He encontrado muchas coincidencias entre el relato de Castalio ("Por qué y cómo me salí del Opus Dei") y mi experiencia.

He notado que el ambiente que Castalio describe sobre el Opus Dei es igual en todas partes, en todos los países del mundo, excepto quizás en los contextos más pioneros, en los que la aventura apostólica lleva a vivir fuera de lo ordinario y hace que todo sea más heroico y extraordinario.

También yo dejé la Obra después de haber sido numerario durante 25 años.

Ninguna lágrima, solo, en el momento de irme, por el contrario, una alegría trepidante por haber sabido seguir un camino de liberación y por tanto haber vencido un desafío de la vida. El tono interior con el que he salido ha sido sobre todo de tranquila alegría: Oh Dios, te doy gracias porque me has liberado fue mi jaculatoria en los últimos meses.

Ahora estoy felizmente casado y con hijos, católico practicante, apasionado de la Iglesia católica y de la libertad y variedad que allí respiro. Actualmente frecuento muchos ambientes sin clasificar más a la gente, feliz por reconocer el bien en muchas personas; me siento más rico por haber experimentado el abismo integrista como pocos y haber salido de allí sereno y feliz.

Únicamente tengo mucha aprensión por los pobrecillos que todavía permanecen allí dentro, ya que mantengo amigos entre ellos. Me sorprendería, ahora, que ese ambiente no se extinga naturalmente, en una lenta pero inexorable decadencia. Me duele el daño que sufren tantas personas buenas. ¡¡En particular las mujeres!!

Castalio has hecho bien en mantener el tono humano hasta el final con los otros numerarios: el principio alter alterius onera portate vale siempre, incluso más.

¿Puedo dejar algunas sugerencias para Castalio?

Únicamente no tengas prisa por encontrar una compañera; no tengas prisa por unirte a ella; evita hacerlo con las ex numerarias porque, en una pareja, al menos uno de los dos debe haber tenido una vida un poco más “normal”; cuidado: después de tanto tiempo “dentro”, nosotros los numerarios hemos sido educados para no amar a los demás, no sabemos gestionar lo cotidiano porque nos hemos acostumbrado a hacernos servir, a pesar de que nos consideramos de mente abierta, clasificamos a las personas y los ambientes con criterios rígidos y preconcebidos; en todo caso pensamos haber tenido una experiencia de élite (cosa que no es así); pero tenemos una cierta riqueza oculta que algunos y algunas pueden apreciar, pero de manera discreta.

Aristotele

(El texto original, en italiano)