Querido Karol.- Mineru
Fecha Friday, 18 February 2011
Tema 010. Testimonios


Aún mantengo vivo el recuerdo de la última vez que hablamos contigo en Roma, mi esposa y yo, siendo Tú el Papa Juan Pablo II, años después de haberse promulgado la constitución apostólica y la bula “Ut Sit”. No voy a poner en tu boca palabras que no dijiste. Tampoco voy sugerir –ni siquiera a insinuar- que sean pensamientos tuyos lo que sólo son ideas mías. No lo quiero hacer, ni lo voy a intentar. Ahora sólo deseo darte las gracias, desde lo más profundo de mi alma, por haber conferido al Opus Dei una “configuración jurídica adecuada a sus características peculiares”, “con el fin de que siempre sea un instrumento apto y eficaz de la misión salvífica que la Iglesia lleva a cabo para la vida del mundo”...



Por nuestra común afición a la montaña, que tú conocías y que yo me permitía ilustrar con fotos, hago memoria de las leyendas de pastores y me viene enseguida al frente la del que le puso correa al perro. Y es que, desde cierto tiempo atrás, noche y día, invierno y verano, un can rondaba la majada del pastor y las ovejas, haciéndose oír con sus ladridos y movilizando parte del rebaño. Parecióle al pastor que el animal podría ser útil, no sólo por sus arreos y carantoñas, y, tras diversos intentos que no dieron el apetecido fruto, convino en ponerle la mejor correa y bozal al chucho. No tanto porque le tuviere miedo, sino porque convenía para su adiestramiento y labor. No sólo en interés del modillón, sino muy principalmente en el de las ovejas del Amo. Y así quiso educar como pastor al canecillo, con paciencia secular, dándole tiempo al tiempo, como suelen hacer quienes saben que éste es oro. Pero se trata de una leyenda y yo no sé el nombre del pastor. Ni se si la correa era de sabueso; o para un veloz galgo; o quizá humilde podenco. Y no saberlo importa un bledo, pues al cabo todos son -con mayúsculas o con minúsculas- “pastores, ovejas y obra de Dios”.

 

Gracias porque, con tu acto Pontificio, “la Iglesia dirige sus cuidados maternales y su atención al Opus Dei” yasegura al Opus Dei un ordenamiento eclesial plenamente adecuado a su carisma fundacional y a su realidad social y, a la vez que resuelve su problema institucional, perfecciona la armónica inserción de la Institución en la pastoral orgánica de la Iglesia universal y de las Iglesias locales, y hace todavía más eficaz su servicio. Como se desprende de las normas con las que la Santa Sede regula las estructuras de la Prelatura y su actividad, dentro del respeto debido a los legítimos derechos de los Obispos diocesanos”. Así arrojas luz y pones en manos de la Iglesia la última palabra sobre el carisma fundacional y la misión eclesial de la Institución. El “buen espíritu”, ahora negro sobre blanco, deja de ser una cosa oscura, un rumor, una intuición, una experiencia, una costumbre o tradición más o menos explícita, más o menos intensa, un “algo” que se transmite de boca a oreja, de charla a corrección fraterna, de escrito interno en escrito interno y, ahora, se garantiza por escrito que los clérigos y laicos de la Prelatura tengan suficiente fundamento legítimo para que todos y cada uno puedan discernir en conciencia. Ninguno afirmará cabalmente que es “voluntad de Dios” lo que resulta ser manifiestamente contrario a su Ley. Sólo falta que quieran discernir, pero esto no lo consigue, ni lo garantiza, nadie ni nada; ni persona alguna en la Tierra, ni la Ley estatutaria, ni todo el Derecho del mundo.

 

Gracias porque has dejado claro que la Iglesia configura el Opus Dei “como un organismo apostólico compuesto de sacerdotes y de laicos”, quedando “erigido el Opus Dei como Prelatura personal de ámbito internacional”, de forma que “la jurisdicción de la Prelatura personal se extiende a los clérigos en ella incardinados, así como también sólo en lo referente al cumplimiento de las obligaciones peculiares asumidas por el vínculo jurídico, mediante convención con la Prelatura a los laicos que se dedican a las tareas apostólicas de la Prelatura: unos y otros, clérigos y laicos, dependen de la autoridad del Prelado para la realización de la tarea pastoral de la Prelatura”. También se nos aclara que la potestad del Prelado “es una potestad ordinaria de régimen o de jurisdicción, circunscrita a lo que se refiere al fin específico de la Prelatura, y difiere sustancialmente, por su materia, de la jurisdicción que compete a los Obispos diocesanos para la ordinaria cura pastoral de los fieles”. Gracias porque la Iglesia abriga y ampara también a los miembros laicos del Opus Dei, queriendo que estos laicos sean protegidos y atendidos por sus obispos diocesanos en la cura pastoral ordinaria. No pertenece al “buen espíritu” del Opus Dei, carece de legitimación por la Iglesia, sustituir al Ordinario por el Prelado en materia de cura pastoral ordinaria de los fieles laicos, de todo laico, de cualquier laico. Ni el Prelado puede sugerirlo, ni el fiel debe consentirlo. Ni en materia de libertad de conciencia, ni en materia de dirección espiritual, ni en cualquier otra materia que no sea la que está prevista y contemplada por los Estatutos en la forma expresamente aprobada por la Iglesia. ¿Quién se atreve a decir y sostener ahora que “la voluntad de Dios”, en materia de cura pastoral ordinaria de los laicos de la Prelatura, les llega a éstos a través de los Directores del Opus Dei? Yo no, desde luego.

Gracias, querido Papa, por poner luz donde quizá hubo oscuridad; por atraer al seno materno y dedicar una atención de la Iglesia a esta Institución, en beneficio de las almas que la integran y en el de todas las demás ovejas. Gracias porque con estos actos Pontificios tuyos nos animas y nos recuerdas (Mt. 10, 26-27): -No tengáis miedo a los hombres porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea.

Gracias por ir delante sin temor, por decir las cosas en pleno día, por pregonar el verdadero carisma del Opus Dei desde la azotea. Gracias a ti y a los Obispos por tener el coraje de abordar a fondo esta cuestión, por no hacer la vista gorda, por ejercer la autoridad sin consentir que se realicen abusos en nombre de Dios o de su Iglesia.

 

Gracias por todo ello y por mucho más. Añoro tu presencia física, pero no echo de menos el momento histórico de tu paso. A decir verdad, no echo de menos ningún momento histórico de la humanidad en general, ni de la Iglesia o mío en particular. Más aún, pienso que el mejor momento histórico es el que se vive en presente, el de un ahora eterno. Pero podría estar equivocado y, entonces, alguien me dirá, cuál y por qué, otro fue o será el mejor momento histórico de la Iglesia. Y también alguien me dirá cuándo no estuvo la Iglesia sumida en una profunda crisis espiritual. Cuándo y por qué don especial divino.

 

Gracias, Santo Padre, por ajustar a Derecho los actos de la Iglesia. A mí me resulta muy útil. Útil, didáctico y orientador: luz para la conciencia; cauce para la caridad. Otros afirman que el valor o la importancia del Derecho Canónico es una basura. Pero, ¡qué Derecho no es “basura”, si alguien quiere pasar por encima!: ¿el Penal?, ¿el Administrativo?, ¿el Tributario?, ¿el Constitucional?, ¿el Civil?, ¿el Mercantil?, ¿el Social o Laboral?, ¿el Internacional Público o Privado? ¿el Comunitario de la UE y de su Tribunal de Justicia? (¡¡¡…!!!) ¿Acaso sería mejor un mundo sin Derecho? ¿No es la primera norma del Derecho Divino amar a Dios y al prójimo? Ellos sabrán. Y, si me equivoco, puede que alguien intente convencerme de que ese primer mandamiento de la Ley, del que derivan todos los demás, es “basura”. O puede que ni siquiera lo intente. O puede que, en el fondo, no crean realmente que es basura, sino que lo dicen porque los fracasos humanos producen una verdadera y real decepción personal, chasco del que nadie está libre. Entonces, olvidamos que no mata el cuchillo cebollero, sino la mano que lo empuña.

 

Gracias, en fin, porque me has enseñado siempre con tu ejemplo a no tener miedo, sino esperanza.

 

Mineru.







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