Oír campanas.- Gervasio
Fecha Monday, 16 January 2012
Tema 115. Aspectos históricos


Oír campanas

Autor: Gervasio

 

            Recuerdo al fundador del Opus Dei, en una de esas tertulias con los alumnos del centro de estudios en el soggiorno de la casa de ejercicios, cuando el colegio romano todavía estaba ubicado en Villa Tevere. Ese día le apeteció —o tocaba, pues el fundador se repetía bastante según el público y las fechas— referirse al porqué de la denominación “Opus Dei”. Nos dijo que un buen día, hablando con su director espiritual —quizá evitó llamarlo así—, éste le preguntó en un determinado momento:

 

    Y ¿cómo va esa obra de Dios?, refiriéndose a su tarea apostólica.

 

No nos comunicó lo que le respondió, pues efectivamente carece de interés, pero sí que ese día volvió a casa muy contento, sumamente contento, repitiendo y saboreando las palabras “obra de Dios”, “opus Dei”, “operatio Dei”. Se llenó de gozo. Había dado con el nombre que no acertaba a encontrar...



Y también nos aclaró:

 

— Él no se dio cuenta de lo sucedido. No se dio cuenta de que me había proporcionado el nombre que buscaba.

 

En otra ocasión también nos relató, echándole sentido del humor, que en esa búsqueda de un nombre, el suyo propio —Escriba o Escrivá— no se prestaba a que sus seguidores fuesen designados con el apellido del fundador. Saldría “escribanos” o “escribas”. De chiste.

 

Posteriormente, en la Instrucción acerca del espíritu sobrenatural del Opus Dei escribió: la empresa, que estamos llevando a cabo, no es una empresa humana, sino una gran empresa sobrenatural, que comenzó cumpliéndose en ella a la letra cuanto se necesita para que se la pueda llamar sin jactancia la Obra de Dios.

 

Hubiese sido mejor, para merecer tal nombre, que el director espiritual con el que se confiaba, le hubiese dicho algo así como:

 

— Mira, José María, ten la certeza de que esa empresa que estás llevando a cabo no es una empresa humana, sino una gran empresa sobrenatural, que comenzó cumpliéndose en ella a la letra cuanto se necesita para que se la pueda llamar sin jactancia la Obra de Dios.

 

Pero, no. No le dijo eso. Le dijo simplemente.

 

Y por cierto, ¿cómo va esa obra de Dios?

 

Porque no sabía cómo llamarla. No tenía nombre. Lo mismo le podía haber preguntado:

 

— ¿Cómo va esa labor de almas hacia la que has decidido encauzar tu sacerdocio?

 

Es el propio Escrivá el que nos recalcaba que en modo alguno la llamó “obra de Dios” en el sentido de “empresa sobrenatural en la que se cumple a la letra cuanto se necesita que se la pueda llamar Obra de Dios”. Obra de Dios se usa en muchos sentidos; por ejemplo, en la regla de San Benito, preferentemente para referirse a la recitación del oficio divino. Se habla también de que el mundo es obra de Dios, etc. No hay reglas que yo conozca conforme a las cuales algo deba ser o no ser calificado de “obra de Dios”. De haber alguna regla, en relación con empresas fruto de visiones y/o apariciones, esa regla es la de que el origen sobrenatural de esas visiones o apariciones reciba el visto bueno del propio director espiritual. No parece haber sido este el caso.

 

Parece que nos encontramos, como ya puse de relieve en otra ocasión, (Cfr. La sobrenaturalidad del Opus Dei) ante una sublimación más a las que nos tiene acostumbrados Sanjosemaría. Tenía el don de la importancia (Cfr. Cosillas del fundador) La sublimación consiste en entender: esta empresa no es humana, es obra Dios. ¡Pero, hombre!, si la Iglesia afirma de sí misma que es divina y humana. El Opus Dei al parecer, no. En frase de Escrivá no es una empresa humana. ¡Amos, anda!

 

La misma sublimación se percibe en lo que se refiere al 2 de octubre de 1928, del que me ocupé en La vocación sacerdotal de Escrivá. Destruyó su diario espiritual relativo a esas fechas. Pero no dejaba de decir que había tenido una importante visión. Si tan humilde era, que ocultase también la existencia misma de la tal visión. Pero, no; no lo hacía. Le oíamos repetidamente referirse a esa fecha exclamando:

 

¡Como sonaban las campanas ese dos de octubre! ¡Cómo sonaban! Todavía resuenan en mis oídos. No las puedo olvidar.

 

Pero no había quién lo sacara de ahí. Durante mucho tiempo en el Opus se creyó incluso que el sublime momento había tenido lugar durante la celebración de la misa. Sólo después de la muerte del fundador se generalizó el conocimiento de que no fue así, sino que el acontecimiento tuvo lugar releyendo unas fichas escritas por él mismo y que posteriormente decidió destruir. ¡Qué pena no poder conservarlas con particular cariño!

 

En Opuslibros se hizo notar que la distancia entre la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y la habitación que ocupaba en el convento —o residencia o lo que fuese— de los padres paúles donde se encontraba en el momento sublime, no permitían escucharlas. Para mayor perplejidad sobre lo acaecido, se ha averiguado hace poco que la citada iglesia no celebra la fiesta de los ángeles custodios el dos de octubre, sino en otra fecha. Al parecer esa fecha es de agosto, según leí en esta web, donde también alguien apuntaba como posible explicación que el sonido de las campanas proviniese de repiques en el propio templo de los padres paúles.

 

María Moliner da esta explicación de la expresión “oír campanas y no saber dónde”: Tergiversar una información por tener una noticia vaga del asunto o suceso de que se trata o por desconocer lo fundamental de ellos.

 

Lo único que se sabe con certeza de ese dos de octubre es que el fundador oyó campanas sin saber dónde.

 

Gervasio







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