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 Correos: Metáfora del rebaño y los leprosos.- Kaiser.

900. Sin clasificar
Kaiser :

 

METÁFORA DEL REBAÑO Y LOS LEPROSOS.

Al hilo de lo expresado por Rapelu, Emeve, Joana y tantos y tantos, y, como ejercicio de reflexión acerca de cuestiones recurrentes en esta página,  tales como ¿puede haber entendimiento entre los de dentro y los de fuera? ¿Es posible cambiar algo dentro del OD? ¿Cómo hacerlo? ¿Por qué la Iglesia no toma cartas en el asunto? Reproduzco este texto extraído de El nombre de la rosa, de Umberto Eco:

 

“-Ya conoces la constitución del pueblo de Dios. Un gran rebaño, ovejas buenas y ovejas malas, vigiladas por unos mastines, que son los guerreros, o sea el poder temporal, el emperador y los señores, y guiadas por los pastores, los clérigos, los intérpretes de la palabra divina. La imagen es clara...



-Pero no es veraz. Los pastores luchan con los perros, porque unos quieren tener los derechos de los otros.

-Así es, y precisamente por eso no se ve muy bien cómo es el rebaño. Ocupados en destrozarse mutuamente, los perros y los pastores ya no se cuidan del rebaño. Hay una parte que está afuera.

-¿Afuera?

-Sí, al margen. Campesinos que no son campesinos de Dios porque carecen de tierra, o porque la que tienen no basta para alimentarlos. Ciudadanos que no son ciudadanos porque no pertenecen a ningún gremio ni corporación: plebe, gente a merced de cualquiera. ¿Alguna vez has visto un grupo de leprosos en el campo?

-Sí, en cierta ocasión vi uno. Eran como cien, deformes, con la carne blancuzca que se les caía a pedazos. Andaban con muletas; los ojos sangrantes, los párpados hinchados. No hablaban ni gritaban: chillaban como ratas.

-Para el pueblo cristiano, son los otros los que están fuera del rebaño. El rebaño los odia, y ellos odian al rebaño. Querían que todos estuviésemos muertos, que todos fuésemos leprosos como ellos... Los leprosos, excluidos, querrían arrastrar a todos a su ruina. Y cuanto más se los excluya más malos se volverán, y cuanto más se los represente como una corte de lémures que desean la ruina de todos, más excluidos quedarán. San Francisco lo vio claro; por eso lo primero que hizo fue irse a vivir con los leprosos. Es imposible cambiar al pueblo sin reincorporar a los marginados.

-Pero estabais hablando de otros excluidos; los movimientos heréticos no están compuestos de leprosos.

-El rebaño es como una serie de círculos concéntricos que van desde las zonas más alejadas del rebaño hasta su periferia inmediata. Los leprosos significan la exclusión en general. San Francisco lo vio claro. No quería sólo ayudar a los leprosos, pues en tal caso su acción se hubiese limitado a un acto de caridad, bastante pobre e impotente. Con su acción quería significar otra cosa. ¿Has oído hablar de cuando predicó a los pájaros?

-¡Oh sí! Me han contado esa historia bellísima, y he sentido admiración por el santo que gozaba de la compañía de esas tiernas criaturas de Dios -dije henchido de fervor.

-Pues bien, no te han contado la verdadera historia, sino la que ahora está reconstruyendo la orden. Cuando Francisco habló al pueblo de la ciudad y a sus magistrados y vio que no lo entendían, se dirigió al cementerio y se puso a predicar a los cuervos y a las urracas, a los gavilanes, a las aves de rapiña que se alimentaban de cadáveres.

-¡Qué horrible! ¿Entonces no eran pájaros buenos?

-Eran aves de presa, pájaros excluidos, como los leprosos. Sin duda, Francisco estaba pensando en aquel pasaje del Apocalipsis que dice: Vi un ángel puesto de pie en el sol, que gritó con una gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan por lo alto del cielo: ¡Venid, congregaos al gran festín de Dios, para comer las carnes de los reyes, las carnes de los tribunos, las carnes de los valientes, las carnes de los caballos y de los que cabalgan en ellos, las carnes de todos los libres y de los esclavos, de los pequeños y de los grandes!

-¿De modo que Francisco quería soliviantar a los excluidos?

-No; eso fue lo que hicieron Dulcino y los suyos. Francisco quería que los excluidos, dispuestos a la rebelión, se reincorporasen al pueblo de Dios. Para reconstruir el rebaño había que recuperar a los excluidos. Francisco no pudo hacerlo, y te lo digo con mucha amargura. Para reincorporar a los excluidos tenía que actuar dentro de la iglesia, para actuar dentro de la iglesia tenía que obtener el reconocimiento de su regla, que entonces engendraría una orden, y una orden, como la que, de hecho, engendró, reconstruiría la figura del círculo, fuera del cual se encuentran los excluidos. Y ahora comprenderás por qué existen las bandas de los fraticelli y de los joaquinistas, a cuyo alrededor vuelven a reunirse los excluidos.

-Pero no estábamos hablando de Francisco, sino de la herejía como producto de los simples y de los excluidos.

-Así es. Hablábamos de los excluidos del rebaño de las ovejas. Durante siglos, mientras el papa y el emperador se destrozaban entre sí por cuestiones de poder, aquellos siguieron viviendo al margen, los verdaderos leprosos, de quienes los leprosos sólo son la figura dispuesta por Dios para que pudiésemos comprender esta admirable parábola y al decir “leprosos” entendiéramos excluidos, pobres, simples, desheredados, desarraigados del campo, humillados en las ciudades. Pero no hemos entendido, el misterio de la lepra sigue obsesionándonos porque no supimos reconocer que se trataba de un signo. Al encontrarse excluidos del rebaño, todos estaban dispuestos a escuchar, o a producir, cualquier tipo de prédica que, invocando la palabra de Cristo, de hecho denunciara la conducta de los perros y de los pastores y prometiese que algún día serían castigados. Los poderosos siempre lo supieron. La reincorporación de los excluidos entrañaba una reducción de sus privilegios. Por eso a los excluidos que tomaban conciencia de su exclusión los señalaban como herejes, cualesquiera que fuesen sus doctrinas. En cuanto a éstos, hasta tal punto los cegaba el hecho de su exclusión que realmente no tenían el menor interés por doctrina alguna. En esto consiste la ilusión de la herejía. Cualquiera es hereje, cualquiera es ortodoxo. No importa la fe que ofrece determinado movimiento, sino la esperanza que propone. Las herejías son siempre expresión del hecho concreto de que existen excluidos. Si rascas un poco la superficie de la herejía, siempre aparecerá el leproso. Y lo único que se busca al luchar contra la herejía es asegurarse de que el leproso siga siendo tal. En cuanto a los leprosos, ¿qué quieres pedirles? ¿Qué sean capaces de distinguir lo correcto y lo incorrecto que pueda haber en el dogma de la Trinidad o en la definición de la Eucaristía? ¡Vamos, Adso! Estos son juegos para nosotros, que somos hombres de doctrina. Los simples tienen otros problemas. Y fíjate en que nunca consiguen resolverlos. Por eso se convierten en herejes.

-Pero ¿por qué algunos los apoyan?

-Porque les conviene para sus asuntos, que raramente se relacionan con la fe y las más de las veces se reducen a la conquista del poder.

-¿Por eso la iglesia de Roma acusa de herejes a todos sus enemigos?

-Por eso. Y por eso también considera ortodoxa toda herejía que puede someter a su control, o que debe aceptar porque se ha vuelto demasiado poderosa y sería inoportuno tenerla en contra.”

Umberto Eco. El Nombre de la Rosa.

 

Y dejo sobre la mesa estas cuestiones:

1. ¿Qué entiende cada cual por el rebaño? ¿Qué por leprosos?¿Qué por herejía? Si se entiende por rebaño el conjunto de fieles de la Iglesia, ¿somos los excluidos del OD por ello los herejes? ¿Lo son los otros, es decir los del OD?... ¿Qué os sugiere en este último sentido- que una herejía pudiera considerarse ortodoxa?

2. Al objeto de estar en condiciones de lograr las aspiraciones reiteradamente planteadas: ¿Estaríamos en condiciones de constituirnos en herejía sometible al control o mejor optamos por el modelo de herejía poderosa? Y, en cualquier caso,

3. ¿Hay entre la concurrencia algún voluntario a San Francisco?

Kaiser




Publicado el Monday, 28 November 2005



 
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