En el mismo barrio, a pocas casas de distancia...- Gomez
Fecha Friday, 02 December 2011
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Me llamó poderosamente la atención el libro La búsqueda, recién publicado, que narra la vida de la madre Consuelo.

La madre Consuelo era monja en la misma época en que yo era numerario. La madre Consuelo enseñaba en el Mary Mount a niñas de la aristocracia bogotana, en el mismo edificio donde ahora funciona el Gimnasio de los Cerros, obra corporativa del Opus Dei, para niños de la aristocracia bogotana…



Aunque a mí no me importaban los votos, ni los botones, ni los botines y a la madre Consuelo sí, los dos hicimos votos de pobreza, castidad y obediencia. Yo hasta la siguiente fiesta de san José y ella hasta cuando conoció a Fabio Vásquez Castaño, fundador del ELN.

Yo estudiaba en el centro de estudios la más pura doctrina tomista y ella, en su convento, la teología de la liberación.

Después del Vaticano II, las cosas se radicalizaron. La madre Consuelo comenzó el diálogo con los marxistas, creó un colegio para pobres, en un barrio pobre, contrató profesores marxistas, hizo que las niñas aristocráticas del Mary Mount estudiaran la historia de los pobres colombianos y no solo la historia de los ricos de los EE.UU. Mientras tanto, yo tenía prohibido leer teología de la liberación y obras marxistas, salvo que lo hiciera a través de las recensiones que se preparaban en Navarra y que me instaban a fortalecer posiciones antimarxistas cada vez más radicales.

El diálogo de las monjas con los marxistas derivó en relaciones sexuales de las monjas con los marxistas y en embarazos y abortos, uno de los cuales se complicó e hizo que el asunto se destapara. Mientras tanto yo tenía cada vez más controlados los sentidos, pues si Orígenes se había castrato y no sé quién se había echado a un estanque helado por salvar su castidad, qué no debía hacer yo.

El obispo cerró el Mary Mount (gracias a ello, el recién fundado Gimnasio de los Cerros pudo hacerse a ese edificio), expulsó a la madre Consuelo de Bogotá y favoreció a los grupos eclesiales de derecha. Incluso cedió su propia casa para que en ella funcionara un centro de la Obra.

La madre Consuelo se fue para Buenaventura, ciudad de negros y pobres y única diócesis donde el obispo permitió su presencia. Yo fui destinado a la labor de agregados, labor para pobres (no negros), en la cómoda capital colombiana.

La madre Consuelo emprendió un viaje por tierra, ríos, cañadas y selva para llegar al campamento de su máximo héroe, el guerrillero Fabio Vásquez Castaño, fundador del ELN. Cuando llegó y vio a ese morenazo de casi dos metros sucumbió a sus encantos y se convirtió en guerrillera y amante del jefe.

Yo tomé un bus en Bogotá y llegué a Caracas en febrero de 1975 para conocer al Padre, arrodillarme ante él y besar su mano y para que él me tomara de los brazos y me dijera “no hijo, no te arrodilles”, me hiciera levantar y me dijera lo mucho que me amaba, es decir, lo correspondido que estaba yo por el amor que le tenía y la entrega total que había vivido, traducida en vocaciones que había llevado y en labores que había sacado adelante. Éramos unos cien numerarios de Colombia y Venezuela los que nos íbamos a reunir con él en una tertulia íntima que prometía ser lo más parecido al cielo. Llegamos a esa casa de retiros a convertir en realidad el sueño de la vida, a vivir lo que solo nosotros podríamos contar como protagonistas a los numerarios de veinte y treinta años más adelante. Ahí estaba el padre, acompañado de don Álvaro y don Javier, como si de una escultura de piedra se tratara. Ya se nos salía el corazón del pecho, esperando las indicaciones para acercarnos a él, cuando se pasó sotto voce la instrucción de que nadie se acercara, y de que esperáramos a oír del padre alguna palabra y recibir su bendición. Eso fue todo.

Finalmente, la madre Consuelo tuvo que huir del monte, porque su jefe y amante la mandó matar. A la vez debía huir de las autoridades que ya la tenían fichada. Terminó en Nicaragua ayudando a los sandinistas en sus primeros intentos de sacar adelante el país, y vivió luego diez años en México ayudando en labores de información y comunicación a los guerrilleros del ELN. Todo ese tiempo, la madre Consuelo recibió la ayuda económica de las monjas del Mary Mount de Nueva York.

Yo por obediencia dejé la Obra (no tenía vocación, me dijeron los directores), y seguí colaborando económicamente por unos años en calidad de cooperador.

Hoy ya no soy numerario ni cooperador. La madre Consuelo ya no es monja ni guerrillera. Y ambos vivimos en el mismo barrio, a pocas casas de distancia.

Gómez







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