Dragones sin guionista.- Asturiano
Fecha Monday, 18 April 2011
Tema 100. Aspectos sociológicos


Dragones sin guionista

 

La película sobre Escrivá carece de un buen texto base

 

La Nueva España – Asturias

J. MORÁN. El director británico Roland Joffé, que acaba de estrenar «Encontrarás dragones», se encuadró en la categoría de «artesano» con sus dos primeras películas, «Los gritos del silencio» (1984) y «La misión» (1986). Cierta clasificación americana divide a los directores en artesanos, artistas y autores. El «artesano» goza de una cierta depuración del oficio, reconocida en taquilla o festivales. Artesano fue Curtiz en «Casablanca» o en «Alma en suplicio», muestras del último cine clásico americano. El «artista» llega a ser en sí mismo reclamo para que el público acuda al cine. Huston es el ejemplo que siempre se pone; hoy, Stone, Eastwood o Tarantino ocuparían ese nivel. Y el «autor» es el tope: un sello personalísimo y genial recorre sus películas, según la definición que la crítica francesa, heredera del católico Bazin, elaboró al analizar a Ford, Welles, Hitchcock, Ozu?...



Aunque luego ha dado algunos tumbos, al Joffé artesano le salió redonda «La misión», y nos fijamos en ella por pertenecer a esa vaga categoría del cine religioso y por ser un punto de comparación con «Encontrarás dragones», aunque no a favor de ésta precisamente. La redondez de aquella película se alcanzó por varios costados, y la música que le compuso Morricone ha adquirido el sello de banda sonora por antonomasia. Pero la razón última de que fuera una gran película se hallaba en el guionista inglés Robert Bolt (1924-1995), que le escribió al artesano británico David Lean «Lawrence de Arabia», «Doctor Zhivago» («Oscar» al mejor guión adaptado) y «La hija de Ryan». Bolt ganó su segundo «Oscar» por «Un hombre para la eternidad», de Zinnemann, sobre el estadista Tomás Moro, y película con gran predicamento en el cine religioso.

El conflicto entre individuo e institución, uno de los temas favoritos de Bolt, ya utilizado con Tomás Moro, era la espina dorsal del guión, comenzando por ese magnífico personaje del cardenal Altamirano, destinado a sentenciar el final de las reducciones jesuíticas del Paraguay. Los conflictos restantes de la película se centraban en el estado de naturaleza frente a la civilización, o en el jesuita que opta por la vía pacífica y el que elige la autodefensa violenta (se habló de Teología de la Liberación).

Aquel magnífico guión rindió al máximo en manos de un director artesano. Sin embargo, en «Encontrarás dragones», y tras varias peripecias, Joffé decide escribir el guión, correcto, pero con varios lastres a causa de verse forzado a elaborar un «biopic» («biographical picture») o, más bien, un «hagiopic» o hagiografía, es decir, la vida de un santo. El «biopic» estricto es género difícil. Los sucesivos hechos de la vida de un personaje no siempre plantean un conflicto principal y otros secundarios. Decimos esto partiendo de la base de que entre todos los mecanismos narrativos el que mejor funciona de cara al público es la articulación de un conflicto. Por ejemplo, la película «Gandhi», de Attenborough, condensa todos los peligros y virtudes del «biopic» estricto, al igual que «MacArthur, el general rebelde». En cambio, «Amadeus» o «La lista de Schindler» sortearon los lastres, como «Nixon», de Stone, o la genial «Tucker, un hombre y su sueño», de Coppola, director «artista». Las cuatro son casos de «biopic» con un guión excelente, aun a costa de contar muy personal y fabuladamente la vida de los biografiados. En suma, la vida heroica o terrible de alguien sólo puede salvarse para el cine con un buen guionista.

Pero «Encontrarás dragones» se ciñe a contar los primeros años de la vida de Escrivá, a exaltarlo en medio de tiempos turbulentos. Joffé intenta elaborar el material biográfico de partida añadiendo un personaje antagonista: un amigo de la infancia de Escrivá cuyas acciones se situarán en el polo opuesto de las del santo, y así durante casi todo el metraje, en acciones separadas de las del protagonista. El conflicto queda, así, postergado: hay dos líneas argumentales separadas hasta que, «milagrosamente», mediante efusión de santidad, coinciden ambos personajes en dos de los tres finales de la película (varios finales, que son delatores de que el guionista no sabía cómo terminar la historia). Es entonces cuando ese personaje secundario se desvela más bien como «deuteroagonista» (segundo protagonista), y no como antagonista. No hay conflicto directo entre ellos; si acaso, en la conciencia del personaje contrapuesto, que también es redimida al final. Este esquema para mantener inalterable la pureza del protagonista y colocar a un deuteroagonista que encarne los males resulta forzado; incluso la deformación del rostro del personaje en su vejez parece un elemento tosco.

«Encontrarás dragones» es, no obstante, una película correcta, con buenos intérpretes, con un San Josemaría actor muy creíble y nada antipático. Es también la obra de un director artesano que cuida cada secuencia con solemnidad, aunque a veces un tanto excesiva. Podría considerarse esta película como una catequesis solemne destinada a ocupar para siempre un hueco en todas las videotecas del Opus Dei. Tras el estreno de «La misión» se escuchó cierto comentario: ¿cuánto habrán pagado los jesuitas para que les hayan hecho este peliculón? Ni un dólar. Trasladado el interrogante al Opus, la respuesta es otra: ha sido financiada con aportaciones de militantes o simpatizantes de la Obra, lo cual tiene su mérito. Sin embargo, a la hora de producirla, eligieron a un artesano, Joffé, pero se olvidaron de buscar al guionista más adecuado.







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