Han pasado muchos meses desde que publiqué mi último escrito en esta web. La falta de tiempo ha hecho que apenas haya podido mantenerme al día de todo, y mucho menos de pararme a pensar y escribir.

Pero como cada año, se acerca la fecha más señalada en el calendario tanto para los “in” como para los “out”: el 19 de marzo. En este caso no voy a contar mis experiencias en torno a dicha fecha, las cuáles se reducen a salir de misa de medianoche y hacer cola ante la puerta de dirección para, con ojillos almendrados y cara de niño bueno y responsable, soltarle aquello de “Fulanito director, ya he renovado”, con el consiguiente apretón de manos, sonrisa y enhorabuenas varias. Tampoco voy a contar cómo fue mi salida; para ello me remito a mi escrito del 27 de marzo de 2005 (“Mi primer UNIV, mi último 19 de marzo”), el cuál acabo de releer.

Este escrito quiero que sea una bocanada de aire fresco para todas aquellas personas que han dejado la opus hace relativamente poco tiempo o tienen en mente marcharse en unos días, para que intenten ver la vida de forma positiva. Obstáculos se van a encontrar, y muchos, momentos de crisis, tristeza o decaimiento ha habido, los hay y los habrá. Pero, ¿quién no los tiene? La vida tiene muchas cosas bonitas que hay que descubrir y después disfrutar. Testimonios de vidas deshechas por el opus y rehechas con esfuerzo, entusiasmo y alegría hay muchos en la web.

Han pasado ya seis años, y han pasado muchas cosas desde entonces. No me puedo quejar de cómo me van las cosas (trabajo estable, pareja estable, mucha actividad, contactos, amigos….). He madurado en todos los sentidos. Nunca me creí aquello de que una vez dejada la vocación la vida iba a ser un valle de lágrimas, un mar de desgracias y que íbamos a ir directos al fuego eterno. Hay que reconocer que en la vida hay momentos buenos y momentos menos buenos, incluso alguno malo o amargo, pero eso sucede en las mejores familias. Cada día tiene su afán y alguno trae consigo sinsabores, es ley de vida.

Con estas breves líneas quiero animar a que cada cuál busque su felicidad sin desfallecer, porque tal vez esté más cerca de lo que uno pueda pensar.

            Para empezar, podéis decidle a ese 19 de marzo en el que decidimos irnos, cada uno tiene el suyo (el mío fue en 2001), que ya es pasado; es más, D.E.P. “mi” 19 de marzo. Miremos hacia delante.

Guttemberg