Rosarios como autómatas.- Simple-mente
Fecha Monday, 28 November 2011
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Unos meses antes de hacer la oblación, empecé a preocuparme ya que rezaba cada vez de manera más repetitiva y me concentraba cada vez peor en las palabras de las oraciones. Como quería cumplir a diario con el plan de vida al completo, al tener que sacar adelante mis obligaciones laborales y familiares, me veía obligado a rezar algo deprisa.

Recuerdo que el subdirector de mi primera convivencia me recomendó que, para ahorrar tiempo, rezará a la vez que daba el biberón a mi hijo.

Así que normalmente rezaba a la vez que hacía otra actividad: andando por la calle, en el coche, en el supermercado...



Le dije al sacerdote que, al rezar algo deprisa, no era capaz de concentrarme en todas y cada una de las palabras de las oraciones, especialmente al rezar el Rosario. Me sorprendió que me dijo que no tenía importancia, que "Nuestro Padre" tenía un "truquillo" que consistía en concentrase, al rezar cada Ave María, únicamente en una frase, por ejemplo "Madre de Dios", "Llena eres de Gracia", etc. De esta forma si uno no se concentraba en toda la oración, al menos se concentraba en esa frase.

No terminaba de ver el sentido de rezar, por ejemplo en el caso del Rosario, 50 veces el Ave María, sin concentrase y contemplar todas y cada una de las palabras de cada oración. En mi caso, cada vez rezaba de manera más repetitiva y con menos fervor.

Un día en la charla fraterna le comenté al director la dificultad de rezar el Rosario en tan poco tiempo. Cual fue mi sorpresa que me dijo que 20 minutos era mucho tiempo, que en unos 10 minutos tendría que rezarlo. Le comenté que en ese caso no iba a poder concentrarme en lo que estaba diciendo. Me dijo que no pasaba nada, que lo importante era rezarlo, que si había que decirlo deprisa que no pasaba nada.

Así que empecé a rezar los Rosarios en diez minutos. Si ya me resulta difícil contemplar cada Ave María, ahora ya era imposible. Se convirtió en una actividad repetitiva, de manera que rezar a la Virgen, en lugar de ser un momento alegre y cariñoso para contemplar unas oraciones, se convirtió en una actividad repetitiva y obsesiva.

El día que estuve en la Delegación para confirmar que quería hacer la oblación, el director de la Delegación me dijo:

"Notarás un gran aumento de gracia una vez que hagas la oblación".

A día de hoy pienso que es excesivo afirmar algo así. Creo que sólo se debería afirmar un aumento de gracia con esa rotundidad al hablar de un sacramento.

Me dijo:

"Notarás un gran aumento de la gracia. Bueno, no te puedo decir cuanto te aumentará la gracia, si mucho o poco, pero verás como te aumentará. Por cierto, el otro día me preguntó alguien: oye, ¿cuánto aumenta la gracia al rezar un Padre Nuestro?, bueno, no le supe decir...”

Me llamó mucho la atención lo de “¿cuánto aumenta la gracia al rezar un Padre Nuestro?”. Como si fuese un tema de cantidad. ¿Diez Padres Nuestros dan diez veces más gracia que uno? ¡Qué barbaridad! Pues, entiendo yo, depende de las disposiciones interiores, de que se rece con atención, con amor, para que pueda purificar nuestro corazón y aumentar nuestra fe. No es un tema de cantidad, sino de disposición del corazón.

¿Para qué vale rezar a la Virgen si no nos estamos enterando de lo que estamos diciendo?

¿No sería mejor, en vez de rezar 50 veces el Ave María, hacer 50 actos de caridad? No sería más propio de laicos, en lugar de pasarse el día rezando, pasarse el día haciendo actos de caridad y actos de honradez. En general, cuando a los fieles de la obra les cuentas un problema personal, nunca te ayudan con hechos, sólo te dicen que van a rezar. ¿No es esto más propio de religiosos de convento?

Me empecé a dar cuenta de que en la obra había una espiritualidad que valoraba más la cantidad que la calidad. Un plan de vida lleno de oraciones que, al tener que ser rezadas por laicos que tienen otras obligaciones profesionales y familiares, obligaba a rezarlo muy deprisa, casi como loros, pero lo importante era cumplirlo entero. En ningún momento vi que dieran importancia a la calidad, que me preguntarán por las disposiciones interiores con las que rezaba. Casi al contrario, me desanimaron a que me concentrara en lo que estaba diciendo. Me animaron a rezarlas más deprisa. Lo importante era tener la mente ocupada, y poder decir que cumplimos un plan de vida más extenso que nadie.

A mi entender la espiritualidad de la obra raya en la superstición. Están continuamente rezando y pidiendo oraciones a los demás, sin tener en cuenta las disposiciones interiores, como si de una cuestión de cantidad se tratase.

Cito el punto 2111 del Catecismo de la Iglesia Católica:

“2111 La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22)”

¿Os imagináis diciendo de manera compulsiva a nuestros seres queridos 50 veces “te quiero, te quiero, te quiero…”, como loros, sin pensar lo que estamos diciendo, de manera automática, a toda velocidad. ¿No sería para ellos realmente molesto escucharnos?

Hoy rezo menos cantidad, pero en cada oración que rezo, me concentro en todas y cada una de las palabras que digo. Si rezo un Padre Nuestro o un Ave María, contemplo despacio cada una de sus frases, noto que esto me hace mucho bien, me ayuda a mejorar mi fe y a purificar el corazón. Cuando estaba en la obra, la manera repetitiva y la rapidez con la que rezaba no me hacia ningún bien, me volvía un autómata y me alejaba de Dios.

Gracias a Dios, hoy día si doy el biberón a mi hijo, doy el biberón a mi hijo. Y si rezo a la Virgen, rezo a la Virgen. No hago las dos cosas a la vez porque, de lo contrario, ni doy el biberón ni rezo. Y lo mejor es que, como laico, si doy el biberón a mi hijo con amor, estoy rezando, mucho más que si rezará 50 veces el Ave María como si fuera un autómata.

Un fuerte abrazo a todos,

Simple-mente







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