Hacer cristiano al Opus Dei.- Levantisco
Fecha Friday, 21 January 2011
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Hacer cristiano al Opus Dei

Levantisco, 21 de enero de 2011

 

 

            Isidro Martínez nos escribía el 3 de enero sobre algunos desmanes del Opus Dei, e indicaba que fruto de la intervención de la Santa Sede ha sido la reelaboración intelectual (no real) interna que están haciendo en el Opus Dei sobre la dirección espiritual, y la retirada de los centros de los libros secretos llamados "Experiencias de práctica pastoral" y "Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas", documentos que están plagados de aberraciones y abusos contra el derecho de la Iglesia.

 

            Como conocemos lo suficiente a la Obra, él como yo presumimos, o sabemos, el paripé que se está haciendo; en esta ocasión no tanto para conceder, sin ceder, con ánimo de recuperar (Catecismo del Opus Dei de 1995, n. 29), sino para aparentar una rectificación que en la práctica no se está dando, ni pienso que se dé sólo con una intervención de la Santa Sede de este tipo. Por eso creo que Isidro escribe que se trata de una reelaboración intelectual (no real)...



             Para que la praxis del Opus Dei pueda cambiar (para hacerla cristiana), me parece que es necesario que cada miembro de la Obra sepa qué es lo propio de su compromiso con la institución, y que todo lo que pasa de ahí ni es entrega, ni generosidad, sino un tipo de denigración de la persona que puede ofender a Dios. Y esa información verdadera no va a proporcionarla el Opus Dei, si no se le obliga a ello. Mi opinión es que la Obra se ha ido construyendo utilizando las medias verdades, la mentira, el pragmatismo y la utilización de las personas para mayor gloria de la institución, considerada como un fin en sí misma en un intento de deificación, con poder absoluto sobre los suyos. La han convertido en un engendro que me parece urdido por aquella mentalidad clerical mala que se contraponía al anticlericalismo bueno que deberíamos tener: somos anticlericales, pero de los buenos, se nos decía. Ese clericalismo malo de los tiempos del nacional-catolicismo español, que se aprovechaba del poder religioso para utilizar a las personas y las cosas en provecho propio, tergiversando sus significados verdaderos.

 

            En este tipo de mentalidad han sido formados los niños que ingresaron e ingresan (hoy bajo la fórmula de aspirante) en el Opus Dei, y es la que tienen la mayoría de los directores de la Obra. Por eso la utilización de la mentira no causa ningún problema de conciencia. Siento afirmarlo, pero los primeros puestos de la lista de las personas más mentirosas que he conocido, se encuentran ocupados por directores del Opus Dei; lo cual no parece extraño, teniendo en cuenta que en la Obra siempre se ha utilizado como táctica el afirmar lo contrario de lo que se hace, o del móvil de la actuación (contradecir lo evidente), como argumento para negar la realidad y no escandalizar a propios y extraños (¡Somos libérrimos!, recuerdo que se nos decía, y tenías que pedir permiso hasta para salir del Centro). Ejemplos de este contradecir lo evidente lo podemos encontrar, sin tener que rebuscar mucho, en algunas citas de la última carta de prelado (enero de 2011); carta que tanto ha indignado a Carmen Charo con toda la razón del mundo.

 

            La carta recoge algunas citas de san Josemaría: «el Opus Dei, desde que se fundó, no ha hecho nunca discriminaciones: trabaja y convive con todos, porque ve en cada persona un alma a la que hay que respetar y amar. No son sólo palabras; nuestra Obra es la primera organización católica que, con la autorización de la Santa Sede, admite como Cooperadores a los no católicos, cristianos o no. He defendido siempre la libertad de las conciencias. No comprendo la violencia: no me parece apta ni para convencer ni para vencer; el error se supera con la oración, con la gracia de Dios, con el estudio; nunca con la fuerza, siempre con la caridad» (Conversaciones, n. 44.). Y también: «llevo toda mi vida predicando la libertad personal, con personal responsabilidad. La he buscado y la busco, por toda la tierra, como Diógenes buscaba un hombre. Y cada día la amo más, la amo sobre todas las cosas terrenas: es un tesoro que no apreciaremos nunca bastante» (Es Cristo que pasa, n. 184). No sé cómo poner de acuerdo ese amor y respeto a la persona, a su libertad y a la no violencia, con los sucesos que tuvo que sufrir María del Carmen Tapia con san Josemaría en Roma. Sobre todo con su confinamiento en Villa Sacchetti, con la violencia de sus diálogos con él y con la confiscación ilegal de sus documentos. Sobre la defensa de la libertad de las conciencias ya se ha escrito mucho aquí (Oráculo lo ha hecho de forma magistral), sobran otros comentarios.

 

            Volviendo a la cuestión de cómo evitar los abusos que el Opus Dei hace de sus miembros (a la cuestión de hacer cristiano al Opus Dei), me parece que el problema tiene una doble vertiente: a) en primer lugar la dificultad que supone el convencimiento casi invencible que tienen muchos de ellos (imbuidos en un tipo de formación dogmática-institucional) de que todo lo que se les dice procede de Dios. Este convencimiento se les graba en la conciencia mediante una formación menudeada en el tiempo y en la temática. Formación que normalmente se fundamenta menos en Cristo y su Iglesia y más en el fundador y en su Obra; b) la ignorancia (o tergiversación –compárese el Catecismo del Opus Dei con sus Estatutos–) que tienen estos miembros de sus derechos y deberes: han puesto toda su confianza en sus directores porque se les dice que tienen gracia de estado (no pueden ni engañarse ni engañarlos). Incluso la mayoría de los directores desconocen estos derechos y deberes, y se rigen por documentos como los que se han retirado, plagados de aberraciones y abusos contra el derecho de la Iglesia.

 

            Creo que el problema de la ignorancia (o tergiversación) que sufren los miembros, y el de la suplantación de la autoridad de Dios por parte de la institución, sólo puede ser paliada una y desmentida la otra por la Santa Sede, de forma explícita, mediante un documento personal a cada miembro. Todo lo que no sea eso, me parece que de una u otra forma seguirá siendo lo mismo que siempre ha sido: fraude, abuso y engaño. Sólo la información verdadera e individual proveniente de esta soberana autoridad puede evitarlos.

 

            Ese documento podría ser una relación de los derechos y deberes del miembro, con aclaración de qué cosas no se pueden exigir según derecho. Debería tener un apartado donde el miembro firmara confirmando que lo ha leído y queda enterado y con una copia. Otra forma podría ser que el vínculo de naturaleza contractual que se adquiere mediante una mutua y formal declaración, de carácter contractual (Cf. Catecismo del Opus Dei de 1983, nn. 210-212), o vínculo propio que se adquiere mediante una declaración formal, de carácter contractual (Cf. Catecismo del Opus Dei de 1995, n. 54), o acto voluntario de tipo contractual sin vínculo de naturaleza contractual (Cf. Catecismo del Opus Dei de 2003 y de 2010, nn.10 y 11), se plasme en papel como todo buen contrato. Una u otra forma de proceder haría que, además, se pudiera conocer el verdadero número de miembros del Opus Dei, información que no me parece nada fácil de conseguir.

 

Levantisco







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