[A raíz del fallecimiento de Antonio Pérez Tenessa, ex secretario general del Opus Dei]
Con el nombramiento de Antonio Pérez como su hombre fuerte en España, a mediados de los años cincuenta, Escrivá se descartó de la influencia de aquellos hombres de la primera etapa, Paco Botella, José María Albareda, Raimundo Paniker, que se habían creído lo del apostolado intelectual, con el que Escrivá nunca se encontró cómodo. Con ello dio paso a los ejecutivos, a los que sabían hacer cosas, producir resultados tangibles. Antonio se rodeó de gentes como él, Luis Valls, Alberto Ullastres, Rafael Termes, Laureano López Rodó y les encargó las tareas necesarias para acometer esa segunda etapa, la que llevaría al Opus al poder político y económico y después al eclesiástico. Era lo que Escrivá ambicionaba, lo que Antonio diseñó y que tantos quebraderos de cabeza iban a proporcionar. Yo viví esa etapa muy de cerca, como secretario de la Secretaría general, durante seis meses.
Lo que le pasó a Antonio después fue bastante obvio. Estaba encantado con haber protagonizado esa transformación del Opus pero veía que la cosa se le iba de las manos y, sobre todo, que Escrivá se mostraba cada vez más insaciable y no tenía sentido de la medida. Hubo unos cuantos desencuentros fuertes y Antonio optó por quitarse de en medio y abandonar también aquella sotana que era, como tantas otras, un subproducto de la obediencia ciega.
Cuando la redacción de mi Historia oral, llenamos horas de grabación pero respeté, como con los demás, el principio de que sólo se imprimiría lo que cada uno decidiese. La grabación de Rafael Calvo Serer ni siquiera aparece en el libro y la de Carmen Tapia se transformó en su propio libro.
En la grabación de Antonio figuran las persecuciones que sufrió, en México y en España y sus propias y dolorosas averiguaciones pero solo vio la luz apenas un 10% de ello. Como detalle, tuvo que cambiar su segundo apellido, de Hernández a Tenessa, para tratar de pasar más desapercibido.
Antonio tenía una contradicción básica. Era católico y conservador y quiso hacer compatibles hasta su muerte una conciencia moral cada vez más desarrollada y una curiosa lealtad a la Obra que le impidió contar, como tantos le pedimos, su propia versión de los hechos que protagonizó. Tampoco quiso dejar de tratar a sus amigos del Opus que en realidad no lo eran, nunca lo son de un ex.
Antonio no entendía, y menos compartía, algunas novedades de la España democrática. Tampoco supo gestionar bien, como la mayoría de los numerarios, pienso yo, su vida afectiva, tuvo problemas matrimoniales, su mujer le abandonó y se encerró en el trabajo, donde siempre destacó como excepcional jurista. Nos veíamos de tarde en tarde aunque sintonizábamos más bien poco. No obstante siempre cultivó un trato delicado y era muy respetuoso con las libertades personales, algo que se notó mucho cuando fue sustituido en la dirección del Opus en España por un hombre tan zafio y prepotente como Florencio Sánchez Bella, nombrado como otros únicamente en razón a su lealtad y que Escrivá promovió para cerrar filas frente a la ya advertible desbandada de numerarios. Y es que, como Antonio y yo convinimos alguna vez , ni con Sánchez Bella ni con él mismo ni tan siquiera con Paco Botella, a la gente se le ofrecía un verdadero camino de espiritualidad laica sino una vida de actividad desenfrenada para complacer los designios de megalomanía infantil del Fundador en el marco de una disciplina interna cada vez más sectaria.
Alberto Moncada
Nota.
Lo único que escribió Antonio Pérez sobre la Obra, además de lo recogido en exclusiva por Alberto Moncada en el libro "Historia oral del Opus Dei", fue su escrito publicado en el periódico El País (13/04/92) titulado "No hablaré mal de la Obra".
