostenimiento económico del Opus Dei según sus circunstancias personales. Allí no se ordena que los numerarios/as y agregados/as tengan que entregar todos sus bienes personales a la Prelatura;

 

—que el vínculo entre los laicos y el Opus Dei es sólo un acuerdo mutuo, por lo que cualquiera puede romperlo sin necesidad de la dispensa del Prelado (ya que ahora no hay votos de los que dispensar).

 

Si Juan Pablo II hubiera continuado con la política de sus predecesores y no le hubiera modificado al Opus Dei la figura de Instituto Secular, habría permitido que en un futuro otro papa aprobara una figura jurídica definitiva de la Obra en la que los laicos formaran parte esencial de ella, junto con los sacerdotes. Con solamente eso todo habría cambiado y en sus Estatutos quedarían perfectamente reflejadas las mismas normas de vida y conducta que hay en las Constituciones anteriores, las que tenía cuando era Instituto Secular.

 

Y eso es lo que quiso su Fundador para el Opus Dei y así lo escribió:

 

Hay que rechazar el prejuicio de que los fieles corrientes no pueden hacer más que limitarse a ayudar al clero, en apostolados eclesiásticos. El apostolado de los seglares no tiene por qué ser siempre una simple participación en el apostolado jerárquico. (Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, punto 21).

 

            Lo que Juan Pablo II ha hecho con su aprobación definitiva del Opus Dei es el mayor daño que le podía haber infringido. Ha materializado lo contrario de lo que su Fundador quería:

 

(En el párrafo siguiente he puesto entre corchetes lo que el Fundador quiso y en mayúsculas lo que el Papa ha aprobado).

 

Hay que [rechazar el prejuicio de] ACEPTAR que los fieles corrientes DEL OPUS DEI no pueden hacer más que limitarse a ayudar al clero, en apostolados eclesiásticos. El apostolado de los seglares [no tiene por qué ser] TIENE QUE SER siempre una simple participación en el apostolado jerárquico DEL OPUS DEI.

 

            Por lo anterior, se cumple la sabiduría popular con respecto a la Institución Opus Dei: el Papa que más daño le ha hecho a la Obra es Juan Pablo II. Justo el Papa del que todos afirman que ha sido el gran benefactor del Opus Dei, es precisamente el que Dios ha utilizado para poner bajo sus píes la bomba de relojería que tarde o temprano lo acabará destruyendo:

 

 –Si la figura jurídica definitiva del Opus Dei no se corresponde con su idea fundacional, la que su Fundador quiso para él de que el laico no sea un segundón de los clérigos (precisamente es la opuesta). Y si su Código de Derecho Particular (Estatutos) mantiene los aspectos genéricos para cualquier obra apostólica en la que intervienen laicos (son simples cooperadores, como en cualquier otra). Eso supone que el Opus Dei es una Institución sin carisma específico que lo diferencie del resto de los grupos eclesiales, no implanta una novedad dentro de la Iglesia, no le aporta nada nuevo, por lo que no tiene una razón de ser de peso que lo mantenga de forma permanente dentro de ella.

 

–Las leyes de cualquier código jurídico conforman a la sociedad a la que se aplican y no al revés. Sí se proclama una ley que regula la velocidad máxima de circulación vial, serán los ciudadanos los que se adapten a esa normativa, no la ley la que tenga que modificarse porque sus ciudadanos la infringen. De la misma manera, sí el régimen económico de los numerarios/as y agregados/as que se contempla en el Código de Derecho Particular del Opus Dei (Estatutos) no les obliga a entregar todos sus bienes a la Prelatura, sino a contribuir según sus circunstancias personales, eso es lo que se tiene que cumplir y no lo que los directores del Opus Dei les obligan a vivir, que es dar todo su dinero y posesiones a la Obra. En cuanto haya alguien que denuncie a la Jerarquía eclesiástica ese abuso de poder de los dirigentes del Opus Dei, aquella aplicará el código vigente y fallará a favor de lo legislado, no a como se ha vivido o se vive de hecho. Esto terminará con el Opus Dei. Y si eso aún no ha ocurrido es por otro abuso de poder del Opus Dei sobre los suyos: el de forzarles a desconocer el contenido de sus Estatutos, porque sus directores les impiden  tener libre acceso a ellos, lo que les sitúa en un estado de indefensión jurídica total, que sus superiores buscan y aprovechan para mangonearles a su gusto.

 

Resumiendo: Por no coincidir con lo que su Fundador quiere para el Opus Dei, por tener su régimen jurídico (Estatutos) divorciado de su vida, por ser indistinguible en esencia de otros grupos eclesiales inespecíficos (igual que en todos son los clérigos quienes la constituyen y los laicos sus segundones), por no poseer un carisma especial que lo diferencie de cualquier otra institución genérica; es por lo que el Opus Dei acabará desapareciendo del seno de la Iglesia.

 

Con lo visto arriba, el Opus Dei se desvanecerá de la Iglesia, aún en el supuesto de que fuera un grupo cristiano católico, esto es, que se rige por la caridad cristiana y que vive en unidad con la Iglesia. 

 

Pero, con más razón todavía, se acelerará su desaparición por el hecho de ser una institución anticatólica e inhumana. Las cualidades del Opus Dei que forman el plano de su santidad y que le impulsan a realizar su proselitismo atroz son la coacción, la intransigencia y la desvergüenza (punto 387 de Camino), lo que le lleva a violar los derechos humanos más elementales (ver “¿Se respetan los Derechos Fundamentales?“). Y no puede sobrevivir en la Iglesia una institución así.

 

Y más aún cuando el Opus Dei no forma parte de la Iglesia por ser herético en su conducta, por considerarse a sí mismo como la Perfecta Iglesia. (No es preciso que una persona o institución sean declaradas formalmente heréticas por la autoridad eclesiástica para que lo sean, basta con que incurran en una herejía definida como tal para que automáticamente queden excomulgados de la Iglesia. La conducta del Opus Dei atenta contra la verdad de Fe de que sólo hay una Iglesia, pues él se considera la verdadera Iglesia. A quien le interese ahondar, puede encontrar su demostración en mi trabajo “Nuevas herejías”). Y un grupo herético no puede permanecer mucho tiempo en la Iglesia.

 

Además, por si fuera poco, para acelerar la descomposición del Opus Dei hay que añadir el rechazo progresivo que el resto de la Iglesia y las sociedades civiles sienten hacia él. Tanta falta de caridad y violencia sobre las personas ha hecho crecer una opinión pública adversa al Opus Dei, que no cesará, lo que lleva a que cada vez menos laicos caigan en sus redes y que le abandonen cada vez más de los que están dentro.

 

3 –Repercusión De Los Distintos Papados Sobre La Persona Del Fundador Del Opus Dei.

 

El comportamiento con Escrivá de los papas anteriores a Juan Pablo II queda eclipsado ante el inmenso beneficio que durante su pontificado aquel le hizo al beatificarle y posteriormente canonizarle. Queda claro que esos son los mayores dones que un papa puede concederle a un católico, y más aún cuando para lograrlo se tienen que relegar procesos que llevaban hasta siglos en espera, como ocurrió en este caso.

 

Pero es que da la paradójica casualidad de que el Fundador del Opus Dei no quería ser canonizado en una fecha tan próxima a la de su muerte.

 

Yo oí de la boca del Fundador que la historia de la Obra se escribirá cuando hayan fallecido todos los que han intervenido en ella, para que no se pueda sentir dolido nadie de quienes actuaron en contra suya.

 

Aunque no parece que la verdadera razón de no escribir esa historia sea que alguien se sienta entristecido al leerla. Veamos lo que nos cuenta el siguiente texto:

 

Cuando en esos libros vergonzosos (Vázquez de Prada, Inés Sastre, Salvador Bernal, tantos otros) se habla de quiénes iban con Monse [diminutivo de Monseñor, el Fundador del Opus Dei] en aquel tremendo viaje, se hace la relación de todos... y, en el mejor de los casos, de un estudiante que les acompañaba. Ah, caramba, pues ése era Fisac. El que ponía el dinero. El único sin el cual toda aquella epopeya que salvó la vida de Monse no hubiera sido posible. Y lo borran de la historia, lo laminan, lo suprimen como si no hubiera existido... Porque luego se salió del Opus. / Es la traición más miserable, la crueldad mayor, la bajeza más abyecta, la ruindad peor que se puede concebir en un historiador o en un biógrafo: que sepa qué pasó y quién lo hizo, y que no lo cuente porque no le dejan los canallas inquisidores que dirigen la secta y que pretenden además dirigir la historia, determinar qué ocurrió y qué no, según su santa voluntad... o porque él mismo, sectario, fanático, cómplice, secuaz, se pliegue a sus "correcciones fraternas" de todo corazón y con toda su alma envenenada. (Inicitatus, “La fiesta de 'Monse'”, publicado en El confidencial.com y tomado de esta Web en la sección “Recortes de prensa”).

 

El Opus Dei demuestra con esa actuación que le importa un comino hacer desaparecer de su historia a quienes ella quiere, aunque sepa que ellos lo va a leer y a sufrir por ello. Entonces, nos preguntamos, ¿cuál puede ser la verdadera razón por la que el Fundador del Opus Dei quería que la historia de la Obra se publicara cuando hubieran muerto todos sus protagonistas? La respuesta también se encuentra en ese mismo texto: Porque el Opus Dei quiere manipular la historia a su antojo y eso sólo lo puede lograr cuando no haya nadie que le rechiste, cuando hayan muerto todos los que vivieron la realidad de lo que ocurrió.

 

Y de pronto aparece Juan Pablo II, un Papa que por fin le es favorable al Opus Dei y éste no quiere desaprovechar esa ocasión para canonizar a su Fundador, por lo que se ve obligado a escribir la historia del Opus Dei, ya que la tiene que adjuntar al proceso de beatificación. Mas como aún viven muchos de sus protagonistas directos, los de la Obra incumplen uno de los mandatos de Escrivá: el de no publicar esa historia mientras quedara tan sólo uno vivo; pero no el otro: el de manipular esa historia a su antojo y para su único beneficio.

 

Y entonces ocurre lo que el Fundador del Opus Dei quería evitar y por lo que no quería ser beatificado tan pronto: que aquellos que conocen la realidad de los hechos se lleven las manos a la cabeza y griten al mundo que las cosas no fueron como el Opus Dei las quiere pintar, que la verdad fue otra, que el Fundador tuvo errores y defectos que se han suprimido en la historia oficial de la Obra. Por lo que los periódicos se llenan de esos testimonios (ver la sección “recortes de Prensa”) y surgen libros que narran versiones contrarias a la oficial del Opus Dei (en su mayoría recogidos en “Libros silenciados”).

 

Y ante el miedo a que ese clamor acabe con la canonización de Escrivá, el Opus Dei no puede hacer otra cosa que impedir que esas voces lleguen al sumario de la beatificación e impide a sus autores que sean testigos del proceso, usando para ello las maneras más burdas y artificiales.

 

Mas todo queda escrito para la posteridad: la lucha sostenida por Miguel Fisac, María Angustias Moreno, María del Carmen Tapia... para que les permitieran testificar y el cómo y el porqué no lo lograron (las absurdas respuestas y acciones del Tribunal por las que les impiden declarar).

 

También permanecen escritas, para los siglos venideros, algunas mentiras que le hicieron creer al padre Rafael Pérez, Juez Instructor del citado proceso de beatificación:

 

"El título de marqués de Peralta pertenecía al padre de monseñor Escrivá; al morir éste, sólo el primogénito - o sea, él- podía reclamarlo. Pues bien, consultó a compañeros de la Obra, consultó a la secretaría de Estado del Vaticano y después de mucha reflexión resolvió pedirlo. A las veinticuatro horas lo había traspasado a su hermano. ¿Dónde está su ambición? Todo lo que quiso fue restituir a su familia lo que le pertenecía y sólo él podía proporcionarle, lo que por otra parte, además de un derecho, era una compensación por todas las privaciones que habían pasado ayudándole en su Obra". (Padre Rafael Pérez, O.S.A., nonagenario aragonés, juez del proceso de beatificación de monseñor Escrivá, declaraciones en la revista EPOCA, 10 de febrero de 1992).

Por su avanzadísima edad, el padre Rafael Pérez incurre en una serie de lapsus que subjetivamente no deseo calificar como mentira -seguramente llegó a creerse personalmente esta especie de versión oficiosa del Opus Dei sobre el famoso marquesado de Peralta- pero que objetivamente equivalen a toda una sarta de falsedades que voy a analizar en el resto de este capítulo. [...] Sin embargo en el archivo del ministerio de Justicia puede comprobarse que el marquesado de Peralta fue rehabilitado a petición de don José María Escrivá de Balaguer en 3 de agosto de 1968, de acuerdo con la solicitud formulada por el interesado el 25 de enero del mismo año; el título se concedió con inusitada rapidez, como parece ser norma en los grandes honores que antes y después de su muerte obtuvo el fundador del Opus Dei. Por lo tanto, como según la citada Guía (que en esta fecha no se equivoca aunque sí en otra muy esencial) don Santiago Escrivá no sucedió a su hermano en el título hasta el 13 de noviembre de 1972 resulta que monseñor Escrivá lo disfrutó durante más de cuatro años, y no "lo traspasó en veinticuatro horas" como afirma el padre Pérez. (Los años mentidos, Capítulo X: La falsificación del marquesado de peralta; Ricardo de la Cierva. Editorial Fénix).

Si el Instructor de la causa de beatificación, el Padre Rafael Pérez, afirma públicamente que Escrivá había traspasado el marquesado de Peralta a las veinticuatro horas de haberle sido concedido (por lo que concluye que no había ambición por parte suya), cuando en realidad ocurrió a los cuatro años tres meses y diez días (lo que podría implicar ambición por su parte), es porque esa mentira así figura en el informe que le presentaron al Papa, y Padre Pérez la repite a los medios de comunicación.

Muchas personas se han preguntado y se preguntan: ¿Cómo puede ser que Juan Pablo II haya beatificado y después canonizado a alguien con un proceso tan irregular, cuando ha habido otras causas que fueron paralizadas por una sola duda razonable?

Pues porque el Santo Padre confiaba en el Opus Dei y en los instructores de esa causa de beatificación.

Un juez no lo sabe todo de todas las disciplinas, por lo que para fallar correctamente en un juicio se sirve de peritos de confianza para que le asesoren sobre lo que él desconoce. Los documentos o declaraciones de esos especialistas son aceptados por el juez como si fueran propios, pues confía plenamente en quienes se los han facilitado; y en virtud de esos dictámenes periciales el juez falla en un sentido o en otro. Si los peritos falsean sus documentos, el dictamen del juez será equivocado pero no por su culpa, sino por la de sus expertos que le han mentido. En esas circunstancias el juez es justo, pero no su dictamen. Y si en un futuro hay que pedir responsabilidades por la injusticia de un fallo judicial en el que los dictámenes periciales fueron falsos, serán inculpados los especialistas que mintieron, no el juez que juzgó, puesto que él falló correctamente y en consonancia con los datos de que disponía.

        Juan Pablo II no sabe si Josemaría Escrivá es candidato o no a la beatificación por lo que pone la investigación de esa duda en manos de peritos en los que él confía, con el padre Rafael Pérez a la cabeza. Si esas personas dan un informe escrito favorable a la beatificación de esa persona, entonces el Papa falla en ese sentido y lo beatifica. El Santo Padre no tiene otra opción. Ante los datos que sus peritos le ponen delante Josemaría Escrivá ha de ser beatificado y con una plena rectitud de intención el Papa lo lleva a los altares.

            Como ocurre con cualquier otro tipo de juicio, si hemos descubierto que estaban falseados los peritajes que le fueron presentados al Papa, lo que llevó a culminar en esa beatificación, el responsable de ese desaguisado no es Juan Pablo II sino todos los que intervinieron, mediaron y presionaron, para que el proceso pericial previo estuviera ausente de pruebas contra la bondad de Escrivá y para que algunos de los hechos allí reflejados fueran erróneos (como el antes visto sobre el marquesado de Peralta).

Si en conciencia no se puede aceptar el dictamen de un juez, de cualquier juez, cuando se descubre que son falsos los peritajes en los que se basó su decisión (pues sin ellos su falló no hubiera sido el que fue); por lo mismo, en conciencia ningún católico puede aceptar la beatificación de Josemaría Escrivá tras descubrir tantas irregularidades graves en el informe que le fue presentado al Santo Padre y por el que éste le beatificó.

 

Si Juan Pablo II hubiera sido un papa refractario al Opus Dei, sus miembros no habrían corrido con el riesgo de formalizar un proceso de beatificación tan viciado como el que se hizo, por el peligro de que el Sumo Pontífice les descubriera y lo detuviera para siempre. Y, como sólo una historia falsa puede llevar a los altares a su Fundador, habrían esperado a que les llegara el momento propicio de escribirla, cuando viniera un papa que les fuera favorable; y en esa espera se habrían muerto todos los testigos presénciales de la vida y obra del Fundador sin dejar ninguno de ellos publicados sus testimonios en contra; y entonces, en ausencia de otras voces que la desautorizaran, todos darían por verdadera la narración falsa que el Opus Dei habría escrito sobre su historia. Y como consecuencia de lo anterior Josemaría Escrivá habría sido un santo sin fisuras, alabado y admirado por todos los hombres.

 

Pero no ha sido así como han ocurrido los hechos. El Opus Dei ha tenido la desgracia de que un papa favorable a él haya llegado a la Iglesia antes de tiempo, cuando aún vivían muchos de los testigos presenciales de la vida de su Fundador, lo que ha precipitado que sea denunciado el proceso de beatificación que ha llevado a Josemaría Escrivá a los altares como falto de verdad en cuestiones graves. Y esos testimonios permanecerán indemnes para las generaciones futuras, junto al clamor popular escrito en contra de su canonización. Lo que lleva (y llevará cada vez más deprisa) a que san Josemaría sea el santo más desprestigiado del santoral de la Iglesia.

 

4 –Conclusiones.

 

Con lo visto, se cumplen las hipótesis que dan comienzo a este trabajo.

 

4.1 –El Papa que más ha perjudicado al Opus Dei, tanto institucionalmente como en la persona de su Fundador, es aquel de quien todos piensan que más le ha beneficiado: Juan Pablo II.

 

4.2 – Ese Papa le ha producido al Opus Dei tanto daño precisamente por querer beneficiarle con todas sus fuerzas y por haberlo hecho antes de tiempo (porque sus miembros han querido explotar esa situación de especial apadrinamiento).

 

4.3 –El perjuicio que Juan Pablo II ha infringido al Opus Dei es de tal magnitud que le llevará a desaparecer como institución de la Iglesia, y a que su Fundador sea olvidado del santoral.

 

4.4 –Si Juan Pablo II le hubiera negado al Opus Dei su ayuda, éste, tarde o temprano, habría logrado sus objetivos, esos que ahora ya no puede conseguir (prelatura personal no sólo constituida por sacerdotes sino también por laicos).

 

¿Quién nos iba a decir que el Espíritu Santo iba a aprovechar precisamente el cariño del Santo Padre hacia el Opus Dei para lograr con él destruirlo junto con su Fundador? ¿Cómo podíamos sospechar que Dios estaba transformando en hachazos las caricias que su Vicario en la tierra le prodigaba al Opus Dei?

 

Puestos a citar dichos populares, me viene uno a la cabeza: Dios escribe derecho con renglones torcidos. Ciertamente, ¡Dios sabe más! ¡Qué admirables son la Sabiduría, la Inteligencia y el Poder de Dios!.

 

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Publicado el Friday, 26 August 2005



 
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