Si mañana los encabezados de los diarios titularan «el Vaticano decidió suprimir la Prelatura del Opus Dei» no pocos encontrarían motivos para festejar y exultar. Pero luego, es posible que surgiera una fuerte insatisfacción, porque pienso que la solución no está tanto en acabar con la Obra como, entre otras cosas, en explicar su surgimiento y efectividad.

Una de las forma de revertir los efectos de un hecho incomprensible (racional y emocionalmente) es encontrando explicaciones.  Y esto es posible, independientemente de que la Obra siga existiendo o no (lo que no implica que sea indiferente el hecho de que siga produciendo daño, eso sí que no). Explicaciones teóricas e históricas (especialmente históricas).

Por eso pienso que muchos estamos acá.

Sin duda hay efectos que son irreversibles, de ahí la gravedad de lo protagonizado por la Obra. Pero más irreversibles lo serían si no encontráramos formas de hacer hablar al pasado.

Y en la Obra esto no lo entienden –aconsejan olvidar el pasado-, porque no lo han vivido. No saben lo que es la Obra como pasado.

La ven y la viven en un eterno presente todo el tiempo, pero nunca la vieron muerta, nunca asistieron a su velorio y menos aún entienden lo que es el duelo ni lo que es una autopsia. Nunca vieron a la Obra como un cadáver. Ni se lo imaginan.

Más que ensañarse con el cadáver hasta deshacerlo, lo realmente conveniente es hacerle la autopsia, para entender qué pasó. Y luego sí, enterrarlo.

Lo hecho, hecho está ciertamente. Ahora, lo que viene, es empezar a entender ese pasado, lejos de olvidarlo. En todo caso, a desenterrarlo.

Es decir, pienso que mucho del proceso de recuperación tiene que ver más con uno mismo que con la disolución de Obra (como pasó con los Jesuitas en su momento). Una disolución de ese estilo aportaría más silencio al silencio. Sería algo parecido a lo que sucedió con el caso Maciel: para no pocas víctimas terminó en una gran desolación, porque nunca sabrán la verdad (de la investigación), lo cual es una injusticia incomprensible, que no me gustaría sufrir en carne propia.

Por supuesto, la Obra no está dispuesta a colaborar. No va a hablar. Esta es otra de las razones para la existencia de Opuslibros (que lógicamente incomoda a la Obra).

Así como el derrumbe de la Obra no ayudaría a lograr una satisfacción profunda, tampoco tengo la esperanza en una reforma.

Es necesario que la Obra esté viva, porque a los muertos no se los puede juzgar.

Creo que lo necesario es, en primer lugar, impedir que la Obra siga haciendo daño, lograr un juicio sobre lo que ha hecho, y finalmente elaborar una explicación profundamente satisfactoria.

Una vez logrado estos tres objetivos, a mí no me inquietaría que la Obra siguiera haciendo su vida.

Pero no sería la misma. No podría seguir haciendo daño, se sabría bien cómo es y no podría engañar a nadie más. Logrado esto, en mi caso, la Obra ahí sí pasaría a formar parte del pasado. Como pretenden en la Obra, sólo que no quieren colaborar a ello.

Saludos,
E.B.E.