Bienvenido a Opuslibros
Inicio - Buscar - Envíos - Temas - Enlaces - Tu cuenta - Libros silenciados - Documentos Internos

     Opuslibros
¡Gracias a Dios, nos fuimos
Ir a la web 'clásica'

· FAQ
· Quienes somos
· La trampa de la vocación
· Contacta con nosotros si...
· Si quieres ayudar económicamente...
· Política de cookies

     Ayuda a Opuslibros

Si quieres colaborar económicamente para el mantenimiento de Opuslibros, puedes hacerlo

desde aquí


     Cookies
Utilizamos cookies propias y de terceros para obtener datos estadísticos de la navegación de nuestros usuarios y mejorar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede obtener más información aquí

     Principal
· Home
· Archivo por fecha
· Buscar
· Enlaces Web
· Envíos (para publicar)
· Login/Logout
· Ver por Temas

     Login
Nickname

Password

Registrate aquí. De forma anónima puedes leerlo todo. Para enviar escritos o correos para publicar, debes registrarte con un apodo, con tus iniciales o con tu nombre.

     Webs amigas

Opus-Info

NOPUS DEI (USA)

ODAN (USA)

Blog de Ana Azanza

Blog de Maripaz

OpusLibre-Français

OpusFrei-Deutsch


 Tus escritos: Cont. Parte II_ el camino hacia la salida. De 'La conciencia y la Obra'.- E.B.E.

090. Espiritualidad y ascética
ebe :

Parte II: el camino hacia la salida

La conciencia prisionera

Cuando un miembro de la Obra está en la etapa de dejar la institución, normalmente no tiene clara conciencia de dónde está parado. Sólo sabe de dónde quiere salir pero no sabe de la trascendencia de su acto, no es consciente de que está dejando atrás un ámbito en el cual fue sometido a abusos, especialmente en el campo de la conciencia. Por eso uno no se defiende sino que –paradójicamente- entrega las últimas armas que le quedan, las que sean, especialmente aquellos elementos que inculpen a la Obra.

Hasta pasado un tiempo, uno no tiene conciencia frente a qué tipo de institución está.

Una prueba de ello es la incapacidad de retomar el ejercicio de los propios derechos, y en particular el derecho a la autodefensa especialmente en un momento crítico de la propia vida, ejercicio que se había “entregado” al ingresar a la Obra, en parte por la confianza ciega en los directores y en parte porque era condición para perseverar: “no comer del fruto del discernimiento”...



Como ejemplo, quiero recordar un valioso recorte de prensa, lo que cuenta Miguel Fisac, cuando el fundador le ordenó que devolviera la carta en la cual le había concedido el nombramiento de inscrito.

Desde una postura anacrónica, hoy uno analizaría como incomprensible que Fisac le devolviera esa carta, un documento tan valioso para la vida de esta persona como para la historia no oficial de la Obra.

En realidad es totalmente explicable su actitud. Pues es tal el sometimiento de la conciencia, que lo único que se atina al salir de la Obra es a salvarse –es decir, evitar el castigo divino supuestamente debido- y en ese transe se es capaz de soltarlo todo con tal de escapar de allí (de la Obra y del abismo). Un difícil equilibrio.

Además en esos momentos generalmente todavía se está sometido al peso de la obediencia de conciencia, o sea una obediencia que tiene sometida hasta a la misma conciencia.

Es por eso mismo que nadie, salvo excepciones, sale de la Obra con copias de documentos internos o escritos que comprometan a la institución. Pues para hacer eso se necesita una clarividencia que no se tiene en esos momentos, porque además se cree que los problemas de la Obra son acotados, tal director o tal país o tal época, pero difícilmente se tiene la posibilidad de pensar críticamente.

Moralmente, uno no está preparado para irse con elementos que comprometan a la Obra. Es un acto aún mayor de “desobediencia”, implica un nivel de trasgresión que es imposible realizar en esos momentos, salvo excepciones.

Pasado el tiempo, se va recuperando la capacidad crítica –gracias a Opuslibros, por ejemplo- y uno se arrepiente de no haber tomado nota o haber obtenido copias de aquellos papeles y documentos que comprometan a la Obra o al menos expongan sus aspectos más oscuros.

 

El juego de las intenciones

Hay un problema que se le presenta siempre a la conciencia, y es el juicio de las intenciones. ¿No habrá al menos buena intención en la Obra y lo que sucedió es que las cosas salieron mal? Muchos resuelven así su “problema de la conciencia”.

Es un tema clave: si hubo o no mala intención, no da lo mismo.

Y la Obra juega su propio juego aquí, que es no mostrar nunca sus intenciones. O sea, mostrarse ascética, “perfecta”, muda como un ermitaño, pero jamás revelar lo que verdaderamente piensa.

Expresa criterios y principios generales, pero nunca habla de sí misma. Parece deshumana, pero en realidad es una forma de blindaje, de ocultamiento del propio pensamiento.

Dentro de esas reglas del juego, la Obra establece que “todos los demás” están obligados a expresar todo lo que piensan (sinceridad salvaje).

De todos modos, hay algo que es fácil adivinar por ser evidente: ese modo de jugar que tiene la Obra no puede corresponderse con intenciones claras e inocentes. Podremos ignorar las intenciones concretas en muchos casos, pero la intención última no parece ser digna de alabanza, ya que «todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras» (Juan, 3,20-21). Y sigue el Evangelio: «pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios» y sabemos que en la Obra abunda la oscuridad y la falta de información.

Ese “mutismo” de la Obra causa verdadero desconcierto, más aún cuando hay elementos suficientes para sospechar que ese silencio es una estrategia de impunidad.

Paradójicamente, la Obra vive expresando intenciones pero omitiendo las acciones correspondientes: los directores buscan todo el tiempo “hablar” como una forma de expresar “la buena intención” de la Obra, sus buenas disposiciones.

La clave está en no pasar nunca a la acción, que las palabras resulten ineficaces y que lo único que permanezca sea “la buena intención”.

***

En ese juego de las intenciones, el gobierno de la Obra tiene un principio fundamental: nunca transgredir siempre provocar. Que sea el otro el que transgreda, nunca la Obra.

Que la Obra siempre quede en el lugar del “nosotros hicimos todo lo posible”.

Pero detrás de ese “discurso heroico” conclusivo, que parece que se acaba ahí inesperadamente, hay una continuidad marcada por los casos que se repiten, uno a uno. Y la espontaneidad, entonces, pierde toda inocencia.  

No hicieron “todo lo posible”, hicieron lo que “ya estaba planificado” de antes.

Descubrir esto produce perplejidad y escándalo. El tema es que no todos lo ven ni lo descubren antes de marcharse. Si conocieran la frialdad que se esconde detrás de las conductas aparentemente “caritativas” y espontáneas de tantos directores, muchas personas cambiarían su actitud hacia la Obra. 

Si la Obra quiere que alguien se vaya, lo mejor es provocar que esta persona desee irse, o al menos “aconsejarle” que pida la salida “por su bien”. En cualquier caso, “dejarlo morir” siempre es eficaz y pasa desapercibido, porque “nadie le hizo nada” a esa persona (así funciona la omisión).

Todo esto, hecho con mucho aire “paternal”. Es una gran actuación, una estrategia planificada mucho tiempo atrás, posiblemente escrita en algún vademécum regional o central, por supuesto en un tono “sobrenatural” también teatralizado, porque la hipocresía debe ser creíble para que sea posible. 

Lo que jamás va a hacer la Obra es expresar el deseo de que alguien se vaya porque “no interesa más” para la institución. Eso es inexpresable, es tabú. Pero sin embargo es lo que se manifiesta en los hechos, cuando la Obra se desentiende en seguida de todo el asunto, ni bien advierte que “el problema está encauzado” hacia la salida.

Y si en un futuro la Obra manifiesta algún interés por el que se fue, es que se trata de eso: “interés”. 

Pues, finalmente, en la Obra no hay tanto intenciones como intereses, objetivos, metas. Sus “intenciones” son en realidad “intereses”. La Obra, usualmente, no tiene nada personal contra nadie: su modo de actuar es neto utilitarismo.

Y esto es algo que no puede disimular, no puede ocultar porque se trasluce en su actuación: el carácter interesado que tiene por patología. La Obra es interesada en todo lo que hace, es una segunda naturaleza, o tal vez mejor, es su naturaleza.

<< ANTERIOR - SIGUIENTE >>




Publicado el Wednesday, 28 September 2005



 
     Enlaces Relacionados
· Más Acerca de 090. Espiritualidad y ascética


Noticia más leída sobre 090. Espiritualidad y ascética:
Indice estructurado de los documentos internos.- EscriBa


     Opciones

 Versión imprimible  Versión imprimible

 Respuestas y referencias a este artículo






Web site powered by PHP-Nuke

All logos and trademarks in this site are property of their respective owner. The comments are property of their posters, all the rest by me

Web site engine code is Copyright © 2003 by PHP-Nuke. All Rights Reserved. PHP-Nuke is Free Software released under the GNU/GPL license.
Página Generada en: 0.131 Segundos